Gracias, Thatcher

8/4/2013 El confidencial

«The single currency will be fatal to the poorer countries because it will devastate their inefficient economies”. Margaret Thatcher en 1990

A finales de los años 70, Gran Bretaña sufría de tres males que nos parecerán bastante familiares a los europeos de hoy: un desempleo desbocado, un sector público hipertrofiado y una política impositiva confiscatoria.

Margaret Thatcher tenía todas las cartas en su contra. Mujer, de clase humilde, y poco dispuesta a consensuar y aceptar lo que los estamentos le imponían. Pero llegó. Y su revolución ha cambiado el mundo. Para mejor.

Cuando Thatcher llegó al poder, la inflación superaba el 20%, el país estaba en manos del Fondo Monetario Internacional, al borde de la quiebra, y secuestrado económicamente por sectores clientelistas, no sólo los sindicatos, sino también una clase empresarial extremadamente dependiente del Estado. Socialismo con oligarcas excluyentes. ¿Les suena?

El Reino Unido era “el enfermo de Europa” (the sickman of Europe), según el Banco de Inglaterra. Las recetas de los Gobiernos eran siempre las mismas. Subir los impuestos, mantener el Estado asistencialista y “estimular la demanda” desde el gasto. Para subir los impuestos de nuevo, al fracasar.

Cuando Margaret Thatcher fue expulsada del poder en 1990, dejaba un país que volvía a ser líder mundial, una economía sólida, dinámica, con reguladores independientes, donde el estado es servicio, no desincentivador de inversiones y procurador de favores, y donde las palabras empresario y éxito no son insultos. Un país donde crear una empresa se hace en un día por el coste de dos happy meals, donde se crearon pymes que hoy son líderes globales. ¿Una economía perfecta donde todo es de color rosa? No, para nada. Pero olvidamos de dónde venía.

Mucho se ha hablado de los sindicatos en los 70 y su poder (“té y sándwiches en Downing Street”, les llamaban), pero no de su impacto económico. Las huelgas constantes en el Reino Unido de mediados de los setenta creaban un impacto económico doble: recesión y rechazo del capital inversor a poner dinero en el país.Invertir en Inglaterra era garantía de confiscación por impuestos. ¿Les suena?

Hay cosas que el Gobierno de Thatcher hizo que hoy ignoramos porque lo que existía antes nos parece simplemente inimaginable. Control de capitales. Sí, el Reino Unido mantenía controles de cambio y de capitales desde los años 40. Hoy, la libre circulación de capital nos parece normal y lógica. Eso lo cambió Thatcher en dos meses.

Unos impuestos que llegaban al 83% de la renta en ciertos tramos. ¿Recuerdan aquellos discos que grabaron los Rolling Stones o The Who en países exóticos durante los setenta? No era para viajar y conocer mundo. Era para escapar del fisco. El Reino Unido era un infierno fiscal. ¿Les suena?

Austeridad, bajada de impuestos e inversores

Thatcher hizo lo que se suponía imposible: austeridad, bajar impuestos y atraer capital. Y cambió un infierno fiscal, trampa para el capital que se había gestado durante décadas, en pocos años.

Siempre dicen que su mandato tuvo dos recesiones, y es cierto, pero nadie dice cuánto se tardó en salir de las mismas. La mitad de tiempo que en sus países comparables de Europa. Porque siempre que hablamos de la era Thatcher olvidamos lo que ocurría a nuestro alrededor.

Los críticos hablan del aumento de la desigualdad en el Reino Unido durante su gestión. De nuevo, olvidando de dónde salía el país. Y la base de la que partía.

Los salarios básicos aumentaron muy por encima de la inflación, la renta disponible y su riqueza crecieron para las clases más desfavorecidas. Durante el mandato de Thatcher, el porcentaje de mujeres que trabajaban creció un doble dígito, pero además las mujeres empresarias se multiplicaron. Se hizo un país donde la gente sabía que si se esforzaba y ponía empeño, ganaría ¿Igualdad? No, libertad. Y los ciudadanos lo valoran. La inmigración que viene a este país sabe que puede prosperar y crecer. Claro que puede fallar. Pero también, curiosamente, valoran el sistema de asistencia social.

La privatización de empresas públicas al borde de la quiebra fue otro de los pilares de la política económica de la era Thatcher. Pero la privatización era más que una manera de recuperar control sobre el déficit y reducir deuda, de mejorar la gestión. Lo realmente importante, y que también ignoramos porque lo damos por hecho, es que con Thatcher se introdujeron reguladores realmente independientes, no un brazo más de un Estado clientelista, sino unos reguladores que garantizan que las reglas de mercado son a la vez justas y transparentes.

Olvidar la base de la que partió es parte del injusto análisis que se hace a la época de Thatcher. La esperanza de vida aumentó en casi tres años entre 1980 y 1990, más que en la media de la OCDE. Curiosamente, fue la privatización de muchos servicios no esenciales la que permitió enfocarse en mejorar una seguridad social que era un auténtico desastre. ¿Era una maravilla en 1990? No. Ni hoy. Pero, de nuevo, no podemos olvidar de dónde se partía.

Ignoramos también lo que es la inflación, el impuesto silencioso, y su efecto devastador sobre la economía. En 1979 se daba por hecha, como algo “inevitable”. Bajar la inflación de un 21% al 12% fue un auténtico éxito que no se puede achacar solo al petróleo del mar del Norte, como hacen algunos. Además, dicho petróleo comienza a ser una inversión atractiva cuando los Gobiernos de Thatcher empiezan a comprender la importancia de atraer capital.

Y es ahí donde Margaret Thatcher fue, y es, un éxito rotundo. De ser un país de bajo atractivo para el inversor, el Reino Unido pasó a ser uno de los países con mayor balanza financiera positiva. Entender las dificultades de la economía y trabajar con ellas, hacer de los errores oportunidades y dejar que los sectores pujantes florezcan fue también un cambio histórico. No entorpecer, no intervenir, no usar paternalismo económico que usted paga con más impuestos. Claro que la City ha sido esencial. Pero ya existía. Thatcher contribuyó a su desarrollo como motor económico global. Hoy la City de Londres provee al país de más ingresos por impuestos que Escocia.

Coto a la casta política

Thatcher no redujo el gasto público en sus primeros años. Pero lo contuvo de manera ejemplar y luego lo redujo. Su austeridad fue atacar el gasto político, las subvenciones, los enormes costes de un Estado hipertrofiado. En el Reino Unido, uno no ve políticos con veinte asesores, chóferes, mayordomos y sequitos. Cortó muchas cabezas de muy altos cargos.

Otro de los éxitos de Thatcher fue cambiar esa casta. Hoy es primera página, dimisión y escarnio público cuando un político gasta 200 libras en cursos injustificados.

Por supuesto, donde Thatcher tuvo una absoluta clarividencia fue en rechazar la moneda única y los avances intervencionistas de Europa. Hoy nos parece normal, y hasta típico inglés, pero en aquella época la Dama de Hierro tuvo que luchar encarnizadamente contra su propio partido y la oposición para defender la libra, la independencia económica y resistirse a ser engullida por una construcción europea que ya apuntaba maneras de planificación centralizada casi-soviética.

Yo llevo muchos años viviendo en Inglaterra. La figura de Thatcher sigue generando controversia y opiniones dispares. Como todos los grandes líderes. Cometió errores, claro. Muchos. Pero, en mi opinión como observador externo, el mayor legado de la Dama de Hierro es que hoy, en este país, casi nadie, sea laborista, liberal, conservador o independiente, defiende el intervencionismo que asolaba el país en los setenta. Porque los votantes saben que no funciona. Porque nadie quiere volver a aquella Inglaterra desolada. Los principios de libertad económica, de apertura y de mercado son ya parte del ADN de un país que hace pocas décadas era un erial estatista.

No, Margaret Thatcher no era perfecta. Ni aplicó todo lo que defendía. No pudo. Pero por muchos errores que cometiera, y muchas críticas, algunas merecidas, hay mucho que los ciudadanos del Reino Unido y del mundo le debemos. Defender la libertad, el esfuerzo, ser un ejemplo de cómo se puede llegar lejos sin contar con privilegios. Haber sacado a su país del destino de ser el “enfermo de Europa”.

Siempre que voy a España me dicen que los principios de austeridad, apertura y libre mercado no se pueden aplicar porque “somos así”. El Reino Unido era “así”. Gracias a Margaret Thatcher, probablemente nunca más lo será.

Descanse en paz.

El precio de la estupidez

30/3/2013 El Confidencial

«Political choices have run out. There was a deadline, and it worked». Jeroen Dijsselbloem

«Malta and Luxembourg are not Cyprus, according to Malta and Luxembourg» (The Guardian)

No lo duden, el hombre más odiado por bancos, empresas e inversores alcistas es Jeroen Dijsselbloem, político laborista, presidente del Eurogrupo y, ojo, presidente del ESM (Mecanismo de Estabilidad Europeo). Tuvo la osadía de decir que «el acuerdo de Chipre se puede usar como modelo para otros rescates futuros” y que los depósitos superiores a 100.000 euros no están garantizados. Todavía peor, cuando Rajoy y Hollande se apresuraron a hablar de unión bancaria y seguridad, volvió al contrataque defendiendo su propuesta.

El efecto “Dijsselbloem”, también conocido de manera irónica en el mercado como “D.J. Boom”, “Dijsellblunder” o “DijsSellShort”, no se hizo esperar, generando una caída de las bolsas europeas y el sector bancario.

Decir la verdad tras años de excusas

El problema es que dijo la verdad, pero lo hizo tras años de esconderla. Y que a los líderes europeos les gusta más un micrófono que un reloj de oro.

Se supone que se usan los periodos de bonanza y (supuesta) credibilidad para solucionar los problemas. Pero no, se usan para cotorrear. Esconder y extender. En vez de poner en marcha los procesos para que la banca hiciera los cientos de miles de millones de ampliaciones de capital necesarios de manera ordenada, decidieron cambiar las reglas para “suavizar” condiciones y evitar recapitalizaciones forzosas (Basilea III). Esconder. Y esperar “que las bolsas suban”. Extender.

Todavía hay quien dice que lo que se ha hecho en Chipre (lean “Chipre y el circo europeo”) es lo que pedíamos los que defendemos los bail-in o rescates internos. No.Llevamos pidiendo ampliaciones de capital -conversión relevante de deuda en acciones-, no medidas improvisadas a última hora, con confiscación de depósitos que lleva a pánico bancario, huida de los ahorradores y depresión económica.

Se han invertido muchos meses y reuniones en la Eurozona dedicados a aguantar la respiración a ver si pasa la marea, disfrazar la fragilidad bancaria de Europa y crear mecanismos ingeniosos y creativos para dar sensación de solidez (stress tests, Basileas, EFSF, etc). Pero de donde no hay, no se puede sacar. La banca europea se encuentra con que, tras un periodo de desapalancamiento moderado, su negocio sigue siendo demasiado pesado y débil.

Como presidente del Mecanismo de Estabilidad (ESM), Dijsselbloem sabe que no hay dinero para contener un dominó de rescates bancarios como el que se puede generar en Europa si, tras Chipre, viene Eslovenia, Malta, Luxemburgo o, Dios no lo quiera, Italia o España. Así que decidió romper la baraja de la diplomacia enviando un aviso a navegantes. No hay pasta para mantener una banca que no use mecanismos de mercado para solventar sus problemas y espera ser rescatada por los gobiernos que la alimentan. ¿Estupidez? Total, si el mercado cae es “por culpa de los especuladores”, no de los líderes pirómanos de Europa.

No, a Dijsselbloem no se le escapa que los estados europeos se valen de un sector financiero sobredimensionado para “colocar” gran parte de su deuda soberana, lo que lleva a que:

a) Los estados no reduzcan sus déficits y sigan endeudándose de manera escandalosa

b) El crédito disponible lo acapare el Estado, hundiendo a empresas y familias

c) Que la banca vea en ello una manera de generar algo de margen y de paso asegurarse un rescate si la cosa se pone mal.

Probablemente, ante un círculo vicioso como el descrito, que puede llevar a la implosión de la Unión Europea por acumulación de deuda, los países “que pagan” decidieron hacer un aviso. Apagar un fuego creando otro.

Los seguros de impago (CDS) de Eslovenia se dispararon, como muestra el gráfico, desde que se supo que podría necesitar 4.000 millones de rescate. Pero, con ellos, los italianos, etc. según CMA (Credit Market Analysis), la posibilidad de que España no pague su deuda es ya del 22,98%, y el 23,14% en el caso de Italia.

Hoy la unión bancaria es impracticable

Nos dicen que la solución es la unión bancaria. Pero no se puede crear otro gigante banco “malo” europeo que se llene de activos tóxicos de miles de decenas de millones y se endeude 20 o 30 veces, como piden algunos. No se soluciona nada estableciendo mecanismos de unión de una banca hipertrofiada porque no se genera confianza sumando y escondiendo riesgo de entidades de baja capitalización. Nosotros lo deberíamos saber tras el “éxito” del FROB.

No se reduce riesgo por acumulación. Se magnifica. Y el riesgo sistémico impregna a toda la economía.

Pero si alguien tenía alguna esperanza de que se crease el Bankia europeo financiado por los países “pagafantas” para reactivar el despilfarro estatal, esos planes de crecimiento que tanto terror me inspiran, nuestro amigo holandés lo ha torpedeado. ¿Estupidez? ¿O no querer pagar más? Ya se ha rescatado a la banca española y la tasa de mora solo crece.

Pero, además, centrándonos en el caso nacional, si el Banco de España estima un paro del 27% y una caída del 1,5% del PIB en 2013, la tasa de mora y los préstamos incobrables de la banca están infraestimados. Añádase que ya hemos tenido la primera revisión al alza del déficit de 2012, que pasa del 6,7% anunciado al 6,98% del PIB, sin considerar las subvenciones a la banca, y que se estima que el déficit de 2013 volverá a ser del 6%, y tienen los ingredientes del cóctel explosivo de debilitamiento bancario y acaparamiento de crédito disponible por parte del Estado. Sumen esta situación en España a la italiana, la francesa y los comentarios del holandés no nos sonarán tan “alocados”.

Además, debemos diferenciar casos. Efectivamente, España no es Chipre. Luxemburgo tampoco es Eslovenia. Pero todos los países europeos tienen un mismo problema. Acumulan deuda soberana en bancos demasiado grandes con préstamos zombi sin resolver.

Cada uno tiene sus dificultades y sus colchones. El gráfico inferior demuestra que hay mucho “dónde cortar” antes de atacar depósitos “a la chipriota”, y a España aún le queda el colchón de 60.000 millones del rescate bancario. Pero ojo a la acumulación de deuda soberana, que todo lo fagocita.

Dijsselbloem no es un experto en finanzas, lo cual clama al cielo. Tampoco lo son, por otro lado, la mayoría de los líderes de la Eurozona, que harían bien en hacer más caso a inversores y menos a banqueros. Pero siempre asumen que los inversores son tontos alocados, cortoplacistas sin criterio que no entienden “su visión” social. Pero, ojo, que los “expertos” de la UE no han sido ninguna panacea en identificar soluciones. No olvidemos que certificaron los stress tests de los bancos, Basilea III y son los que dicen que con más déficit y más deuda se soluciona todo. Porque cobran de la hipertrofia del estado y la UE.

Cuidado con los expertos de Plan E, que lo paga usted

La realidad es:

El sector financiero europeo depende peligrosamente de que la deuda estatal sea segura.

Casi ningún sector financiero de la Unión Europea sobreviviría a una quita en la deuda soberana de su país. Y el impacto sobre empresas y ciudadanos sería enorme.

La deuda soberana no hace más que crecer en casi todos los países miembros.

Los mecanismos  de contención del riesgo y acceso al Banco Central Europeo no pueden ser una costumbre. Deben ser excepcionales.

Hace ya más de seis años que la banca europea tenía que haber reducido su endeudamiento agresivamente. Según BNP, no llega al 30%.

Los inversores no deben temer el rescate interno de bancos zombi si se hace bien. Tenemos casos como Amagerbanken (2011) y Fjordbank Mors (2011) donde los depósitos pequeños no sufrieron y los de más de 100.000 euros sufrieron quitas mínimas.

Pero para evitar riesgos, la banca europea debe aumentar capital, desinvertir y desligarse más de la deuda soberana mientras puedan. Si yo tengo razón y las cosas se ponen feas, estarán mucho mejor. Y si no tengo razón, estarán muchísimo mejor. Solucionen el balance.

Aún peor es pensar que la solución es endeudarse más. La capacidad del Banco Central Europeo de sostener a una Unión Europea donde todos juegan a forzar el rescate no es ilimitada, aunque Draghi lo diga con la boca chica. Él lo sabe –por eso guarda con prudencia sus cartuchos-. El sistema es tan frágil que las palabras de un líder europeo crean estos shocks.

Dijsselbloem no es la enfermedad. Es un síntoma de una Europa intervencionista, enferma, improvisada y donde la arrogancia y la ignorancia se unen a la hora de enfrentarse a problemas financieros. Habló demasiado, pero no mintió. Sin embargo, el precio de la estupidez de todos es mantener este círculo vicioso de deuda e intervencionismo. Porque las consecuencias son imprevisibles