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El gran problema del Impuesto de Sociedades
¿Se han preguntado por qué en medio de un bloqueo político sin precedentes no se ha dado la menor discusión a la hora de aumentar el pago anticipado del Impuesto de Sociedades? Tenemos un problema en general en cuanto a la percepción de los impuestos. Se ignora -o se quiere ignorar- de dónde vienen. Sin un sector privado potente y rentable no hay sector público. Los ingresos por Impuesto de Sociedades no se “desploman” por culpa de un partido.
Primero, repitamos el efecto estacional. El 84% de la recaudación de Impuesto de Sociedades de 2015 se generó entre agosto y diciembre. Hablar de desplomes sin analizar el impacto de las liquidaciones mensuales es simplemente equivocado. Pero lo más importante es que los ingresos han caído porque los beneficios empresariales han bajado. Y debería preocuparnos la debilidad de beneficios en un entorno de recuperación. Lo hemos comentado para muchas economías (lean Recesión de beneficios, un peligro real).
Una sociedad que piensa en las empresas como cajeros y no se preocupa de que los beneficios crezcan y tengamos más grandes empresas ni recauda ni prospera.
Unos políticos realmente preocupados por su país deberían estar alarmados y organizando reuniones diarias para analizar y solventar el problema de recesión de beneficios que vivimos. Y buscando la manera de apoyar para solventarlo. No pensando en cómo rascar un céntimo adicional de lo que queda. Lo explicamos hace un tiempo aquí: el problema de España es que tenemos muy pocas grandes empresas, muy cíclicas y con rentabilidades muy pobres.
Los ingresos fiscales no van a aumentar subiendo impuestos porque los beneficios se estancan. Rascar de lo que queda sólo lleva a que la inversión productiva caiga y los beneficios reales empeoren. Según el Banco de España, el resultado ordinario neto ha caído un 5,9% con respecto al primer semestre de 2015. Pero es que, además, las empresas del Ibex muestran una caída de beneficios en el último dato reportado del 12,5% y, lo que es más preocupante, más de la mitad generan rentabilidades inferiores a su coste de capital en España.
Cuatro empresas suponen casi el 40% de los beneficios del Ibex y llevan una caída de beneficios de entre un 31 y un 40%. Debería preocupar, y mucho, a los políticos que la recaudación dependa de unos beneficios tan débiles, con unos balances aún frágiles, y que un factor, el sector del refino, genere semejante caída de la cifra agregada.
Me preocupa mucho que en el parlamento la enorme mayoría de los partidos se estén mesando los cabellos porque no se cumplen las recaudaciones de hoja de Excel que se habían inventado. Ya saben vds. que toman la cifra récord de 2015 y la aumentan cada año un 10-20% como si fuera la gallina de los huevos de oro. Y la gallina tiene un problema.
– Los beneficios de las grandes empresas alcanzaron un máximo histórico de 55.000 millones de euros en 2007, con una exposición al ciclo preocupante y un nivel de endeudamiento excesivo.
– Los beneficios de las grandes empresas no han alcanzado el nivel de 2007 y, a pesar de que han hecho un esfuerzo incuestionable por reducir deuda, hasta niveles de 2007, la rentabilidad del negocio sigue siendo en la mayoría muy inferior a su coste de capital.
– Un sector bancario extremadamente debilitado por los tipos de interés negativos, la ralentización global y la bajísima rentabilidad de su negocio.
– Un sector industrial poblado por conglomerados estilo “keiretsu japonés”, muy similar también a los conglomerados europeos. Pero tanto el tamaño de las empresas, muy inferior a sus comparables líderes, como su rentabilidad sobre el capital empleado nos muestran la debilidad de los beneficios.
Si miramos a EEUU comparado con Europa o España entenderemos el problema de la debilidad de los conglomerados. No dan seguridad ni tampoco pueden soportar la creciente carga impositiva a la que se les somete. Luego viene un genio y decide que hay que eliminarles las deducciones y subirles los impuestos., y con ello se carga la inversión y tampoco recauda lo que le sale en la hoja de Excel.
En EEUU hace diez años las diez primeras empresas eran conglomerados como los europeos, hoy, los primeros puestos están copados por empresas tecnológicas, de alto valor añadido.
Nos encontramos con varios problemas. Grandes empresas que son en realidad bastante pequeñas comparativamente para competir a nivel global -con honrosas excepciones, pero pocas-. Empresas medianas que no crecen por el tsunami burocrático e impositivo al que se les somete en cuanto salen del caparazón. España tiene una de las tasas de transición de pequeña a gran empresa más bajas de la OCDE.
Un componente cíclico evidente. El aumento de los beneficios empresariales en España sigue una correlación casi perfecta con los ciclos macroeconómicos globales. La evidente diversificación e internacionalización de las empresas no ha reducido ese componente, porque la gran mayoría de las inversiones en el extranjero han sido pro-cíclicas.
Enormes desincentivos desde la política impositiva a la inversión en innovación y tecnología.
Luego, como miramos sólo a nuestro país, pensamos que tenemos gigantes líderes globales y recurrimos al engaño de que las grandes empresas no pagan lo suficiente (lean aquí). No es un problema sólo español, lo estamos viendo, con creces, en Italia o Francia. La demonización de la gran empresa, sumada al expolio de las medianas, nos lleva al estancamiento.
A los sucesores del Sheriff de Nottingham que buscan arrancar una moneda más de lo que queda, les daré de antemano la mala noticia. Subiendo impuestos no van a reducir el déficit. España ha sido deficitaria todos los años menos tres desde 1980. Porque todo lo que se recauda se gasta, y con creces. En 2015 subieron los ingresos más que el PIB nominal y gastamos mucho más. Para sostener el Estado de Bienestar hay que tener empresas potentes, beneficios crecientes y rentabilidad inversora. Atraer capital, no detraerlo.
Los que abogan por la represión fiscal son los mismos que hacen que ese Estado de Bienestar que fingen defender se haga insostenible, y quiebre. El agujero fiscal no se va a solucionar con políticas que desincentiven el crecimiento. Incumplirán los ingresos estimados y volverán a desincentivar el cambio.
Señores políticos, no se pongan tan fácilmente de acuerdo en rascar del fondo del barril, faciliten que el barril se llene.
Vídeo: El impacto económico de Trump y Clinton.
En esta ocasión comentamos el impacto económico que tendrían las políticas de Trump y Clinton en los EE.UU.
Recomiendo leer el artículo que publicamos sobre el legado que les deja Obama.
Malditos especuladores
He empezado a preocuparme (nótese la ironía). Cuando un equipo directivo acude al enemigo exterior, al chivo expiatorio de “los especuladores” para justificar su caída en bolsa, la experiencia me dice que algo va mal en palacio.
En más de veinticinco años de experiencia, he aprendido que:
1. Cuando una empresa dice que la caída de su acción es por «culpa de los especuladores», busca ocultar su gestión. Y casi siempre empeora desde el día en que pronuncian esas fatídicas palabras. Los mismos que culpan a los «especuladores» de las caídas, desligándolo de su gestión, se apuntan siempre el 100% de las subidas diciendo que es por su buena gestión. Como si los “especuladores” no compraran.
2. Es peligroso que, en comunicación corporativa, se acuda al enemigo exterior insultando a tus propios inversores. Sobre todo cuando la caída se genera por una necesidad de capital que tendrás que cubrir acudiendo a los mismos a los que llamas zopencos y cortoplacistas.
3. Si la reacción bursátil es injustificada, es el momento perfecto para que esos directivos renuncien a su compensación fija y liguen el 100% de su remuneración a la acción. Nada como firmar cheques con palabras que tu bolsillo no cubre.
Esta semana se cumple la trigésimo cuarta semana consecutiva de salida de capitales de la bolsa europea. Más de 91.000 millones de euros en lo que va de año en salidas netas de capital de fondos de renta variable europea, según Morgan Stanley.
Que eso coincida con el mayor enchufe de gas de la risa monetario de la historia no es casualidad. Los tipos a cero o negativos destruyen a una banca muy frágil, la enorme liquidez perpetúa los desequilibrios y la mala asignación de capital a sectores deficitarios y, como dijimos desde que se lanzó, las reformas estructurales y esfuerzos para fortalecerse se relajan con la alegría de la nada monetaria. Y eso no es culpa de Deutsche Bank. Al menos no solo.
La política monetaria es una herramienta, no una solución mágica. Europa, como Japón, se ha acostumbrado al exceso de liquidez como si todo lo demás –sobrecapacidad, baja rentabilidad, demografía, exceso de deuda pública, debilidad de balances- se pudiera disfrazar bajo la salsa de chocolate del “a largo plazo todo sube”. Y nos ha pillado el toro echándonos la siesta en medio de la plaza. Olvidando que esa política monetaria era una herramienta para reforzar reformas estructurales que eran inaplazables, no para ignorarlas.
Esta semana hemos comentado el caso del gigante bancario alemán (lean) y el riesgo de ignorar la acumulación de desequilibrios basado en la fe del gas de la risa monetario. Pero centrar los problemas bursátiles actuales de la banca –o la imposibilidad de sacar a bolsa una subsidiaria de una máquina de destrucción de valor- en la entidad alemana tiene un componente muy similar al socorrido “los especuladores”.
Echar la culpa a Deutsche Bank de la debilidad europea es el mismo cuento, el mismo chivo expiatorio que “los especuladores” o “los mercados”. Como si los bancos italianos, franceses o portugueses fuesen un oasis de gestión modélica y balance sólido. Como si tuvieran amnesia los inversores que se han negado a comprar la salida a bolsa de una subsidiaria de una empresa que ha hundido a los que participaron en sus anteriores subsidiarias cotizadas.
Echar la culpa a los bancos de nuestros problemas mientras exigimos que presten mucho más ignorando el riesgo es, como mínimo, entretenido. Merece la pena recordar que la situación de liquidez del banco alemán es de más de 223.000 millones de euros, más del triple de lo que era en 2007. El ratio de cobertura de liquidez en condiciones extremas es de 124%, casi el doble de lo exigido por la regulación. Esa misma regulación que les exige prestar más y con mayor riesgo y que incentiva prestar a gobiernos exigiendo mucho menos capital que lo que exige para prestar a empresas.
Decir que la entidad alemana no ha hecho un esfuerzo por reforzar su balance es injusto, cuando ha aumentado capital de máxima calidad a razón de casi un 1% adicional anual. Eso pone en cuestión el riesgo de un “Lehman” pero no esconde las enormes dificultades de capitalización y rentabilidad en un entorno de debilidad generalizada. Y la exageración de lo primero nos lleva a ignorar la realidad de lo segundo.
Curioso que nadie se lanzase a preocuparse de que las acciones de ciertas entidades se dispararan cuando se lanzaba el bazooka especulativo más grande de la historia de la UE, casi un billón de euros anual del BCE. Eso no eran “especuladores”. Eran astutos inversores que reconocían la buena gestión.
Sorprendente que pocos se llevaran las manos a la cabeza ante el hecho de que se bajasen los tipos de interés a casi negativo. Que se generase la mayor burbuja de la historia en deuda soberana, con estados al borde de la quiebra emitiendo a tipos casi cero. Y que se afirmase, con toda la cara del mundo, que esa política beneficia a la banca, mientras se desploman sus márgenes.
Raro que pocos se preocupasen de que, año tras año, las estimaciones de crecimiento de beneficio se revisaran a la baja en todo el Eurostoxx, hasta llevarnos a cinco años de crecimiento cero, pero las acciones subieran porque “el año que viene va a ser espectacular”.
–Malditos especuladores. Habrá que lanzar otro plan monetario. Eso no es especular, inundar de dinero para estimular una nueva burbuja de deuda. Eso es por nuestro bien.
–Malditos especuladores. La industria completa Hedge Funds gestiona en total el equivalente a menos de un año de política monetaria de los bancos centrales pero ellos, los Hedge Funds, tienen la culpa de todo. Como si fuesen todos juntos como el coro de Nabucco.
–Malditos especuladores. No compran acciones donde la generación de caja cae un 50% y los beneficios se revisan a la baja un 30% anual.
–Malditos especuladores. Nuestra acción está muy barata, a descuento sobre el valor en libros, pero no podemos vender nuestras joyas de la corona a su valor en libros. Vaya por Dios.
-Malditos especuladores. No se creen nuestro altísimo dividendo porque se les ocurre- qué cosas tienen- mirar al balance y la generación de caja y ver que no cuadra con semejante gasto.
-Malditos especuladores, que no hacen lo que ponía en la hoja Excel del que decía que creando dinero masivamente se crea riqueza.
Igual que en 2011, intentaremos cerrar en falso una crisis de problemas estructurales con más liquidez. Igual que hace casi tres décadas en Japón. Igual que se hace siempre.
Y pensaremos que el resultado será distinto. Y saltará. Pero a ojos del ciudadano medio ya habremos creado los chivos expiatorios para justificar que hay que repetir y que la solución –por supuesto- es hacer muchísimos elefantes blancos donde no hacen falta… Sorpresa, como los que pueblan la cartera de proyectos financiados de difícil cobro de los bancos que criticamos.
¿Quién es más especulador que el que se gasta los ingresos fiscales de varias generaciones en perpetuar los desequilibrios de hoy? ¿Quién es más especulador que el que afirma que va a generar crecimiento espectacular dilapidando miles de millones en gasto corriente e inversiones improductivas?
No se preocupen. La culpa será de los malditos especuladores. No ellos, que sí que saben. Y repetiremos. No hemos aprendido nada. Malditos especuladores.