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¿Puede dolarizar Milei la economía argentina?

Argentina va camino de una inflación superior al 140%, tiene una tasa de pobreza del 40% y un desajuste monetario brutal que se refleja en que el dólar no oficial, el más acercado a la realidad, cotiza casi al doble de lo que indica el artificial tipo oficial. 

¿Puede dolarizar Milei la economía argentina?

Ante el absoluto desastre monetario, Javier Milei, igual que muchos economistas argentinos, propone una dolarización. Sin embargo, en las últimas semanas se ha lanzado una campaña en varios medios en la que se intenta desacreditar la idea de la dolarización en Argentina, acudiendo a argumentos que son, como mínimo, sorprendentes.

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Un invierno difícil en EEUU

“You gave me nothing at all, now let me give it to you” Jim Steinman

Esta semana hemos analizado el riesgo griego y la posible salida de la UE del Reino Unido (los popularmente conocidos como Grexit y Brexit). Sin embargo, si hay algo que me sorprende en el análisis económico y de mercados español es la falta de análisis del tercer riesgo de la semana. Lo que llamamos el “Dovish Mistake”, el error de la Reserva Federal de haber mantenido una política demasiado expansiva cuando los datos eran favorables y, ahora, no saber reaccionar al ciclo.

En los últimos meses he tenido el honor de conversar en distintas ocasiones con Ben Bernanke, expresidente de la Reserva Federal. Mi preocupación era sencilla: el consenso de economistas ha ignorado la importancia del efecto de la revolución energética y del sector petrolero en la recuperación norteamericana, y, por lo tanto, corría el riesgo de ignorar el impacto negativo cuando empezasen a reducirse las enormes inversiones llevadas a cabo en los últimos diez años.

Efectivamente, el PIB del primer trimestre en EEUU caía un 0,7% comparado con unas expectativas –revisadas a la baja– de +0,2% y anticipaba una desaceleración que puede llevar a un posible estancamiento –o recesión como estima mi querido Juan Ignacio Crespo– para 2016-2017.
Las cifras nos muestran una significativa caída de las exportaciones (-7,5%) derivada de una gran reducción de ventas al exterior de bienes (-14%) a pesar del buen comportamiento de los servicios (+6,4%). La cifra neta de exportaciones caía un 1,9%, las inversiones un 0,21% y el gasto público local y de los estados bajaba un 0,21%.

¿Estacionalidad? No, ya que se ha ajustado. Por supuesto tiene un cierto impacto el invierno, pero hay otros elementos en el PIB de EEUU que muestran hasta qué punto se ha ignorado la relevancia del sector petrolero. Una caída del 20,8% en la inversión en estructuras y revisión de inventarios. Como hemos comentado en varias ocasiones, el impacto en el PIB de dicho sector ha sido, como mínimo, responsable del 40% del crecimiento de EEUU, incluyendo servicios, refino y producción.

Por otro lado, el consumo de las familias creció solo un 1,8% comparado con un +4,4% en el cuarto trimestre.

La revisión de inventarios –actualizar el valor de dichos productos y activos– es algo que sorprende a muchos analistas. Muchos critican el cálculo del PIB norteamericano por el excesivo peso de esa ‘cuestionable’ revalorización de activos que pesa hasta un 50% del crecimiento del PIB en varios trimestres. Por lo tanto, lo mejor es analizar las ventas finales reales (Real Final Sales) que quitan el efecto de esa decisión contable de revalorizar inventarios.

¿A dónde se han ido los billones del dinero fácil de los estímulos? A recomprar acciones y aumentar dividendos

Pues bien, dichas ventas finales reales cayeron en el primer trimestre de 2015 un 1,1%, la mayor frenada desde el primer trimestre de 2009. Hay elementos positivos, como es un consumo aún creciente, pero los componentes del PIB de EEUU no muestran la solidez de una economía que va viento en popa. De hecho, la propia Reserva Federal alerta de que la economía crece muy por debajo de su potencial. ¿Por qué? Porque quitando el sector energético mencionado, seis años de estímulos no han llevado a un aumento relevante ni de las inversiones productivas ni de los salarios reales. ¿A dónde se han ido los billones del dinero fácil de los estímulos? A recomprar acciones y aumentar dividendos. El banco central te puede acercar al río pero no obligarte a beber. Las empresas norteamericanas no han caído en la trampa del dinero barato y abundante para endeudarse e invertir a largo plazo cuando ven un escenario de sobrecapacidad y crecimiento pobre.

Las estimaciones de de crecimiento del segundo trimestre ya están bajando a un +1%. Probablemente será superior gracias a la mencionada revisión de inventarios, pero mantendremos la vista en las ventas finales. El riesgo de recesión no es pequeño.

Los miembros de la Reserva Federal a los que he tenido el placer de conocer en estos años siempre me decían que esperaban que el impacto negativo de la reducción de inversiones en petróleo y gas se compensase con un crecimiento del consumo y de las inversiones en otros sectores. Teniendo en cuenta que se necesitaría un aumento de las estimaciones de esos sectores del 80-87% solo para compensar, siempre fui escéptico ante esa visión optimista.

¿Intentarán devaluar para recuperar exportaciones? La política de “empobrecer al vecino” a través de devaluaciones, la famosa guerra de divisas, se ha mostrado ineficaz cuando tenemos 28 –veintiocho- bancos centrales aplicando medidas expansivas en todo el mundo.

Ben Bernanke comentaba que una de las fuentes de frustración de los miembros de la Reserva Federal es que los gobiernos fían todo a la política monetaria, y siempreolvidan la importancia de reformas estructurales. Tras 22 billones de dólares de estímulos, todavía habrá alguno que diga que el problema es que no se hizo suficiente.

Lecciones del desastre argentino

2/8/2014 El Confidencial

«Es una pavada atómica decir que hoy entramos en default», Axel Kicillof

Los que piensan que el dinero es una donación, que la riqueza de un país se decide en un comité gubernamental y que todo lo soluciona la maquinita de imprimir, se han pasado años poniéndolo como modelo para “salir de la crisis”, lo mismo que está llevando -de nuevo-  a Argentina a la recesión y al impago. El mal llamado “modelo social y económico inclusivo”, que es populismo despilfarrador.

Sólo hace unos años, Krugman y Stiglitz ponían como ejemplo a las políticas de Cristina Fernandez de Kirchner para Europa. Hoy, con el episodio del impago a los bonistas que no accedieron a la extorsión de la quita, leemos cosas divertidas como:

  • Argentina no hace impago “porque tiene dinero”. Pero no quiere pagar a los bonistas que no accedieron al chantaje de la quita, precisamente porque sabían que el gobierno de Argentina podía -y debía- cumplir sus compromisos.
  • Nuestro lenguaje burbujero nos lleva a llamar fondos buitre a quien quiere recuperar su dinero, y negociar a aceptar callados lo que exija el ministro. Las reestructuraciones de 2005 y 2010 no eran negociaciones, sino acuerdos de El Padrino. “Una oferta que no pueden rechazar”. Algunos dijeron “no” y los tribunales de EEUU les dieron la razón.
  • Llamar fondo buitre al que utiliza todos los medios a su alcance para hacer valer sus derechos es, cuando menos, curioso. Y no deja en buen lugar a los Estados que se convierten en “carroña”. Pero es que el Estado firmó que si pagaba al 7% que no aceptaba el chantaje, tendría que compensar al 93% restante. Y claro, un problema de 1.500 millones se convierte en uno de 15.000 millones.

Lo veamos como lo veamos, el default de Argentina es otro paso más en el triste aislamiento en que se ha metido desde la llegada del populismo de Cristina Fernandez de Kirchner.

Los que piensan que el dinero es una donación, que la riqueza de un país se decide en un comité gubernamental y que todo lo soluciona la maquinita de imprimir, se han pasado años poniéndolo como modelo para ‘salir de la crisis’ lo mismo que está llevando -de nuevo- a Argentina a la recesión y al impago

El episodio de los mal llamados fondos buitredemuestra varias cosas. Primero, que las famosas quitas e impagos no son una panacea de solución de nada. Siempre se acaba peor. El impago solo genera aislamiento y empobrecimiento mayor posterior.

Segundo, que las deudas se pagan. Siempre. Sea de manera licita -cumpliendo con los compromisos- o con una inflación desbocada -Argentina es el cuarto país del mundo con mayor inflación, 28% en 2013- que empobrece a todos. La inflación, el impuesto de los pobres.

Muchos me dicen que la inflación alta no es problema si se suben los salarios en la misma manera. No es ciertoSe hace durante un tiempo hasta que no hay recursos, y se desploma la renta disponible. Los desequilibrios que se generan explotan, y en poco tiempo.

El episodio del impago del Gobierno de Argentina es una anécdota, un subterfugio para apartar la vista de un problema mayor. Los políticos que han usado el populismo y el intervencionismo en ese gran país que es Argentina llevan a la nación de crisis en crisis e impago en impago a través de una política monetaria y estatal en la que van calentando la burbuja de una supuesta prosperidad inflacionista, hasta que estalla. Y entonces, vemos corralitos, cambios de moneda, cepos cambiarios… y vuelven a empezar, empobreciendo o arruinando en el camino a la misma población que aparentemente pretenden “defender”. Es el efecto embudo de tapar los desequilibrios gastando e imprimiendo dinero. Que acaban mal, siempre.

En España escucharán constantemente que la solución a nuestra crisis es hacer impago, aumentar el gasto público y financiarlo imprimiendo moneda -monetizando deuda, que es lo mismo-. Eso es exactamente lo que hace Argentina (grafico cortesía de Perspectivas). Un aumento de masa monetaria anual del 30%.

Leí hace poco el libro del actual ministro de economía argentino, Axel Kicillof,  titulado Volver a Keynes, fundamentos de la teoría general de la ocupación, el interés y el dinero, y es uno de los más claros exponentes de lo que yo llamo “keynesianismo selectivo”.  Es aquel que toma a Lord Keynes al pie de la letra para gastar e intervenir, pero se olvida del economista británico a la hora de bajar impuestos y recortar gasto público en época de bonanza. Ignora totalmente esas recomendaciones para justificar en la intervención estatal eterna y la política monetaria la panacea para la solución de todos los desequilibrios económicos. (Grafico cortesía de N. Cachanosky)

¿Y el paro? Al fin y al cabo, Argentina tiene un paro muy bajo, con lo que se justifica todo, ¿no? Primero, de acuerdo con la CGT, el desempleo real de Argentina duplica la cifra oficial, y es cercano al 16%. La UCES estima que el desempleo real es muy superior, cerca del 21%. Segundo, cuando el estado es el principal motor de la demanda laboral con una plantilla que ha aumentado un 50% desde 2003 -la Campora, el grupo de seguidores de Cristina Fernández, es la mayor bolsa de trabajo de Argentina-, lo que el estado te “da” supuestamente -un trabajo- se lo lleva en tus ahorros y sueldo en los sucesivos corralitos, cepos, devaluaciones e inflación.

Y el espejismo del dinero impreso no conlleva inversión ni mejora productiva. La producción industrial en mayo de 2014 ha caído un 4,9%, en su décimo mes consecutivo. La industria de maquinaria agrícola se encuentra con un 50% de capacidad instalada ociosa, en un país cuya principal actividad es el sector agropecuario. La producción de coches, una de las principales industrias, caía un 22% en el primer semestre de 2014. Las exportaciones se han contraído un 12% “a pesar” de devaluar el peso en enero un 23%. Efectivamente, si imprimir moneda fuera la llave de la prosperidad, Zimbabwe sería el país más rico del mundo.

Aislarse de los principios elementales de economía y del mundo financiero global tiene sus consecuencias:

El Gobierno argentino está inserto en su propia trampa de “ilusión monetaria”. Si impulsa medidas activas para promover el nivel de actividad y el empleo, también hará subir las importaciones utilizadas en la producción de bienes y servicios, lo cual implicaría un consumo de dólares que no tiene. De ahí que Cristina Fernández de Kirchner buscara aumentar la deuda. Pero eldefault, las nacionalizaciones confiscatorias y los mensajes anti-mercados yanti-buitres no permitirán el acceso al mercado de deuda, y provocan más restricciones externas y más “cepo cambiario”, que es como los argentinos llaman a las medidas oficiales restrictivas para evitar que los argentinos, ante las constantes devaluaciones, usen dólares en sus transacciones o inversiones.

Con una devaluación del 16,9% anual desde 2008 -como muestra el grafico-,el gobierno de Argentina solo ha conseguido que la inversión se desplome y la balanza comercial -la diferencia entre importaciones y exportaciones- empeore (un -41% en los primeros seis meses de 2014 según INDEC), por lo tanto la entrada de divisas se deteriora, llevando a un mayor cepo.

La fuerte caída del precio de la soja, principal producto exportable y generador de divisas, se suple imprimiendo más dinero para sostener unos gastos estatales que no han hecho más que crecer y, con ello, y la inflación se dispara. Es el cuarto país del mundo, tras Venezuela, Sudán e Irán, en inflación. Un 28,3% oficial en 2013 y un 35% estimado por INDEC en 2014.

Con esta política de aislamiento, gasto y expansión monetaria descontrolada, el gobierno profundiza la recesión y el déficit fiscal (5% de mínimo estimado para 2014), mientras la inflación se dispara por la acelerada emisión de moneda para financiar al Tesoro.

Esta política del gas de la risa monetario ha llevado a un nivel de pobreza del 30%, según la Universidad Católica Argentina, UCA, dado que el gobierno de Cristina Fernandez, ha decidido no medir más la pobreza “por cuestiones metodológicas”. Cuando asumió el poder en 2008 había en torno a 8 millones de pobres (26%), una cifra reducida a la mitad en el mandato de su marido Néstor. “Modelo social inclusivo”.

Hoy se acumulan 4.500 millones de dólares de importaciones ya efectuadas pendientes de liquidación. La estrategia del Banco Central es retrasar todo lo posible los pagos al exterior correspondientes a importaciones que ya fueron aprobadas con el objetivo de no perder reservas, y lleva al país a seguir cavando el agujero. Esta política muestra la extrema debilidad en materia cambiaria, y la fuerte emisión e inyección de pesos ha vuelto a alimentar la fuga hacia el dólar, que está disimulada por la intervención oficial en el mercado de cambios oficial y paralelo, pero que, aun así, no logra contenerla.

Cristina Fernández y Kicillof intentarán lanzar más políticas “activas” financiadas con emisión de moneda, lo cual implicará agregar más tensión al tipo de cambio, y aun así se estima una inflación del 35%

Cristina Fernández y Kicillof intentarán lanzar más políticas “activas” financiadas con emisión de moneda, lo cual implicará agregar más tensión al tipo de cambio -que en el sueño keynesiano se utiliza como “ancla contra la inflación”- y aun así se estima una inflación del 35%.

El episodio del impago o la pavada atómica no esconde que la recesión será brutal. Hoy se habla de -2%, pero porque el sector financiero generaba aportación positiva. En la economía real la recesión es más fuerte.

Lo comentaba hace un año en esta columna: proteccionismo y devaluación es camino de depresión.

lo curioso es que la solución de Argentina está en casa. Abandonar elclientelismo, la impresión de moneda inútil, recuperar la credibilidad, atraer capital, inversión y empleo privado, lanzar de nuevo los sectores deprimidos por la inflación y el control de cambios, incentivar el comercio desde la apertura y permitir que el país lleve a cabo la transformación a la economía líder de Latinoamérica que puede ser.

Los defensores del “keynesianismo selectivo” de gastar, imprimir y no ahorrar sólo consiguen retrasar el estallido de la burbuja unos años. Y cuando lo hace, es con enorme virulencia. Y algunos quieren aplicar “esto” en mi país.

“Darle a la maquinita y aumentar gasto público” nos recomienda alguno.Corralito y estanflación. No será que no lo hemos advertido. Las soluciones mágicas no existen.

Feliz verano. Nos escribimos en dos semanas.

La Virtuosa Economía Financiera

Articulo publicado en «El Espectador Incorrecto» el 21/5/2014

la virtuosa economia financieraEn 1694 el rey Guillermo III privatizó el Banco de Inglaterra y estableció la City de Londres, que es hoy el corazón financiero del mundo, por delante de Wall Street o Tokio. Muy pocos saben que la City es una corporación privada, con su propia constitución. Es como una ciudad dentro de otra. Tiene su propio alcalde, y sus propios órganos de gobierno, que se coordinan con la alcaldía de Londres y el estado. Fue durante muchos años, y sigue siendo, una de las industrias más importantes de Inglaterra.

Las cifras son espectaculares. Si contamos todo el sector de servicios financieros, supone el 9,6% del PIB del Reino Unido, y los asociados, seguros, legal, etc  un 4,9% adicional. El sector financiero genera un 11,6% de los ingresos fiscales del Reino Unido, 63.000 millones de libras en 2011-2012. Genera ingresos suficientes para cubrir casi el 50% del gasto público en sanidad del país.

Pues bien, la City de Londres,  que ocupa menos de 2,6 kilómetros cuadrados y cuenta con unos 400.000 profesionales y 2.500 empresas, supone un 3,7% del PIB del país y casi un 4% de los ingresos fiscales del Reino Unido.

Cuando yo empecé a trabajar en la City, hace ya diez años, circulaban en los medios de comunicación todo tipo de rumores y mitos sobre el sector financiero. La mayoría se referían a una vida de lujo y esplendor y a millones gastados por banqueros y operadores bursátiles. Era la época de la bonanza y se exageraba, mucho, sobre la vida en este mundo.

Lo que yo me encontré distaba mucho del glamour, dinero fácil y opulencia que nos vendían. Mucho trabajo, un entorno competitivo y sobre todo, un enorme capital intelectual de talento excepcional venido de todas partes del mundo, China, India, Rusia, Estados Unidos, Francia, Japón, Nigeria o España.

Sin embargo, la opinión del gran público sobre este centro financiero pasó de mágica a irreal con la crisis económica.  Era el momento de culpar de nuestros males a “los mercados” ese ente perfecto a quien culpar… Porque es alguien supuestamente muy poderoso, abstracto, que es genial porque no puede defenderse ni negarlo y no está en nuestro país. El enemigo, mejor extranjero. Y porque, en nuestro desconocimiento, damos por hecho que los intermediarios financieros son inútiles.

Los medios de comunicación hablan de la City de Londres como un centro de especulación y hasta –lo juro- blanqueo de dinero o evasión fiscal. Las acusaciones son tan delirantes que ni merece la pena entrar en ellas, cuando se cuenta con un regulador la FCA (Financial Conduct Authority) que es de los más exigentes y duros del mundo, y los casos de excesos o malas prácticas, que se dan como en cualquier actividad, se castigan con penas reales, millonarias y el ostracismo profesional.

Pero lo que los medios tienden a olvidar es la labor esencial que un centro financiero como la City cumple en el desarrollo económico, la prosperidad de familias y pequeños negocios y el crecimiento de la economía real.

La City de Londres y el sector financiero británico originan el 19% de los préstamos internacionales, más que ningún otro país. Sin ese motor, las grandes transacciones globales, inversiones en bienes de equipo y movimientos de internacionalización de empresas que consideramos esenciales para el crecimiento, no se darían en la misma medida. Serían muy inferiores.

La City es el mayor originador de préstamos a los mercados emergentes del mundo, y el mayor inversor en sus empresas, incluyendo proyectos de infraestructura, agua, telecomunicaciones y transporte. Las empresas de seguros de este pequeño gran universo  son las mayores en cobertura de proyectos en países del tercer mundo, y han pagado más de 30.000 millones de euros de reclamaciones en 2012.

Además, la City es el mayor centro del mundo en compra y venta de divisas, con un movimiento mensual de 1,5 billones de euros. Sin este engranaje, la economía de los países emergentes y los proyectos globales, que hoy consideramos como normales, simplemente serían imposibles. Porque tener grandes centros financieros donde se toman y analizan los riesgos a nivel global ayuda a poner en contacto a grandes inversores con los países y empresas que necesitan capital.

La importancia de los centros financieros como facilitadores de liquidez es enorme. Cuando decidimos sacar dinero de un cajero o vender una acción o comprar un producto financiero asumimos que se va a dar inmediatamente. La liquidez se da por hecha, y no valoramos el sistema que la garantiza.

Y la industria de fondos de inversión, que gestiona casi 1,5 billones de euros en este país, aparte de ofrecer rentabilidad a fondos de pensiones y ahorradores en un entorno competitivo donde los inversores pueden buscar al mejor gestor dentro de un enorme abanico, también dota de liquidez y financiación a empresas con dificultades o inversores de países con regímenes difíciles, más de 300.000 millones de euros en 2012.

Otro elemento que se manipula con cierta frecuencia en los medios son los salarios y las jornadas de los trabajadores de este sector.

En el año 2007 la City de Londres empleaba a unas 420.000 personas. La cantidad total destinada a compensaciones por beneficios a ejecutivos, lo que se llama el “bonus pool” alcanzó los 6.400 millones de libras. En 2012 el “bonus pool” cayó un 33%, según el Centre for Economics & Business Research Ltd y se estima que ha sido de 1.600 millones de libras en 2013, cuatro veces inferior al nivel que se alcanzó en 2007. La remuneración es, por supuesto, generosa acorde a unos objetivos reales de beneficios, pero se olvida también que cada año se despide a miles de profesionales, en la industria de los fondos de inversión casi el 30% anual, por no alcanzar los resultados acordados.

Lo he comentado en muchas ocasiones en los medios, en la City trabajamos en un entorno muy competitivo, pero libre. Nadie está aquí por obligación. Se reciben hasta 500 solicitudes por vacante en los grandes bancos de inversión. El trabajo en la City es duro, y se recompensa –muy bien– por resultados, si se alcanzan los objetivos. Pero los horarios extenuantes son una ficción. Se valora la gestión del tiempo individual. Todos hemos tenido que trabajar muchas horas y varios fines de semana, pero también lo hacen los pequeños empresarios, los escritores, los músicos o los periodistas.

Sin embargo el ciudadano sigue hablando de la malvada economía financiera como contrapartida a la “economía real”. Como si la financiación de proyectos industriales la facilitase el Dios del viento.

¿Por qué se necesitan bancos, instituciones financieras o fondos de inversión? Los ahorradores pueden prestar a las empresas y al estado directamente sin necesidad de intermediarios. ¿Cierto?. No. Porque los intereses y el periodo de maduración y liquidez requerida entre ofertantes de dinero y demandantes son completamente distintos. Y el tiempo requerido para juntarlos  y ponerlos de acuerdo sería imposible de gestionar sin una enorme red de distribución como la de los bancos de inversión.

En mi libro “Nosotros, los Mercados” (Deusto 2013) lo explico. Las empresas y los gobiernos son vendedores en el mercado. Venden su producto a los compradores, los inversores y ciudadanos, que también son consumidores de la “mercancía” que venden dichas entidades. Esto es muy importante entenderlo, porque no comprender la naturaleza vendedora de algunos participes nos puede llevar a malinterpretar o sobreestimar las posibilidades del sistema económico si “eliminamos los centros financieros”.

Entre vendedores y compradores hay una serie de agentes, intermediarios, que facilitan las operaciones de comercio financiero.  Dichos intermediarios también participan como vendedores de su producto.

Muchos de estos intermediarios se concentran en los bancos de inversión y bancos tradicionales. Bancos que además ofrecen análisis de renta fija y variable, estudios económicos y servicios corporativos ayudando a las empresas y estados a acceder a los mercados, para emitir acciones y deuda.

Los bancos, en este engranaje, son como el aceite para el motor. Son una parte fundamental para que el sistema financiero funcione adecuadamente. Nos olvidamos de ellos cuando todo va bien porque la liquidez y el acceso inmediato a operaciones son cosas que damos por hechas. Cuando un cliente decide vender o comprar, no duda jamás de que vaya a encontrar contrapartida. Solo nos acordamos de los bancos para lo malo, que por supuesto debe conocerse y solucionarse.

Si los gobiernos, las empresas y los bancos de inversión son vendedores e intermediarios, los ahorradores e inversores son los clientes. Toman riesgo. Y como clientes, tienen todo el derecho a ser exigentes con la calidad de lo que compran.

Cuando se olvida que el mercado es una relación vendedor-producto-cliente y empezamos a exigir un supuesto derecho adquirido a que nos compren nuestra mercancía aunque sea de mala calidad es cuando empezamos a romper la cadena de valor y confianza. Y el capital desaparece. Sin grandes centros financieros, lo que hoy llamamos ‘crisis de liquidez’ sería un cataclismo insuperable.

Los grandes centros financieros, Nueva York, Tokio, Frankfurt… y la City son absolutamente esenciales para mantener en marcha la maquinaria de la economía. Sin ellos, el mundo ideal que algunos nos intenta vender no solo no se daría, sino que la perdida del acceso a crédito del que vive la economía de todo el mundo  relegaría a los países más desfavorecidos al hundimiento, y el comercio global a un estancamiento no deseado por nadie. Atraer capital no es fácil, poner en contacto a inversores y empresas con objetivos similares no es un juego de niños, y originar complejos préstamos y financiación de proyectos no se hace por arte de magia. No es casualidad que los enormes bancos públicos globales, desde China a Rusia, y bancos centrales del mundo acudan a los grandes operadores internacionales privados en la City o Wall Street para poner en marcha sus operaciones más importantes. Saben que las decenas de miles de millones de dólares necesarios para cualquier gran proyecto necesitan el soporte de una potente industria financiera global flexible, abierta y dinámica.

Daniel Lacalle es economista y gestor de fondos. Autor de ‘Nosotros, los Mercados’ y ‘Viaje a la Libertad Económica’ (Deusto 2013)