El desastre económico de Allende

«Populist policies do ultimately fail, and when they fail it is always at a frightening cost to the very groups who were supposed to be favored»  Macroeconomic Populism.

Cortesía Guillermo Sanchez (lean su blog)

Cuando un experimento «revolucionario» fracasa, los socialistas, en general, tratan de buscar una excusa que justifique el desastre. El caso de Chile y Salvador Allende es paradigmático. Según el relato socialista, dado el contexto de la Guerra Fría, a Allende le realizaron un «bloqueo invisible» (llamado así por el propio Allende) impulsado por el gobierno norteamericano de Nixon y su secretario de Estado Henry Kissinger, para desestabilizar la economía, fomentar el descontento y tumbar su gobierno. La prueba que siempre presentan prima facie es una instrucción escrita a mano por Nixon a la CIA que pedía «hacer gritar la economía (chilena)» (make the economy scream) o el memorandum 93 de Seguridad Nacional de Kissinger pidiendo medidas financieras y económicas contra Chile.

Pseudoerasmus tiene un genial post sobre si el supuesto «bloqueo invisible» contra Salvador Allende fue determinante o no en el fracaso absoluto de su gestión económica. En el me baso para lo siguiente. ¿Fue la intervención norteamericana responsable en mayor medida del desastre económico de Chile en 1970-1973? No, y veamos las razones.
1) La CIA no imprimió los billetes: Como ya vimos, los déficits de Allende eran brutales. En porcentaje del PBI fueron 6,69 % en 1970, 15,28 % en 1971, 24,53 % en 1972 y 30,48 % en 1973. Eso es increíblemente grande. Recuerden que ya un déficit de 6,69 % del PBI es un problema, por lo que uno de 30 % es una catástrofe.
¿Por qué hubo tal crecimiento del déficit? Hacia 1971, debido al aumento desorbitado de salarios y seguridad social. Ese era el plan populista de Allende: subir salarios nominales enormemente mientras se aplicaban controles de precios sobre los bienes. De los gastos corrientes del Estado, los salarios y la seguridad social, que ya representaban una parte importante, crecen de 15,83 % a 19,54 % y de 8,60 % a 11,87 % respectivamente entre 1970 y 1971 como porcentaje del PBI.

¿Cómo se financió ese agujero fiscal? Casi la totalidad con impresión de billetes. La emisión monetaria para financiar el déficit o «financiación interna neta» fue, en porcentaje del PBI, 6,60 % en 1970, 13,61 % en 1971, 22,71 % en 1972 y 30,40 % en 1973. Comparen esos porcentajes con los déficits en sus respectivos años.

En 1972 los ingresos fiscales en términos reales empiezan a caer. ¿Fue esa caída algún acto de la CIA? Por supuesto que no. Se debió al efecto Olivera-Tanzi: en periodos de inflación alta, la demora en la recaudación tributaria implica ingresos menores en términos reales.

Pero además el precio internacional del cobre cayó durante 1971 y 1972 un 25 %. Lo cual trastornó aún más los ingresos públicos y la entrada de dólares. ¿Acaso la CIA conspiró para bajar el precio internacional del cobre solo para perjudicar a un solo presidente latinoamericano?

Hacia 1973 el mayor factor que causaba el déficit fiscal eran los subsidios a las empresas estatales que no producían cobre. Solo esos subsidios representaban el 9,49 % del PBI. ¿A qué se debía ese brutal monto de subsidios? A la caída de producción como resultado de la nacionalización, problemas de gerencia y en especial a la política estatal deliberada de mantener bajos los precios minoristas para los consumidores.

El desastre era evidente y en absoluto hace falta una «intervención externa» para causarlo. Los gastos brutales en salarios, seguridad social y subsidios industriales combinados con una caída del precio del cobre y la erosión real de los ingresos tributarios por la inflación explican casi la totalidad del déficit de 30 % del PBI de 1973. La CIA ni controlaba el aumento de salarios, ni agrandaba el déficit, ni imprimía los billetes.

Pero es que recuerden que los propios miembros de Unidad Popular decían que deliberadamente dejaron de preocuparse de los déficits fiscales crecientes porque ello era «ortodoxo». Queda, por lo tanto, más que demostrado que los déficits bestiales son responsabilidad completa de Allende y Unidad Popular. Ellos buscaron el rojo de las cuentas públicas y eran conscientes de ello.
2) Los controles destruyeron la producción: Otra parte de la teoría del «bloqueo invisible» es que Chile tuvo problemas para importar piezas de repuestos debido a la insuficiente financiación comercial. Ello afectó la producción, contribuyendo a la escasez de productos y al desfinanciamiento estatal por la menor producción de cobre (debiendo aumentar el financiamiento inflacionario).
Por supuesto, esto tampoco es muy plausible dadas las medidas de Unidad Popular. Para combatir la inflación, casi toda la oferta chilena estaba sujeta a los controles de precios, racionamiento y nacionalización de la distribución de Allende. Predeciblemente, ello provocó escasez, acaparamiento y colas, reduciendo la producción. Hacia el final del gobierno de Allende, el tipo de cambio del dólar de mercado negro era 40 veces (¡CUARENTA!) el del mercado oficial.

Recuerden que el plan de Unidad Popular incluía mantener artificialmente bajo el dólar. El aumento en esa prima de mercado negro acompaña la caída de la producción industrial.
3) No solo los camioneros estaban molestos: Otra pata de la teoría conspiracionista externa es que la CIA financió directa o indirectamente a los camioneros y dueños de compañías transportistas para realizar importantes paros que desestabilizaran al gobierno y agravaran la escasez.
Aun si asumiéramos que de verdad la CIA mandó fondos a los transportistas para realizar huelgas, ellos solo eran una parte de un mucho mayor descontento con los resultados de las medidas del gobierno en un país que ya de por sí era propenso a los paros. Solo en 1973 hubo 2.050 paros que involucraban más de 700 mil trabajadores. En 1972 ocurren 3.325 paros con más de 390 mil trabajadores y en 1971, antes de los paros «financiados por la CIA», 2.696 huelgas de casi 300 mil trabajadores. Difícilmente alguien podría argumentar jamás que todos los trabajadores estaban contentos. Había una proporción importante que no lo estaba. ¿Acaso todos ellos estaban financiados por Estados Unidos también?

Las amplias huelgas de 1973 demandaban la indexación de los salarios a la inflación y se realizó en simpatía con la huelga de los mineros de cobre de 74 días. La cual fue reprimida con la policía por parte de Allende, detalle que muchos socialistas siempre «olvidan» mencionar.

¿Cómo se puede culpar de ese malestar de los trabajadores a factores externos? La hiperinflación (causada por la emisión monetaria del gobierno) les destruía los salarios reales a los trabajadores, ¿Puede alguien de izquierda coherentemente decir que debieron quedarse sin hacer nada ni protestar? Los sindicatos socialistas y comunistas ciertamente eran parte de la coalición de Unidad Popular, pero claramente tenían poco control sobre los trabajadores.
4) La CIA no controlaba el precio del cobre ni realizó la reforma agraria: La balanza de pagos Chilena tuvo dos problemas principales coincidentes y que no se pueden imputar a la CIA: primero que el precio del cobre cayó 25 % en 1971-1972 mientras que el precio en dólares de las importaciones subía por la inflación de la moneda americana y segundo la producción agrícola se desplomó por la reforma agraria y por los controles de precios.
Incluso suponiendo que damos por cierto el absurdo supuesto de que la CIA de alguna manera controlaba el precio del cobre, ¿Por qué lo redujo solo en 1971 y 1972 y no en 1973? ¿Por qué ayudar a Allende con el repunte del precio en ese último año?

Pseudoerasmus nota que la reforma agraria también tuvo mucho que ver con la brutal caída en la producción de trigo y otros productos agrícolas. Es verdad que la reforma agraria comenzó con los gobiernos previos de Alessandri (1958-1964) y Frei (1964-1970), pero Allende la aceleró enormemente y el ambiente político incitaba la ocupación espontánea por parte de los campesinos de las tierras.

Los ingresos de exportaciones de Chile cayeron por la baja del precio del cobre y el menor poder adquisitivo de los dólares por la inflación internacional al mismo tiempo que aumentaba la demanda de importaciones de comida. Si el déficit de balanza de cuenta corriente no es compensado con ingresos de divisas (préstamos externos, ayudas o inversiones externas), entonces el déficit de balance de pagos se paga con reservas del Banco Central. Y eso fue lo que ocurrió en 1971-1973.

Solo en 1972 la mayor importación de alimento se pagó en parte importando menos bienes de capital e intermedios, donde van incluidos los repuestos. Si Chile no hubiera tenido que importar esa gran cantidad de comida, porque su producción interna se desplomó debido a los controles de precios y su desastrosa reforma agraria, no hubiera tenido problemas en conseguir repuestos importados aun con la caída del precio del cobre.
5) ¿Bloqueo del crédito?: El último escape socialista para justificar el fracaso de Allende es el «bloqueo del crédito internacional». Según ellos, como Estados Unidos impuso una restricción del crédito internacional, Chile tuvo que vivir solo de sus reservas para importar. Las cuales inevitablemente se terminaron agotando pues Allende no tuvo acceso a préstamos o ayuda internacional para compensar.
Es cierto que Chile se «comió» gran parte de las reservas y hacia septiembre de 1973 estaba en camino a una crisis de balanza de pagos. Pero todavía no había tenido una. Allende había logrado «llegar a fin de mes» durante todos los años de gobierno hasta el final de su vida.

Como muestra Pseudoerasmus, a excepción de 1971, cuando hubo una fuga de capitales, los ingresos de capital netos de Chile en 1970-1973 como porcentaje del PBI fueron muy similares a los de los años 60s. Ergo, en comparación con el periodo previo, el ingreso neto de capitales en proporción al PBI no cayó durante casi todo el periodo de Allende. Además, a fines de 1971 Chile declaró una moratoria sobre gran parte de su deuda externa, que incluía a Estados Unidos, por lo que los dólares ahorrados y no transferidos se consideran de facto ingreso de capitales. Por lo que si Chile vivió de sus reservas en los años de Allende fue por las mayores importaciones de alimentos y la caída del precio del cobre, no debido a una restricción externa del crédito.

Es más, Chile se las arregló para tomar préstamos del Club de Paris, del bloque socialista, Europa occidental y Latinoamérica, aun cuando varias veces los créditos debían pagarse en parte con importaciones desde los países acreedores. Por eso la deuda externa Chilena aumentó desde 2.067 millones de dólares en 1970 a 2.703 millones en 1973. Incluso suponiendo que Estados Unidos paralizó todos sus créditos y ayuda (lo cual no es cierto. Los bancos privados americanos redujeron gradualmente sus líneas de crédito, nunca las eliminaron totalmente), Allende claramente consiguió obtener ambos de varias otras partes del mundo. Y si los bancos privados norteamericanos redujeron gradualmente el crédito, fue en respuesta a la deteriorada solvencia de Chile, no por cuestiones políticas. Los bancos no hacen caridad, y aun si la hicieran ello solo quiere decir que el socialismo se sostiene de la caridad.

Es verdad, si Allende hubiera obtenido mucho más ingreso de capitales, suficiente para cubrir la demanda de importaciones, no habría tenido el apretón de divisas que tuvo. Pero eso necesariamente implica que la «revolución socialista» solo se sostiene con financiamiento de los capitalistas imperialistas. La frase de que «el socialismo fracasa cuando se les acaba el dinero… de los demás» sería una descripción completamente correcta.

En conclusión, incluso aceptando que hubo alguna intervención de Estados Unidos en Chile, sus efectos en la economía chilena fueron mínimos en comparación con los resultados nocivos de las medidas tomadas por Salvador Allende.

Que los socialistas se hagan cargo de sus desastres y no inventen excusas. La catástrofe económica chilena entre 1970 y 1973 fue responsabilidad, en su inmensa mayoría, de las acciones de Allende y Unidad Popular, no de la CIA.

Guillermo Sánchez

Lean también «The Hyperinflation in Chile. Lessons for us all» del Economic Policy Journal aquí.

 

 

El ejemplo alemán. Garantizar la sostenibilidad del sistema

Extracto de «Viaje a la Libertad Económica» (Deusto 2013)

“No existe conflicto entre el estado del bienestar y el libre mercado”.  Gerhard Schroder

El asistencialismo se ha convertido en una excusa para el bienestar del estado. Y, como veremos posteriormente, se disfraza como coste social mucho gasto político, administraciones duplicadas, etcétera.

Los servicios esenciales se ponen en peligro a medida que la pirámide de población se estrecha, es decir, que el número de jubilados y personas a cargo de otros (niños, descapacitados) se acerca peligrosamente al de contribuyentes.

Si centramos la política de las economías en reducir la renta disponible, ni aumenta la población ni la riqueza, y por lo tanto, el sistema de beneficios sociales entra en peligro.

Eso lo sabía Gerhard Schroder en Alemania cuando lanzó el programa Agenda 2010 de profundas reformas del modelo. Hoy nadie duda de que el país germano ha sobrevivido mejor a la crisis y su sistema de protección social es adecuado, garantizando la sostenibilidad y no obstinándose en mantener el coste.

Cuando Alemania lanzó el plan en 2003, muchos lo criticaron diciendo “Schroder lanza una bomba al estado de bienestar” (El Pais, 2003). Fue tan criticado que la coalición de Gobierno presidida por Schröder -formada por el partido socialdemócrata SPD y Los Verdes- empezó a perder una elección regional tras otra.

Las medidas fueron muy duras, incluyendo enormes recortes a las subvenciones por desempleo, limitando el subsidio hasta €345 euros mensuales en algunos casos, la creación de los mini-jobs, puestos de trabajo temporales de bajo coste para el empresario, introducir el co-pago sanitario y rebajar las pensiones con un coeficiente de sostenibilidad.

Además, bajó los impuestos desde el 19,9% al 15% para las rentas bajas y desde el 48,5% al 42% para los tramos altos.

En 2003, cuando se hicieron las reformas, la cuota de desempleo en Alemania era del 10,5 por ciento y el número de parados rozaba los cuatro millones y medio, y las pensiones y seguridad social eran “insostenibles”.

Sin embargo, ya en 2005  las cifras de desempleo empezaron a bajar, hasta llegar a los tres millones de parados actuales y una cuota del 5,1 por ciento. Además, las pensiones y seguridad social ya no están en peligro, con un superávit de 6.000 millones de euros. La renta per capita aumentaba un 12% en términos reales. El indice Gini, que mide la desigualdad, se sitúa en 0,30, uno de los mas bajos del mundo, similar a Francia y muy inferior a España, Reino Unido, Italia o Estados Unidos.

En 2007, a la mitad de su primera legislatura, Angela Merkel pudo decir en un debate parlamentario que Alemania tenía las mejores cifras de empleo desde la reunificación de 1990 y reconoció que esto era en parte fruto de la agenda impulsada por su antecesor y su rival en las elecciones de 2005.

 Nos dicen que Alemania fue la primera en incumplir el pacto de estabilidad. Claro, por un punto, no seis, y no durante siete años. Y llevando a cabo reformas de enorme calado. Pero nos agarramos a cantos de sirena monetaristas.

El gobierno alemán, que puso en marcha el plan más agresivo de reestructuración del gasto público con Schroder, como comentábamos anteriormente,  implementó un tímido pero fallido plan de estímulo en 2009, con un gasto de 5.000 millones de euros para apoyar el empleo (Kurzarbeit), alcanzando a 1,5 millones de trabajadores. Ante el error, y comprobar que no mejoraba la situación económica ni laboral, la prioridad se situó de nuevo en recortar gastos. Se introdujo una enmienda a la constitución en mayo de 2010 que limita el déficit del estado central al 0,35% del PIB en 2014 y prohíbe a los gobiernos regionales tener ningún tipo de déficit desde 2020.  Estas medidas son mucho más agresivas que los límites de la Unión Europea, que suponen un 3% del PIB.

En junio de 2010 Alemania introdujo el mayor recorte de gasto público en sesenta años, el Zukunftspaket (paquete de medidas para el futuro) junto con un plan financiero a medio plazo (2010-2014), que incluía recortes de 80.000 millones, cerca del 0.8% del PIB, y otras medidas hasta alcanzar el 0,35% de déficit objetivo. Más de un tercio de esos recortes se daban en la seguridad social y administración.

En un año, a pesar de la crisis, el déficit del estado cayó del 4,3% en 2010 al 0,8% en 2011, y llegó a un superávit de 0,2% en 2012. A pesar de cumplir los objetivos a 2014 con creces en 2012, el ministro de finanzas Bertrand Benoit anunciaba en julio de 2013 nuevos recortes de 6.100 millones de euros, a pesar de contar con superávit, que según la agencia de calificación Fitch “mejoraba con creces el objetivo anunciado”.

Los ajustes llevados a cabo por Schroder primero, y Merkel después, situaban a la economía alemana en un nivel de competitividad y saneamiento que permitían reducir las emisiones de deuda pública en 24.000 millones menos de lo previsto en 2013, y llegar a situar las cuentas en superávit en dos años, mientras el producto interior bruto crecía un 0,7%.

Ojalá copiemos a Alemania en el plan 2010 de Schroder y el Zukunftspaket antes de tirarnos a gastar. Con un déficit del 6,5% durante años, España sigue en una situación financiera inasumible.

En un entorno de crisis, se pone de manifiesto que la prudencia presupuestaria y no cejar en los objetivos es esencial, como demuestra el ejemplo alemán.

A Schroder nunca se le reconoció lo suficiente la valentía, coraje y determinación en implementar unas medidas que su partido y sus votantes no querían, pero que eran necesarias para evitar la quiebra del sistema. Aumentar renta disponible, reduciendo impuestos, y recortar gastos.

Lo sabían también Margaret Thatcher y Ronald Reagan, por eso durante sus mandatos la política de mejorar renta disponible reduciendo impuestos aumentó la renta per cápita real para las clases más pobres un 34% en Reino Unido y un 39% en EEUU.

A la hora de justificar cualquier dispendio, olvidamos que los gastos en todas esas partidas deben cubrirse cuando se ha ahorrado en los periodos de bonanza,  algo que no hace ningún estado. No se puede decir “no se puede recortar porque todo se va a gasto social”, sino –como aprendió Alemania- “solo se puede mantener un cierto gasto social si se ahorra”.

La libertad económica ha hecho más por reducir la pobreza que ninguna otra política. El desastre del colectivismo en el mundo ha probado que el gasto como única medida solo lleva a la quiebra.

Hay que facilitar y agilizar la contratación (‘Cara a Cara’ en Navarra TV)

 

Entrevista en Cara a Cara (febrero 2014) donde hablamos de reforma fiscal, política de creación de empleo y contratación, Europa y recomendaciones de Bruselas, populismo y gasto publico. «Hay que dejar de gastar como oligarcas sin petroleo».

Hay que bajar impuestos ya. El esfuerzo fiscal en España sigue siendo uno de los mayores de la OCDE. Y no es una carrera a recaudar, como explicaba en el post El gasto es el problema“. El juego de sostener el PIB con gasto hipertrofiado no reduce el paro lo suficiente. Es urgente.

España tiene potencial para crear millones de empleos netos. Para ello, hay que bajar las tasas. Se espera que se creen 650.000 puestos de trabajo nuevos para 2014-2015 –(yo estimo unos 800.000 a 2016)–, pero no es suficiente. El empleo no va a venir de una Administración hipertrofiada queconsume casi el 45% de los recursos del país y donde el gasto en empleo público supone el 11,9% del PIB superando la media del conjunto de países desarrollados, que se sitúa en el 11,3%. Eso sin contar asesores (1.000 millones de euros anuales) ni empleados de empresas públicas. Tampoco va a venir de las grandes empresas que ya cuentan con una media del 20% de empleados superior a sus comparables europeos (empleados sobre cifra de negocio en el país, Bloomberg). Va a venir del autoempleo y las pymes.

Para reducir el paro hay que:

– Fomentar el autoempleo. Crear empresas en 24 horas, como en tantos países, y no ser uno de los países de la OCDE donde es más caro y lento montar una. El tiempo necesario para poner en marcha un negocio en España es el doble que la media. Que los creadores de pequeños negocios y nuevas empresas no vean que el coste es inasumible con respecto al riesgo que ya supone su iniciativa empresarial de por sí.

– Incentivar a las pymes. No hay que olvidar que son las que crean el 70% del valor añadido de un país. Bajar los impuestos de Sociedades y Cuotas Sociales para crear empleo. Las empresas españolas dedican un total del 58,6% de sus beneficios a pagar impuestos, según los datos del Banco Mundial.

– Bajar cuotas a autónomos. Cercenar la inaceptable cuota de autónomos, que ha aumentado un 20%. Los trabajadores que hayan montado su propia empresa (administrador societario) y los autónomos con más de una decena de empleados a su cargo pagan una cuota mensual próxima a los 314 euros, inasumible en un entorno de incertidumbre y riesgo empresarial.

– Reducir impuestos a empresas. Que las nuevas empresas creadas no paguen cuotas sociales e impuestos hasta tener dos años de beneficios, como en Reino Unido. Y cercenar de manera drástica las trabas burocráticas y la extrema complejidad legislativa de un país de diecisiete regímenes que se autojustifican creando centenares de normas cada año. Cambiar los incentivos: menos capataces para “parar y fiscalizar” y más facilitadores.

– Reducir IRPF para aumentar ahorro y consumo. Sí. Ahorro. Sin ahorro, y consumo posterior, la economía no se pone en marcha. Desincentivar el ahorro para sostener el PIB es una política errónea y peligrosa. El salario bruto de un trabajador se deduce un 47,3% en impuestos. Sumando el IVA, el sueldo es de 67,4% para el Estado.

– Cortar gasto político y superfluo, subvenciones y excesos de burbuja, como comentaba en este post. España ha aumentado el gasto público un 48% entre 2004 y 2009 y sólo lo ha reducido ligeramente un 5% desde 2010 (Lean). Los que defienden “ser flexibles con el déficit” deben explicar cómo van a endeudar España más de 80.000 millones anuales, que es una locura.

Las soluciones no van a venir de las mismas políticas de gasto inútil e intervencionismo que ya destruyeron 3.000.000 puestos de trabajo. La EPA muestra lo evidente: no se crea empleo suficiente con un Estado hipertrofiado. Los datos muestran recuperación, pero es frágil e insuficiente. Se puede hacer mucho más.

Lo que se juega en Europa

10/5/2014 El confidencial

«No existe política económica que garantice estabilidad y certeza. Los únicos sitios donde hay estabilidad y certeza son la prisión y la tumba» Milton Friedman

Les doy dos cifras para empezar este fin de semana: 60% y 960.000 millones de euros.

El 60% de los votantes europeos probablemente no va a participar en las elecciones, según Europa Press, y el presupuesto aprobado por la Unión Europea para 2014-2020 es de 960.000 millones de euros. Dinero pagado también con los impuestos de ese 60% que tal vez no vote.

En estas elecciones no se deciden, ni tiene posibilidad de aprobarse, gran cantidad de las propuestas que pueblan los programas económicos de algunos de nuestros partidos. Se decide si Europa va a continuar por la senda del saneamiento y empezar a atraer capital y crear empleo o caer en otro error y agrandar el agujero.

Merece la pena recordar quiénes son los candidatos a presidente de la Comisión Europea: Jean-Claude Juncker (Luxemburgo, conservador) y Martin Schulz (Alemania, socialista). No es una batalla sobre política nacional ni es un debate entre austeridad y despilfarro. En nuestro país, los representantes de los dos grandes partidos sumarán en total un 10%, como máximo, de sus respectivos grupos. Por lo tanto, las soluciones mágicas que se pasean en los medios de comunicación nacionales de volver a 2008 ni entran en la agenda. Son humo. Cualquier entrevista con Schulz o Juncker nos muestra que, gane quien gane:

  • No se va a cambiar el mandato del Banco Central Europeo (BCE) ni existe posibilidad de aumentar los déficits hasta niveles estratosféricos para “relanzar la economía” y cuando falle, quejarse de que los mercados nos atacan. Los que reclaman “copiar a Obama y Bernanke” monetizando deuda (imprimiendo dinero) en realidad lo que quieren es copiar a Argentina cuando rechazan el mismo nivel de apertura económica, bajos impuestos y flexibilidad de Estados Unidos.
  • No pueden prometer los eurobonos. Ya lo comentábamos en 2011 en”Eurobonos no, gracias, la deuda no se soluciona con más deuda” . Ni siquiera está en la agenda, y lo rechazaría el propio grupo liderado por Schulz.
  • Ninguno de los grupos políticos puede garantizar estabilidad ni crecimiento ni reducción de paro. Desde 2008, se han gastado decenas de miles de millones en planes de empleo, un 3% del Producto Interior Bruto (PIB) de la eurozona en planes de estímulo y se ha disparado el gasto público al 49,2% del PIB para acabar con 26 millones de parados.
  • Las delirantes propuestas de una Europa sin Alemania son simplemente imaginaciones. Sin Alemania, Europa no podría financiar déficits de 4-4,5% del PIB a tipos históricamente bajos, y sin el Bundesbank el Banco Central Europeo sería una anécdota. Europa sin Alemania no contaría ni de lejos con la confianza necesaria para asegurar esa capacidad financiera. Europa no es nada sin Alemania y viceversa. Por eso, Alemania, como una parte de los problemas y las soluciones, no debe sostener un eterno “financiador de proveedores” que nunca paguen. Y por eso se mantienen los apoyos a pesar de incumplimientos consecutivos. Porque para decir que Merkel “nos manda”, poco caso hacemos.

Por lo tanto, estamos centrando el debate de Europa en propuestas que ni están en la agenda. Las llamadas inflacionistas siempre olvidan que exigir a Alemania inflación no soluciona nada, cuando un aumento del 5% en sus importaciones del resto de Europa tendría menos de un 0,25% de impacto positivo sobre España y los países periféricos.

Estas elecciones son esenciales para reforzar la confianza empresarial y potenciar el consumo. 

Nada más y nada menos. Desafortunadamente, no vamos a ver enormes cambios en la UE, pero continuar bajo la ilusión de que Europa va a salir de la crisis con planes industriales estatales es un error. La verdadera crisis de Europa, y causa de la desindustrialización y deslocalización, ha sido por esos enormes planes estatales que han llevado a sobrecapacidad y sobrecoste en infraestructuras, energía, etc. El coste de todos esos planes Marshall eternos en los que se ha embarcado Europa desde 1999 (lean mi artículo aquí) ha llevado a ahogar a impuestos a empresas y familias.

Ahora toca atraer capital.

Dependiendo del resultado de estas elecciones, las empresas, que son las que invierten y crean empleo, pueden percibir confianza y recuperar el ánimo inversor, o asustarse ante el riesgo de que Europa vuelva a hundir sus economías con innecesarios planes de estímulo que luego implican enormes aumentos de impuestos.

Fíjense en este grafico cortesía de Merrill Lynch que se resume con la palabradesconfianza.

Hemos pasado de la Europa que rebota desde mínimos, empieza a solventar su problema bancario, se financia a mínimos históricos y corrige los desequilibrios alcanzando superávits comerciales, al riesgo de complacencia. Si la Unión Europea es ya de por sí un entramado burocrático, entorpecer aún más la recuperación con intervencionismo y proteccionismo puede hacernos recaer en la crisis.

Queda mucho por hacer:

  • A pesar de las reducciones de déficit, los niveles de deuda siguen siendo inaceptables en la mayoría de los 27 países. La confianza ha mejorado gracias a la gradual recuperación, pero es muy frágil. En el Eurosistema existe un exceso de liquidez de 180.000 millones de euros según el BCE. No debemos caer en la trampa de liquidez que ha llevado a todas las primas de riesgo a mínimos y entregarnos de nuevo al endeudamiento salvaje. Porque la liquidez extrema se acaba, hasta en los países que imprimen moneda y no evita la necesidad de ajustes presupuestarios.
  • En Europa hay 26 millones de parados que solo han aumentado conplanes, estímulos y comités. Mientras, unos partidos y otros debaten si hay que dar 8.000 o 20.000 millones a un “fondo para combatir el paro juvenil”. Ambas cifras son francamente inútiles. No consiguen nada que no se haría, de manera mucho más eficaz, si se redujeran trabas burocráticas e impuestos a las empresas y familias para relanzar el consumo.

Nos pasamos todo el tiempo echando la culpa a Merkel y a Bruselas, o al BCE, de nuestros males, pero a la vez les concedemos una especie de varita mágica que asume que todos nuestros problemas se solucionarían gracias a ellos. Y no es correcto. Ni Bruselas dicta todas nuestras leyes ni su poder o el del BCE es omnipotente.

Europa no va a reducir sus 26 millones de parados recurriendo al déficit y al gasto público. Porque no lo hizo nunca, ni en la época de la expansión. Y porque el sistema financiero europeo sigue siendo demasiado frágil, a pesar de las mejoras incuestionables. Mucho se critica a los bancos, pero casi todo el mundo pide más déficit e inversiones públicas, que deben pensar que se financian en Marte. Luego hablan de deuda odiosa mientras piden más crédito, y, por supuesto, barato.

En Bruselas confían demasiado en un objetivo quimérico de recuperar industria hasta un 20% del PIB, imposible cuando la presión burocrática y fiscal sólo aumenta en sectores subvencionados que encarecen las facturas de los consumidores a niveles inaceptables y en el acuerdo comercial con Estados Unidos que esperan que atraiga hasta 130.000 millones de euros a Europa.

Pero la verdadera solución está en los sectores que ya han sobrevivido a la crisis y en las familias. Un aumento del 3% anual de las inversiones de las empresas europeas y un aumento del consumo del 2% de las familias entre 2014 y 2017 tendría un efecto expansivo que duplica el impacto de los mismos fondos gastados por los estados, y encima no cuestan al contribuyente (correlación observada entre aumento de gasto público y privado con PIB desde 1999).

El coste y burocratización de la UE preocupa, y hay que exigirle el mismo esfuerzo que han hecho empresas y familias. Nos jugamos la partida a dos opciones: volver a repetir los errores del pasado o crear un modelo que pueda competir a nivel global. Estamos saliendo poco a poco del agujero. Espero que, gane quien gane, no compre una pala más grande para cavar más profundo. Porque lo paga usted. Siempre.