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La Razon 21/9/2014

La-Razon-SeptiembreEspaña debe recuperar renta disponible a familias y empresas que son las que van a relanzar el consumo y la contratación. Eso solo se consigue reduciendo impuestos y cortando gastos innecesarios. Continuar con las reformas y reforzar el modelo exportador para recuperar el superávit comercial.

Europa lleva muchos años en un periodo de estancamiento prolongado. La japonizacion de Europa no es una novedad, llevamos mucho tiempo -desde 2007- y viene derivada de unas políticas de estimulo y planes industriales de 2007 a 2010 que han generado unas de las presiones fiscales y costes energéticos mas altos de la OCDE, enorme sobrecapacidad y una deuda y gasto publico insostenible, que es superior al 49% del PIB.  La combinación de altos impuestos, intervencionismo y barreras al emprendimiento no se solucionan con políticas monetarias. Hace falta un cambio estructural, devolver Europa a la apertura, la competitividad y facilitar la creación de empresas, la sustitución de sectores decadentes como la construcción por mayor valor anadido e innovacion real, privada, no esas inútiles políticas estatales de I+D que solo suponen gasto político y deuda.

 

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Entrevista en TV Castilla La Mancha sobre Escocia

En la que hablo de las secesiones y su impacto economico.

Los impactos son importantes:

Caída del crecimiento: Todos los análisis relativamente conservadores indican una reducción de las estimaciones de crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB) del 20%, un estancamiento o caída de hasta el 30% de las inversiones –sobre todo en energía– y el riesgo de crear dos países altamente deficitarios (What Would Happen After a Yes, Citigroup).
Aumento del déficit: Sí, porque la separación empeora al incluirse todas las administraciones, cargas y gastos de duplicar nuevos organismos. Dos estados, Escocia y el resto del Reino Unido, que pasarían a ser de los mayores déficits fiscales y comerciales de la OCDE. Escocia por aumentar sus gastos administrativos y Reino Unido al perder en su balanza comercial parte de los ingresos del petróleo del Mar del Norte. Escocia, además, pretende replicar todos los organismos reguladores y estatales. Y eso significa más gasto en una zona que supone el 9,3% de los gastos del Reino Unido, pero solo un 9% de los ingresos.
Fuga de capitales: Royal Bank of Scotland (RBS), Lloyds y algunos de los mayores fondos de inversión de Edimburgo anunciaban que abandonarían Escocia. Credit Suisse lo mencionaba en un informe del 11 de septiembre: “Cuando la viabilidad de un nuevo país se cuestiona, los flujos financieros y de capital son el mayor elemento de incertidumbre. El problema no es mantener el país dentro de la moneda, sino mantener el dinero en el país (“the problem is keeping the currency in the country, not keeping the country in the currency”).” Las estimaciones sobre pérdida de capitales se mueven entre 20.000 y 100.000 millones de libras [2]. Con un sector financiero en Escocia que supone más del 1.200% del PIB, la pérdida de una parte es un enorme impacto en su crecimiento, empleo e ingresos fiscales.

Caída de inversiones en petróleo y renovables: Más de 23.000 millones de libras en proyectos renovables se pararían ante la incertidumbre de saber cómo y quién pagaría las primas. Las grandes empresas como Scottish & Southern, Infinis o Scottish Power (participada de Iberdrola) ya han comentado el riesgo de ese estancamiento. Incluso los analistas estiman grandes pérdidas de empleo, ya que casi todo el plan de inversiones es de crecimiento 2015-2018. En petróleo es peor, porque tanto los independentistas como los unionistas cuentan con unos ingresos más que optimistas. Los ingresos de Escocia por el petróleo se han movido entre los 11.600 y los 5.600 millones de libras, como mucho un 21% de los ingresos fiscales. Con unos impuestos confiscatorios (60%), la producción del Mar del Norte ha caído de manera relevante por la falta de inversión exploratoria. Empresas como Enquest, Centrica, BG o Premier simplemente no invierten para perder dinero y temen una subida de impuestos ante una independencia para intentar tapar el agujero de déficit antes comentado.
Caída de las exportaciones: Es malo para el resto del Reino Unido porque Escocia sería el equivalente a un 4% de sus exportaciones, y una caída de las mismas afecta a la economía de la isla.
Una nueva moneda: Los independentistas ya han dicho que no van a usar la libra. Unirse al euro es entregarse a la política franco-alemana que se critica día a día en la TV. Una enorme devaluación es un problema financiero en una economía ultra-endeudada en libras y dólares, ya que se hunde la capacidad de pago.
Reino Unido se sale de la UE: Si hubiera ganado el independentismo, el resto del Reino Unido es en su mayoría conservador del ala anti-UE. No tardaría en decidir salir de una Unión Europea de la que es contribuyente neto positivo, dejando Europa con mayores dificultades para financiarse y sufriendo todos -la isla y la Eurozona- de la caída inevitable del comercio.

 

Me contaban un chiste en Edimburgo en el que un feligrés sale de misa y le dice al cura “tengo dudas con mi fe, la iglesia promete que Dios me va a dar el paraíso pero también lo promete Salmond” (el líder independentista). Y es que el sueño socialista de una Escocia independiente se vende como una especie de enorme regalo social en el que se van a aumentar los puestos públicos, los salarios, las pensiones y la seguridad social a costa de unos ingresos inventados. No solo asumen unos precios del petróleo muy superiores a los actuales, sino que la producción se dispararía mágicamente y no se produciría ninguna fuga de capitales. Por supuesto, no asumen aumentos de primas de riesgo, ni menor acceso a los mercados. Unicornios.

Y la realidad es que no existen secesiones expansivas. Lo más que se puede esperar es una evolución en forma de V, es decir, que los años de recesión y recortes se recuperen después. La media de recuperación a ‘cero’ son siete años. No ha habido ni un sólo caso en el pasado en el que la independencia no haya venido acompañada de una caída inicial enorme de actividad y de las prestaciones sociales.

En España ya hemos visto el efecto contagio, aunque aún sea moderado. Como explicaba El Confidencial, las primas de riesgo, tras meses de tranquilidad, se disparaban. La rentabilidad del bono a 10 años subía un 15%, y en los bonos a dos años, el 80%. La prima de riesgo de los bonos de Cataluña –el diferencial con el bono alemán– es ya, incluyendo Fondos de Liquidez Autonómica (FLA) y el BCE apoyando, el doble que la del estado español. Como comentaba en 2012 en “Independencia: desastre para Cataluña y el resto de España”, seguimos creyendo que la separación es expansiva, cuando las partes separadas siempre son menos que el todo.

La independencia de una región o un país podrá defenderse por razones personales o emocionales, pero no económicas. No se trata de decir si es viable como país independiente, que lo sería, pero a muy largo plazo y tras una factura difícil de asumir cuando lo que prometen es “más estado de bienestar”, ya que sería menor. Se trata de qué coste estamos dispuestos a asumir por esa independencia.

 

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La Virtuosa Economía Financiera

Articulo publicado en «El Espectador Incorrecto» el 21/5/2014

la virtuosa economia financieraEn 1694 el rey Guillermo III privatizó el Banco de Inglaterra y estableció la City de Londres, que es hoy el corazón financiero del mundo, por delante de Wall Street o Tokio. Muy pocos saben que la City es una corporación privada, con su propia constitución. Es como una ciudad dentro de otra. Tiene su propio alcalde, y sus propios órganos de gobierno, que se coordinan con la alcaldía de Londres y el estado. Fue durante muchos años, y sigue siendo, una de las industrias más importantes de Inglaterra.

Las cifras son espectaculares. Si contamos todo el sector de servicios financieros, supone el 9,6% del PIB del Reino Unido, y los asociados, seguros, legal, etc  un 4,9% adicional. El sector financiero genera un 11,6% de los ingresos fiscales del Reino Unido, 63.000 millones de libras en 2011-2012. Genera ingresos suficientes para cubrir casi el 50% del gasto público en sanidad del país.

Pues bien, la City de Londres,  que ocupa menos de 2,6 kilómetros cuadrados y cuenta con unos 400.000 profesionales y 2.500 empresas, supone un 3,7% del PIB del país y casi un 4% de los ingresos fiscales del Reino Unido.

Cuando yo empecé a trabajar en la City, hace ya diez años, circulaban en los medios de comunicación todo tipo de rumores y mitos sobre el sector financiero. La mayoría se referían a una vida de lujo y esplendor y a millones gastados por banqueros y operadores bursátiles. Era la época de la bonanza y se exageraba, mucho, sobre la vida en este mundo.

Lo que yo me encontré distaba mucho del glamour, dinero fácil y opulencia que nos vendían. Mucho trabajo, un entorno competitivo y sobre todo, un enorme capital intelectual de talento excepcional venido de todas partes del mundo, China, India, Rusia, Estados Unidos, Francia, Japón, Nigeria o España.

Sin embargo, la opinión del gran público sobre este centro financiero pasó de mágica a irreal con la crisis económica.  Era el momento de culpar de nuestros males a “los mercados” ese ente perfecto a quien culpar… Porque es alguien supuestamente muy poderoso, abstracto, que es genial porque no puede defenderse ni negarlo y no está en nuestro país. El enemigo, mejor extranjero. Y porque, en nuestro desconocimiento, damos por hecho que los intermediarios financieros son inútiles.

Los medios de comunicación hablan de la City de Londres como un centro de especulación y hasta –lo juro- blanqueo de dinero o evasión fiscal. Las acusaciones son tan delirantes que ni merece la pena entrar en ellas, cuando se cuenta con un regulador la FCA (Financial Conduct Authority) que es de los más exigentes y duros del mundo, y los casos de excesos o malas prácticas, que se dan como en cualquier actividad, se castigan con penas reales, millonarias y el ostracismo profesional.

Pero lo que los medios tienden a olvidar es la labor esencial que un centro financiero como la City cumple en el desarrollo económico, la prosperidad de familias y pequeños negocios y el crecimiento de la economía real.

La City de Londres y el sector financiero británico originan el 19% de los préstamos internacionales, más que ningún otro país. Sin ese motor, las grandes transacciones globales, inversiones en bienes de equipo y movimientos de internacionalización de empresas que consideramos esenciales para el crecimiento, no se darían en la misma medida. Serían muy inferiores.

La City es el mayor originador de préstamos a los mercados emergentes del mundo, y el mayor inversor en sus empresas, incluyendo proyectos de infraestructura, agua, telecomunicaciones y transporte. Las empresas de seguros de este pequeño gran universo  son las mayores en cobertura de proyectos en países del tercer mundo, y han pagado más de 30.000 millones de euros de reclamaciones en 2012.

Además, la City es el mayor centro del mundo en compra y venta de divisas, con un movimiento mensual de 1,5 billones de euros. Sin este engranaje, la economía de los países emergentes y los proyectos globales, que hoy consideramos como normales, simplemente serían imposibles. Porque tener grandes centros financieros donde se toman y analizan los riesgos a nivel global ayuda a poner en contacto a grandes inversores con los países y empresas que necesitan capital.

La importancia de los centros financieros como facilitadores de liquidez es enorme. Cuando decidimos sacar dinero de un cajero o vender una acción o comprar un producto financiero asumimos que se va a dar inmediatamente. La liquidez se da por hecha, y no valoramos el sistema que la garantiza.

Y la industria de fondos de inversión, que gestiona casi 1,5 billones de euros en este país, aparte de ofrecer rentabilidad a fondos de pensiones y ahorradores en un entorno competitivo donde los inversores pueden buscar al mejor gestor dentro de un enorme abanico, también dota de liquidez y financiación a empresas con dificultades o inversores de países con regímenes difíciles, más de 300.000 millones de euros en 2012.

Otro elemento que se manipula con cierta frecuencia en los medios son los salarios y las jornadas de los trabajadores de este sector.

En el año 2007 la City de Londres empleaba a unas 420.000 personas. La cantidad total destinada a compensaciones por beneficios a ejecutivos, lo que se llama el “bonus pool” alcanzó los 6.400 millones de libras. En 2012 el “bonus pool” cayó un 33%, según el Centre for Economics & Business Research Ltd y se estima que ha sido de 1.600 millones de libras en 2013, cuatro veces inferior al nivel que se alcanzó en 2007. La remuneración es, por supuesto, generosa acorde a unos objetivos reales de beneficios, pero se olvida también que cada año se despide a miles de profesionales, en la industria de los fondos de inversión casi el 30% anual, por no alcanzar los resultados acordados.

Lo he comentado en muchas ocasiones en los medios, en la City trabajamos en un entorno muy competitivo, pero libre. Nadie está aquí por obligación. Se reciben hasta 500 solicitudes por vacante en los grandes bancos de inversión. El trabajo en la City es duro, y se recompensa –muy bien– por resultados, si se alcanzan los objetivos. Pero los horarios extenuantes son una ficción. Se valora la gestión del tiempo individual. Todos hemos tenido que trabajar muchas horas y varios fines de semana, pero también lo hacen los pequeños empresarios, los escritores, los músicos o los periodistas.

Sin embargo el ciudadano sigue hablando de la malvada economía financiera como contrapartida a la “economía real”. Como si la financiación de proyectos industriales la facilitase el Dios del viento.

¿Por qué se necesitan bancos, instituciones financieras o fondos de inversión? Los ahorradores pueden prestar a las empresas y al estado directamente sin necesidad de intermediarios. ¿Cierto?. No. Porque los intereses y el periodo de maduración y liquidez requerida entre ofertantes de dinero y demandantes son completamente distintos. Y el tiempo requerido para juntarlos  y ponerlos de acuerdo sería imposible de gestionar sin una enorme red de distribución como la de los bancos de inversión.

En mi libro “Nosotros, los Mercados” (Deusto 2013) lo explico. Las empresas y los gobiernos son vendedores en el mercado. Venden su producto a los compradores, los inversores y ciudadanos, que también son consumidores de la “mercancía” que venden dichas entidades. Esto es muy importante entenderlo, porque no comprender la naturaleza vendedora de algunos participes nos puede llevar a malinterpretar o sobreestimar las posibilidades del sistema económico si “eliminamos los centros financieros”.

Entre vendedores y compradores hay una serie de agentes, intermediarios, que facilitan las operaciones de comercio financiero.  Dichos intermediarios también participan como vendedores de su producto.

Muchos de estos intermediarios se concentran en los bancos de inversión y bancos tradicionales. Bancos que además ofrecen análisis de renta fija y variable, estudios económicos y servicios corporativos ayudando a las empresas y estados a acceder a los mercados, para emitir acciones y deuda.

Los bancos, en este engranaje, son como el aceite para el motor. Son una parte fundamental para que el sistema financiero funcione adecuadamente. Nos olvidamos de ellos cuando todo va bien porque la liquidez y el acceso inmediato a operaciones son cosas que damos por hechas. Cuando un cliente decide vender o comprar, no duda jamás de que vaya a encontrar contrapartida. Solo nos acordamos de los bancos para lo malo, que por supuesto debe conocerse y solucionarse.

Si los gobiernos, las empresas y los bancos de inversión son vendedores e intermediarios, los ahorradores e inversores son los clientes. Toman riesgo. Y como clientes, tienen todo el derecho a ser exigentes con la calidad de lo que compran.

Cuando se olvida que el mercado es una relación vendedor-producto-cliente y empezamos a exigir un supuesto derecho adquirido a que nos compren nuestra mercancía aunque sea de mala calidad es cuando empezamos a romper la cadena de valor y confianza. Y el capital desaparece. Sin grandes centros financieros, lo que hoy llamamos ‘crisis de liquidez’ sería un cataclismo insuperable.

Los grandes centros financieros, Nueva York, Tokio, Frankfurt… y la City son absolutamente esenciales para mantener en marcha la maquinaria de la economía. Sin ellos, el mundo ideal que algunos nos intenta vender no solo no se daría, sino que la perdida del acceso a crédito del que vive la economía de todo el mundo  relegaría a los países más desfavorecidos al hundimiento, y el comercio global a un estancamiento no deseado por nadie. Atraer capital no es fácil, poner en contacto a inversores y empresas con objetivos similares no es un juego de niños, y originar complejos préstamos y financiación de proyectos no se hace por arte de magia. No es casualidad que los enormes bancos públicos globales, desde China a Rusia, y bancos centrales del mundo acudan a los grandes operadores internacionales privados en la City o Wall Street para poner en marcha sus operaciones más importantes. Saben que las decenas de miles de millones de dólares necesarios para cualquier gran proyecto necesitan el soporte de una potente industria financiera global flexible, abierta y dinámica.

Daniel Lacalle es economista y gestor de fondos. Autor de ‘Nosotros, los Mercados’ y ‘Viaje a la Libertad Económica’ (Deusto 2013)

El cuento de las SICAV

«Taxing wealth generates a slower economy and higher government spend. It’s the basic recipe for stagflation». John Carney

Los políticos tienden a crearse sus propios infiernos. Al demonizar de manera demagógica a las sicav y los mal llamados paraísos fiscales se han disparado a sí mismos en el pie (lean Diez mitos sobre los paraísos fiscales). Todo por distraer la atención echando balones fuera ante el problema de impuestos excesivos y de despilfarro publico.

Empecemos por aclarar…

¿Qué es una sicav?

Una sociedad de inversión colectiva donde un grupo de inversores (100 o más) se reúnen para invertir en activos, tradicionalmente a muy largo plazo. Por ello se exige un capital mínimo.

La sicav es uno de los instrumentos de inversión más populares de Europa, y es igual que tantos fondos –mutual funds– similares. España no es el pais donde más hay ni más dinero gestionan. Los mayores centros de sicav de Europa continental son Luxemburgo, Francia e Italia.

¿Tributan al 1%?

Tienen el mismo régimen que cualquier fondo de inversión. Tributan al 1% y un 21-27% sobre beneficios y dividendos cuando el inversor retira su dinero. La ganancia de capital tributa igual que la de cualquier inversor.

¿Son solamente para ricos?

Cualquier persona puede invertir en una de las 3.400 sicav. Como en cualquier fondo del mundo, existen requisitos de capital mínimo. Para ahorradores con cantidades pequeñas, pueden suscribir cualquiera de los centenares de fondos específicos que invierten en sicav comercializados por bancos y casas de inversión.

¿Es fraude fiscal?

No. Es un instrumento legal y legitimo reconocido en todo el mundo.

No es una forma para que las «grandes fortunas eviten al fisco». En España existen unas 3.400 sicav, con unos activos bajo gestión de unos 27.000 millones de euros según la CNMV, y la mayoría de partícipes son profesionales de clase media, según el regulador.

Decir que las sicav esconden una familia o grupo familiar y 100 inversores «falsos» que no tienen oficio ni beneficio y que, por tanto, se usan «para defraudar’ es un error enorme. Es como decir que los inversores que ponen dinero en Berkshire, SAC, Soros, Paulson o Citadel son «falsos» inversores que esconden el fraude de Warren Buffett, Steve Cohen, George Soros, John Paulson o Ken Griffin, ya que una enorme parte de sus fondos de inversión proviene de la fortuna de estos gestores.

El inversor minoritario en una sicav participa de la filosofía y estrategia que propone el gestor, y toma riesgo con él y los partícipes. Llamarlos «mariachis» o «comparsas» que esconden a una familia millonaria es, cuando menos, ignorar los conceptos de inversor minoritario, gestor y estrategia. Mi amigo Francisco de la Torre dice que se usan para la gestión individual de carteras de grandes patrimonios. ¿Si yo invierto unos ahorros en el fondo de Buffett o Paulson soy un «mariachi» porque ellos tengan su patrimonio en el fondo y yo una fracción infinitesimal de esa cifra? No.

¿Los ricos las usan para evadir?

Esas sicav de familias de apellido ilustre a las que atacamos tan frivolamente tienen enormes inversiones fundamentalmente en empresas industriales, constructoras y energéticas españolas, además de bonos. Inversiones a muy largo plazo.

Esas familias y las empresas en las que invierten pagan centenares de millones de impuestos. El beneficio para el Estado de su capital es mucho mayor que rascar unos impuestos adicionales. Reino Unido lo sabe bien.

Que inviertan en España es importante, que además inviertan fuera, si lo desean, es esencial para seguir atrayendo capital y fortalecer lazos empresariales y financieros globales.

Esas inversiones, además, las llevarían a cabo, con la misma tributación, si en vez de sicav usasen fondos tradicionales o hedge funds.

¿Se recaudarían miles de millones si tributaran de otra manera?

El efecto recaudatorio sería imperceptible.

No existe un solo caso de aumento de ingresos fiscales relevante por cambio de tributación de un tipo de sociedades de inversión. Ninguno. Solo se provoca que ese capital, en vez de domiciliarse en sociedades españolas, se vaya a Luxemburgo, EEUU, Singapur, Reino Unido … O Francia, donde tiene usted sicav hasta de sindicatos de granjeros.

Cuando se ataca a las sicav, o a cualquier fondo de inversiones, sea hedge fund o institucional, se alude a una especie de «ejemplaridad» o «justicia» más que al cuestionable ingreso fiscal adicional. La ejemplaridad o justicia no están en penalizar el ahorro y la inversión para sostener estados hipertrofiados, sino en no atacar al resto de los ciudadanos. No es que las sicav sean malas, es que, como dice Juan Rallo, debemos tener una sicav todos.

Pues bien, como no podía ser de otra manera, ha saltado el innecesario y estéril «escándalo» en la sicav de los europarlamentarios en Luxemburgo. No me negarán que hay una cierta justicia poética en todo esto.

Mira que lo he advertido en todo tipo de debates. Ojo con la demagogia, que el mayor «paraíso fiscal» de la OCDE es Bruselas, donde los europarlamentarios y las agencias de la UE tributan entre el 8 y el 1%. Ni en Caimán se encuentran esos tipos.

En realidad el debate no es si los ricos o europarlamentarios -viene a ser lo mismo- tributan poco por sus rentas de capital mientras los demás pagamos mucho. Primero, porque como explicaba antes, es falso. Es que los ciudadanos no deberían tributar por el fruto de su ahorro y riesgo.

El impuesto sobre la riqueza es injusto y sobre todo, inútil, como decíamos en mi post Piketty se equivoca. La imposición sobre el ahorro es, por definición, una doble imposición al atacar el fruto de la inversión hecha tras pagar impuestos directos, indirectos, patrimonio, bienes inmuebles, regionales, verdes y de todo tipo.

Exigir, ademas, un pedazo de tu esfuerzo inversor, por supuesto asumiendo que siempre ganas, es otra transferencia de renta de los sectores productivos a los parasitarios.

Al transferir renta del ahorro hacia el gasto administrativo y clientelar se provoca estanflación -estancamiento económico con inflación-. Desincentiva la inversión, mientras el estado fagocita una mayor proporción de la economía y sube los precios artificialmente. Así, la velocidad de circulación del dinero, que mide la actividad económica, se desploma. En Japón acaban de conseguir el «exitazo» de subir la inflación gracias a la subida de impuestos y las tarifas eléctricas. El consumo ha caido un 8% y los salarios reales a nivel de 2001.

Y no, no se usa para pagar «sanidad y educación», la demagógica coletilla del momento. Se detrae capital que precisamente es lo que necesitamos para sostener esos servicios. No deberíamos tener 27.000 millones de nada en sicav, sino tener 10 o 20 veces más invirtiendo en empresas y bonos españoles.

El fraude fiscal hay que combatirlo, pero no ayuda al debate engañar a la población llamando «fraude» a lo que es totalmente legal. Ni tampoco ayudan los cuentos de la lechera de supuestos ingresos millonarios perdidos que nunca aparecen. Que nadie les diga que va a recaudar decenas de miles de millones atacando el «fraude» cuando jamás se han conseguido cifras remotamente similares. Ningún país ha aflorado jamás una cantidad siquiera cercana al 2% de su déficit anual (datos Banco Mundial). Decir que se va a recaudar el equivalente al 50% es ciencia ficción. Y no soluciona nada en cualquier caso.

La crisis y el déficit se atacan atrayendo capital, no detrayendo, y promoviendo el crecimiento económico. Lo demás son cuentos.