Proteccionismo y devaluación, camino de depresión

16/2/2013 El Confidencial

“Protectionism teaches us to do to ourselves in time of peace what enemies seek to do to us in time of war”. Henry George

El G20 se presenta divertido. Guerra de divisas, proteccionismo, represión financiera y todos diciendo que la culpa es del otro.

«No escucho nada más que devaluación, desconfianza e intervencionismo». Estas palabras me las decía ayer un ex-colega de Citadel que vive en Moscú y está invitado a la reunión de los ministros de finanzas de los veinte países más poderosos del planeta. «Nadie se fía de nadie. Todos los países quieren que los demás dejen de intervenir, pero seguir haciéndolo ellos».

Y es que no me creo el espejismo del acuerdo de «libre comercio» con la UE que anunció Obama a bombo y platillo (léanse el post de McCoy). ¿Por qué?.

– Porque lo que esconde bajo el titular es proteccionismo bilateral, y los otros estados del mundo, de los que dependen nuestras exportaciones y la energía que consumimos, no lo van a consentir fácilmente.

– Porque empobrece a los países en vías de desarrollo, que son el futuro de dichas exportaciones. Arruinar a tus clientes nunca es una buena política.

– Porque la historia nos ha demostrado que los acuerdos bilaterales entre administraciones intervencionistas nunca fructifican porque las dos partes quieren lo mismo, pan para mí, promesas para ti. La administración Obama y la Unión Europea han multiplicado por cuatro sus medidas restrictivas al comercio durante los últimos siete años, y además las dos partes necesitan de la debilidad del otro para tapar el agujero de desindustrialización que comentamos aquí. Un agujero que se agranda precisamente por las medidas intervencionistas y restrictivas, aunque se nieguen a admitirlo.

La gente se asusta con la crisis, pone demasiada fe en unos estados obesos e incompetentes y espera soluciones milagrosas.

Queremos proteccionismo en casa, defender nuestros derechos adquiridos y salir de nuestra crisis exportando a los mismos países a los que les negamos acceso («protect at home, stay open abroad», World Trade Organization). Primero entregamos el futuro de nuestras economías al crecimiento chino y brasileño, proteccionistas donde los haya, y ahora estamos en el callejón sin salida. Hemos caído en la trampa, y queremos ser China, pero con sueldos y privilegios americanos. Y no funcionará.

Según el instituto Nielsen, el 40% de la población europea pide medidas que restrinjan las importaciones del extranjero. Todos sabemos cómo termina esta carrera, pero la gente –asustada- pide repetir los mismos errores del pasado. Devaluaciones competitivas, proteccionismo, acusaciones mutuas… 1930.

Todo esto enmascara un problema de unos países que van perdiendo competitividad a medida que el peso del estado fagocita más del 50% de la economía y, consecuencia de ello, el endeudamiento se dispara. No es casualidad que los más endeudados y con más gasto público «exijan» que su modelo se financie gratis, pero«los que quieren vivir del estado olvidan que éste vive de todos los demás», como decía Bastiat.

En vez de entender que creamos estructuras que consumen más de lo que producen, y cuya productividad marginal empeora, buscamos proteger el bienestar del estado –que no el estado del bienestar- poniendo puertas al campo. Directos a 1930 con el aplauso del pueblo, sin el pueblo.

Verán ustedes como las conclusiones del G-20 son que no hay guerra de divisas y que no se deben poner barreras al comercio mundial. Y el lunes volverán todos a casa intentando devaluar y restringir.

Proteccionismo es negar la realidad

Una economía de alta productividad sobrevive un mercado globalizado y genera sectores ganadores que venden incluso en países «proteccionistas». ¿Ven ustedes a las empresas de alta tecnología y fuerte valor añadido –no dependientes de subvenciones y favores estatales- preocuparse por restricciones en algunos países? No. Pero seguimos empeñados en sacar la última gota de sangre a un modelo industrial global obsoleto.

Si todos los estados quieren pelearse por defender las migajas de una tarta decreciente, por fabricar coches baratos, planchas de aluminio, ladrillos, molinillos o tubos de plástico, la carrera es hacia cero. Nunca se gana. Se enmascara la realidad. Pero lo pagan los ciudadanos empobreciéndose. El que no se empobrece es el monstruo estatal, que crea más y más comités para regular.

Intentar proteger industrias y sectores indefendibles no solo niega la realidad, sino que imposibilita que los países en vías de desarrollo crezcan. Somos tan arrogantes y avariciosos que endeudándonos y devaluando, o subvencionando a granjeros para que no produzcan, dejamos que la inflación y la pobreza hundan a nuestros vecinos. Fastidiar a tus clientes. Luego mandamos unas ONG a estudiar el problema. Pero eso sí, queremos «exportar para salir de la crisis».

El proteccionismo y la intervención son el problema. Gobiernos miopes que solo saben parar y entorpecer, cobrando, no facilitar.

Guerra de divisas global: cuando todos suspenden, solo pasa de curso el menos malo

Siempre lo digo, una economía de alta productividad sobrevive a una moneda fuerte. Sin embargo, una economía de baja productividad no sobrevive ni siquiera con una moneda débil. Los bancos centrales siempre niegan que haya guerra de divisas, igual que el chaval al que pillan haciendo una trastada. Siempre dice que no es culpable.

Si piensan que los otros países del G-20 se van a quedar tranquilos con elcomunicado vacío de este fin de semana y no contraatacar haciendo lo mismo –devaluar y restringir-, piénsenlo de nuevo. ¿Unos países que han aumentado sus medidas restrictivas en periodos expansivos van a dejar de hacerlo en periodo de crisis? Sí, todos saben que saldrán perdiendo a medio plazo, pero a pesar de la evidencia empírica (lean «This time Is Different», de Ken Rogoff), prefieren llevar a cabo medidas de «shock» que den la apariencia de «acción» y «protección».

Devaluar es una excusa para sostener un gasto político excesivo y no soluciona un modelo productivo de bajos márgenes. Es una salvajada que crea inflación,empobrece a los ciudadanos y transfiere rentas de los trabajadores y ahorradores al gobierno y a sectores en decadencia. Se empobrece a los ciudadanos, enriqueciendo solo a unos pocos porque suben los activos de riesgo -inflación-… La ilusión de crecimiento económico falso. Nuestras devaluaciones «competitivas» de los 90.

Dónde invertir

Ojo. Cuando todos hacen lo mismo, el efecto «enriquecimiento falso» bursátil no funciona y cuando lo hace, dura poco… Pero cuando añadimos intervencionismo, los resultados empresariales se desploman –represión financiera-, bajan los márgenes y se contraen los múltiplos. Eviten los valores en sectores «estratégicos», que pasan a ser «cajeros para los estados». ¿Materias primas?. Solo aquellas donde se controle el suministro –petróleo, por la OPEP- porque proteccionismo con devaluación implica demanda decreciente. Y no olvidemos las palabras de Jim Rogers: «Tras las guerras de divisas vienen las guerras comerciales, y detrás de ellas las guerras convencionales». Ojala nos equivoquemos y paremos esta locura. Pero no olviden el riesgo geopolítico en esas empresas tan «diversificadas», porque las valoraciones sufren.

¿Más estado y devaluación? Desastre seguro

Ante esta situación, el modelo que nos proponen nuestras «plataformas ciudadanas de prime time TV» está en Latinoamérica. Gasto público, modelo social y devaluación. Chávez sin petróleo. Las devaluaciones como las de Venezuela o Argentina, no son consecuencia de la guerra de divisas ni de ataques especulativos. Chávez ha hecho cuatro devaluaciones desde que ha llegado al poder por el gasto excesivo; ha arrasado la caja de la petrolera nacional, PdVSA, en «proyectos sociales» (11.000 millones de dólares al año), convirtiéndola en la petrolera más endeudada del mundo; y vaciando de dólares sus arcas no ha mejorado la pobreza de un pueblo devastado por la inflación del 22% y entregado a la economía sumergida. En Argentina, un empleo subvencionado y la intervención masiva de la divisa han disparado la inflación al 27%. En 1997, los empleados del sector público eran 720.000. En 2011, 1,5 millones, más del doble (Idesa). Un 5% del PIB son subsidios, con un gasto de estado hipertrofiado. «Demanda interna» lo llaman. Un éxito social. Devaluación constante e inflación desbocada.

…Y esos países tienen petróleo.

En España, para poder exportar cualquier bien hay que importar energía y materias primas, y al devaluar, éstas se encarecen. Correr para quedarse en el mismo sitio, el cuestionable efecto positivo a corto plazo se disipa a medio («Contractionary Effects of Devaluation», Journal of International Economics).

Si todos los países intervienen, la economía global se estanca. La velocidad del dinero, que ha caído estrepitosamente, se desploma, y la inversión también. Pocos invierten en proyectos a largo plazo cuando se manipula las monedas y se introducen medidas restrictivas. Si devaluar e intervenir fuera la solución, Venezuela, Argentina o Zimbabwe serían los reyes del mundo.

De donde no hay no se puede sacar. Tanto que critican algunos a Reino Unido, aprendamos de sus errores y de la inutilidad de imprimir moneda. No reduce los recortes, ni mejora la deuda -porque se sigue generando déficit – ni soluciona el modelo productivo.

https://mail.google.com/mail/u/0/images/cleardot.gifMientras tanto, la demanda mundial de oro alcanzó un récord de 236.000 millones de dólares en 2012. Los bancos centrales compraron a niveles no vistos desde 1964. Confianza incuestionable.

Espero ansioso ese comunicado del G-20 diciendo que no hay guerra de divisas ni proteccionismo y que todo es mentira.

La verdadera crisis de Europa: desindustrialización, el «Depardieu silencioso»

2/2/2013 El Confidencial

“When you act like Europe, you get growth rates like Europe” Rick Santelli

«La periferia europea seguirá en recesión durante al menos 10 años» Instituto IFO

Hace unos días me invitaron a dar una charla en la London Business School y un alumno me preguntó cuál era el mayor error de la política europea. “La decisión consciente de incentivar de manera masiva a sectores obsoletos, caros e ineficientes, en vez de promover un proceso de sustitución por calidad, precio y competitividad”. ¿Por qué? Porque el dinero público no es de nadie, la demanda crecerá en 2020 y el coste no importa… Mientras, echábamos hasta al inversor más paciente. El Depardieu silencioso.

Admiro a Gerard Depardieu, un excelente actor. Tras años de contribuir con decenas de millones en impuestos, decidió libremente abandonar su país ante la asfixia impositiva. Es su derecho. Pues bien, yo utilizo el término de “Depardieu silencioso” para ilustrar el proceso de desindustrialización europeo, que es esencial para entender el entorno económico en el que estamos y, por la pérdida de PIB potencial, hacia dónde vamos.

 

El proceso de desindustrialización de Europa no se puede achacar a políticas liberales. De hecho, si por algo se caracteriza es por la implementación de “políticas industriales”, planes semi-soviéticos de gasto público en infraestructuras y por el apoyo gubernamental a campeones nacionales-dinosaurio en sectores “estratégicos”. Lo que nuestros políticos llaman “planes de crecimiento”. Centenares de miles de millones… de deuda.

El problema que se ha generado es un gasto que pagan los ciudadanos enimpuestos y tarifas excesivas, y un efecto “retirada” de las empresas, porque los costes se disparan y se penaliza a las empresas nacientes. Ahora piden más. Nada como repetir lo que no funciona.

“Government’s view of the economy: If it moves, tax it. If it keeps moving, regulate it. And if it stops moving, subsidize it.” R. Reagan

Patalear echándole la culpa a China o a la India, maldecir la globalización o promover el proteccionismo nos lleva a donde estamos. Estancamiento y rezar a que el año que viene “mejore”.

Los gobiernos tienen un papel en la transformación económica de los países, claro. Pero su misión no debe ser mantener a toda costa los sectores de baja productividad decadentes. Su trabajo es entender un mundo globalizado y facilitar la transición a modelos de alta productividad, incentivar la innovación –no subvencionarla- y promover la educación. El problema es que todo esto no gusta, porque no da oportunidades de foto inaugurando puentes.

El modelo actual de “intervenir-subvencionar-error-deuda-empobrecimiento-subvención” nos lleva a competir solo por devaluación interna. Ese es nuestro gran éxito. Ya podemos fabricar coches baratos para otro. Exitazo.

Cuando el modelo productivo es la política del avestruz de esconder la cabeza y esperar a que vuelva 2005, que el mundo nos reconozca nuestros privilegios adquiridos –que les negamos a otros países-, la salida solo es recesión y devaluación. Empobrecimiento.

No, las exportaciones de productos de bajo valor añadido y la destrucción de la demanda interna no son éxitos económicos, son la consecuencia de engañarnos al solitario sosteniendo el PIB con gasto inútil, manteniendo estructuras inútiles y superar a China en infraestructuras innecesarias y ciudades fantasma. China se lo puede permitir. Nosotros, no.

Maquilar –producir para otros-, construcción y servicios de baja productividad, buscar la competitividad por el lado del coste solo pone un parche, pero empobrece. Siempre va a haber un país dispuesto a producir el mismo bien por un precio menor. La cuestión es que la producción de ese bien no solo tenga un coste monetario adecuado, sino una ventaja tecnológica y logística. Crecimiento por margen. Hay que aprovechar un modelo en decadencia para promover un cambio, que no es volver a 1977.

La solución no es hacer componentes para otro país europeo, que entonces se empobrecerá igual para competir por ser el taller de Pepe Gotera de Europa. La carrera hacia cero siempre termina en nada.

Los planes industriales promovidos por España y la Unión Europea se han caracterizado por:

– Un enorme coste para las arcas públicas. Siempre se han hecho en su mayoría a través de gasto, pagado con deuda y no deducciones de impuestos. Casi toda Europa por encima de 90% deuda sobre PIB.

– Decisión caprichosa –política- y no económica de “qué sectores son los ganadores”. Incentivar industrias no-competitivas y caras.

 Defender sectores decadentes para “sostener el empleo” y mantener vivo al zombi donde se conceden subvenciones, para luego quitarlas, con lo que ni se fortalece a los “campeones nacionales” ni se crea riqueza o empleo. Crear empresas gordas, no fuertes, como digo siempre, crea “funcionarios privados” y clientelismo.

– Cuando fluye el dinero, los estados gastan en sectores de baja productividad y se olvidan de invertir en I+D –real, no informes sobre el sexo de los ángeles para financiar partidos por la puerta de atrás. Cuando deja de fluir, se olvidan también. Vean el gráfico. Mejor que no gasten, solo que den incentivos fiscales.

Todo esto no sería grave si la deuda no se disparase y la política impositiva y costes para las empresas fueran asumibles. Sin embargo, al cargar a las arcas públicas con cantidades que superan el 5-10% del PIB de Europa en subvenciones y gastos inútiles, la presión fiscal se multiplica junto a los costes –energéticos, por ejemplo-.

 

“Planes de crecimiento” que luego no crean empleo, los subvencionan durante un periodo cortísimo… dejando la deuda detrás. Por cada euro invertido, según nuestras estimaciones, 1,25 euros de deuda desde 2006 y creación de empleo neto imperceptible. “Hubiera sido peor”, dicen. No, cuando hemos creado semejante agujero de deuda. Ni de suerte.

Un sistema que en recesión aumenta en cinco puntos la presión fiscal y, además, hace que las tarifas energéticas (Alemania, España) se disparen un 30% por encima de cualquier materia prima, es inaceptable para una empresa, sobre todo las pequeñas y medianas, que suponen el 70% del valor añadido en nuestro país. Cierran o se van.

Una Unión Europea –y España- parasitaria donde hay mucho “supervisor” y poco “creador”… hacen que el “Depardieu silencioso” siga tirando la toalla ante la agresión al emprendedor, que es el que crea riqueza y empleo. Los demás consumen.

No es solo el dinero que se gasta en mantener sectores en decadencia, es la deuda acumulada y el coste de oportunidad de seguir perdiendo la carrera de la innovación.

Por eso que hay que bajar impuestos, garantizar seguridad jurídica y reducir el tamaño del sector público. Esos tres problemas están fagocitando cualquier opción de recuperación real y de inversión productiva a largo plazo.

Lo ha alertado en varias ocasiones el instituto IFO y el informe de Natixis “The Vicious Cycle for Europe”. Cuando, en el caso de España, no permitimos el acceso a nuestros recursos naturales, ni somos punteros en tecnología y el modelo productivo es la subvención y la maquila, nuestra competencia son los países de mano de obra barata.

Es por eso que la única salida a un modelo de baja productividad termina siendo contraer. Nuestro éxito. Hundir la demanda interna, bajar sueldos e intentar ser China creyéndonos Sillicon Valley.

Hemos comprobado durante décadas que “estimular” –darle a la chequera estatal con deuda- no funciona. Debemos saber ahora que la “devaluación interna” solo trae más impuestos, menos renta disponible, menos consumo, la deuda no se reduce, caída adicional del sector financiero, paro estructural y empleo precario.

Y, por supuesto, ante la deuda adicional… falta de recaudación fiscal, nuevo reajuste y vuelta a empezar. Hasta que el ajuste sea de tal calibre que la incapacidad de poder comerciar con el exterior -no solo balanza comercial, sino la de transferencias y salidas de capital- haga subir el consumo y mercado interno. Un éxito. Dar cinco pasos hacia atrás para dar un paso hacia delante. No es casualidad que el circulo vicioso lo acaparen los países periféricos, empeñados en sostener sectores en decadencia y en promocionar sectores no competitivos mediante subvenciones monstruosas.

 

La solución es, y siempre ha sido, atraer capital, no echarlo.

El nuevo modelo productivo no se va a crear en un comité ni en una cumbre. Lo pondrán en marcha inversores privados. El Estado solo debe facilitar la transicióninvirtiendo en educación de verdad –no en títulos universitarios sin valor-, bajando impuestos a emprendedores, reduciendo trabas y, sobre todo, no subvencionando lo caro e ineficiente.

Al final de mi charla en Londres, un chico me preguntó: «¿Por qué en España no se crea un Spotify, o un Core Labs?» Es estudiante de Ingeniería Tecnológica y está preparando un “start-up”.

Le pregunté: “¿Tú dónde vas a crear tu empresa cuando termines, aquí o en España?”

Me dijo: “En Westminster me han dicho que no pago impuestos durante los tres primeros años, así que probablemente aquí… ¿Por qué?”.

“Ya te has contestado solo”.

Independencia: desastre para Cataluña y España

3/11/2012 El Confidencial

“Tens els ulls plens de flors i la boca, nas i orelles per ignorar el crit i el plor, tu vols sants, roses i estrelles”. Pau Riba, 1970

Tras mi artículo “el rescate catalán, bono basura y riesgo crediticio”, me parece que seguimos minimizando en toda España los riesgos de la política depredadora y excluyente, y la carrera hacia cero que Estado y Comunidades Autónomas están llevando a cabo.

No hay un solo inversor que yo conozca que vea la independencia como algo positivo porque:

– El acceso al mercado de capitales de Cataluña y del resto de España se reduciría dramáticamente. En el mercado de deuda, dos países separados no tienen el mismo crédito que uno. No ha ocurrido jamás. Cataluña existiría, igual que Chipre, Malta o Macedonia. No digamos que es imposible. Pero el crédito disponible anualmente caería tranquilamente a los niveles de esos países, al menos un 35-40%. Si comparamos con Finlandia, una caída del 15-20%. Impacto similar sufriría España.

– El acceso a deuda de las empresas privadas se resentiría aún más. ¿Qué viene después de la independencia? Impuestos. Recortes a ingresos regulados. Impagos. Seguridad Social y pensiones cercenadas. Ni de lejos piensen que las empresas privadas, de las dos partes, iban a tener acceso al mercado de capitales hasta que se supiera con certeza el impacto en su generación de caja de la voracidad política.

– El diferencial gastos e ingresos sería insostenible. Sea como sea, ambos países gastarían un 16% y un 25% más de lo que ingresan. Con la previsible caída de los ingresos impositivos, la prima de riesgo se dispararía en los dos. Metan ustedes los déficits fiscales que quieran –si se los creen-, pero deduzcan los costes de pagar a la UE y la OTAN y de más estructuras estatales nuevas.

Los políticos de uno y otro lado hacen sus análisis sobre la independencia como un balance de suma cero –o peor, expansivo- y eso es incorrecto. El saldo no es cero, es negativo.

Ningún inversor se sienta a esperar si el impacto de la independencia sobre el PIB es 5% o 10% o 15%. Se va. Adiós. El beneficiado de este desastre no es ni Cataluña ni Madrid. Es Londres o Nueva York, entre otros, mientras los políticos hablan de brotes verdes y alegrías independentistas.

Si vamos a un entorno secesionista en España, tendrá efectos muy negativos, tanto para la región separada, como para el resto del Estado y para la economía global –por el nivel tan elevado de endeudamiento exterior público y privado de España en su conjunto, y Cataluña y sus empresas en particular-.  No ha habido ni un solo caso en el pasado en el que la independencia no haya venido acompañada de una caída enorme del PIB y de las prestaciones sociales. Vean el  estudio sobre la independencia de los países bálticos del European Journal of Political Economy. Cinco años de media de recesión.

En Inglaterra dicen “hope for the best, but prepare for the worst” -espera lo mejor, pero prepárate para lo peor-. Sin embargo, aquí estamos vendiendo la moto de que la independencia generará oro. Pero no es cierto. Desastre conjunto.

La independencia de una región o un país podrá defenderse por razones personales o culturales –yo ahí no me meto- pero no económicas. No se trata de decir si es es viable como país independiente, que lo sería, pero a muy largo plazo y tras una factura imposible de asumir. Se trata de qué coste estamos dispuestos a asumir por esa independencia. Al menos en mi época en Navarra se decía “la independencia nos costará 100 años de pobreza pero seremos libres”. Honestidad. Suicida, pero honesto.

Nos prometen que aumentará la esperanza de vida –lo juro-, las pensiones y que el paro desaparecerá si Cataluña es independiente. Y desde Madrid se nos asegura que es malísimo para Cataluña, pero que al resto de españoles les beneficiará si se separan porque las empresas catalanas emigrarán a otras regiones y todos nos repartiríamos la misma tarta sin coste. Falso. El capital se irá. De todos.

Al día siguiente de la independencia, agárrense porque en los dos lados vienen curvas:

* El efecto Irlanda: el problema de Cataluña y de España es que el endeudamiento público y privado es insostenible y la estructura gubernamental hipertrofiada. Juntas y separadas. No atacar ese problema antes de entrar en aspiraciones nacionales es suicida. Lo que mis amigos nacionalistas dicen de “eso se arreglará después cuando seamos libres” es falso. La hipertrofia estatal, el destrozo de la seguridad social, servicios y pensiones y la corrupción se disparan siempre después de procesos secesionistas. Y lo pagan los ciudadanos. Siempre.

Cataluña gasta un 15% más de lo que ingresa. Si se independiza bajarían los ingresos y subirían los gastos. La Generalitat suele comparar a Cataluña con Irlanda o Finlandia. El “efecto desplazamiento” (crowding out) del Estado y de los rescates bancarios –a ver quién iba a pagar el rescate de los bancos catalanes ante la avalancha de morosidad- es muy relevante. A ver quién iba a cubrir las  necesidades de refinanciación de una Generalitat que gasta 15.000 millones al año, cada mes 400 millones de euros en sueldos y facturas, con más de 150 coches oficiales y un “país” cuyo gasto publico hoy es de 33.500 millones anuales.

Para que se hagan una idea, la primera empresa industrial de España, que es siete veces más grande que Cataluña en PIB equivalente, paga dentro del país unos 700 millones de euros de sueldos, incluida alta dirección, y tiene siete personas con derecho a coche.

El mismo acceso a crédito que Malta, Chipre, Macedonia, Estonia… ¿De dónde va a sacar 8.000-9.000 millones de crédito anual? Ante una independencia, la dificultad de acceder al mercado de capitales haría que todas las pocas posibilidades de financiación fueran destinadas al Estado para tratar de evitar el impago y mantener su estructura. Y ningún inversor apoya un país, España o Cataluña, que emplea sus recursos financieros en gasto corriente y clientelismo.

* España a nivel de Portugal. En el resto de España pasaría lo mismo. Financiarse a muy corto plazo con cantidades ínfimas. Ya ocurre hoy y se está llevando por delante el acceso a crédito de empresas y familias. El efecto multiplicador sería, cuando menos, inasumible.

 

* El efecto Macedonia: Macedonia es un Estado independiente que está vetado en la UE por Grecia. Si España veta mientras se enzarzan en el “cuanto me debes, donde está lo mio” –y ocurriría- tienen un país independiente con una moneda en caída libre. Desplomaría también los ingresos de España, al quebrar muchas empresas catalanas que “exportan” al resto y tienen deuda en euros. Y, por supuesto, hundiría el PIB y los ingresos de Cataluña, que tendría que hacer impago sobre su deuda, llevándose por delante a la deuda de España, que incluye garantías y avales a entidades catalanas.

El efecto Estonia: adiós derechos sociales. Me parto leyendo que la independencia mejoraría las pensiones. Todos los países que se han independizado –y entre ellos muchos son ricos en petróleo y gas, que nosotros solo tenemos en sueños- han visto sus sistemas de pensiones y de Seguridad Social colapsar. Pero es que el efecto sobre la deuda del Estado español sería devastador, hundiendo la Seguridad Social y pensiones, que están invertidas hasta un 80% en deuda soberana.

El efecto Azerbaiyán: uno de mis colegas, Ilkin, que ha visto a una generación empobrecerse en las independizaciones de los países de la URSS y bálticos, me permite darles a ustedes el ejemplo de lo que pasa tras la independencia. El pillaje político y la corrupción se disparan aún más. “¿Se quejan ustedes de clientelismo y corrupción? Aumentarían. Todo para decrecer durante cinco o diez años, empobrecerse y luego crecer”.

 

El efecto Escocia: David Cameron lo ha dicho claro: “se quedan su parte de la deuda del Reino Unido, pero no la libra”. UBS en su informe “Can Catalonia Leave? Hardly”, estima que la deuda de Cataluña pasaría a ser un 78,4% del PIB tras absorber la parte correspondiente de la deuda del Estado. Incluso si esto no fuera así y declarase la parte que le corresponde del Estado como “odiosa”, su déficit anual superaría el 3,7% actual, porque los supuestos “déficit fiscales” se gastarían con creces en cubrir los gastos nuevos –UE, OTAN, nuevas estructuras estatales y el incremento del coste de la deuda- que rondaría el 10% solo extrapolando la prima de riesgo de la deuda de Cataluña actual. Lo interesante es que se llevaría por delante al Estado español, cuya deuda probablemente vería a la prima de riesgo a 600/700 puntos básicos al aumentar el déficit.

* El efecto Gales: si Cataluña declara odiosa la deuda correspondiente del resto del Estado, ya puede decir adiós a transferencias, avales y a recuperar el déficit fiscal. Cuando casi la mitad de las “exportaciones” de Cataluña son a España, un efecto reducción de comercio “normal” entre las dos partes implica una caída del PIB de 10-15% en Cataluña y de 2-4% en el resto de España, con lo que la deuda de las dos partes se dispararía y la solvencia se desplomaría.

España y Cataluña separados. “Short and Shorter”

Los números son absolutamente atroces para los dos. No es suma cero. Dos menos uno aquí es igual a menos que uno. Porque no descontamos la fuga de capital, el “crowding out” de los Estados y la pérdida de acceso de las dos partes al mercado de capitales.

El déficit fiscal que Cataluña reclama -aunque en 2010 fuese superávit fiscal- se lo gastaría en gran parte en crear más estructuras estatales, pagar a la UE y la OTAN y cubrir el incremento del coste de deuda. Y seamos claros, ningún inversor que yo conozca se cree ese déficit.

Fíjense qué casualidad que los bonos catalanes, a pesar del aval y rescate del Estado, y de las cifras optimistas sobre la independencia, siguen cotizando una prima de riesgo de casi 900 puntos básicos y sus bonos a vencimiento 2015-2016 cotizan con una media de descuento del 16%. Esto no indica ningún tipo de credibilidad institucional.

 

Pero es que España tras la independencia se iba a encontrar con una situación que haría imposible tener un déficit menor al 8%. Short and Shorter. Y no quiero decirles donde se iban a ir en bolsa las empresas catalanas cotizadas y las españolas con exposición a Cataluña ante la muy previsible voracidad recaudatoria “haciendo país” de los dos monstruos burocráticos.

El problema de España y de Cataluña es el derroche de recursos escasos, el ‘morrazo político’. Pero la independencia no soluciona eso. Lo acrecienta. Oigo independencia y a más de uno se le ponen los ojos como platos pensando en la comisión de urgencia que van a crear –gasto- en el consejo de evaluación de las relaciones bilaterales –gasto- y las agencias de cooperación sindical –subvención-.

Hay que atacar este desastre despilfarrador antes de decidir qué modelo de Estado queremos, y el ejemplo de Inglaterra y Escocia nos prueba que se puede hacer sin estridencias. No me extraña que se indignen de que su dinero se vaya a Invercarias, Unnim, cúpulas de Barceló, subvenciones, estudios sobre la oveja y la “equidad a la acción sindical en salud laboral en las bananeras de El Salvador». Pero no duden ni un solo minuto de que al día siguiente de la independencia ustedes pagarán por los costes y los 1.650 millones que Cataluña gasta en diputaciones y consejos comarcales, o los que gasta el Estado en diputaciones, seguirán.

Les dejo con las palabras de Marc Vidal: «Estamos en manos de gente que no ha montado una empresa jamás, que nunca han pagado una nómina de su bolsillo y entran a trabajar cuando quieren (“en mans de gent que no ha montat una empresa mai, no ha pagat una nòmina i entran a treballar quan volen«). Todos queremos una gestión más eficiente de los recursos, una fiscalidad más cercana al ciudadano que paga. Para ello hay que independizarse, juntos, pero independizarse del monstruo que todo lo fagocita que es la estructura política hipertrofiada, subvencionada y clientelar.

El rescate catalán, el bono basura y el riesgo crediticio

01/09/2012 El Confidencial

«When you blame others, you give up your power to change” 

“A sense of entitlement is a cancerous thought process that is void of gratitude and can be deadly to relationships, businesses, and even nations.” Steve Maraboli

Este viernes Standard & Poor’s ha rebajado la calificación de Cataluña a bono basura, tras la petición de rescate de 5.000 millones de euros. No solo alertaba en su informe sobre “el deterioro económico y crediticio de la región”, sino que advertía que “consideramos la exigencia por parte de la región de modificar elementos institucionales y financieros claves en su relación con el gobierno, la consideramos incompatible con una calificación crediticia de Investment Grade”. De la misma manera alerta de que “Cataluña continúa mostrando un perfil crediticio individual pobre, con una posición de liquidez deteriorada y dependiente del apoyo del gobierno central para repagar su deuda”. El rescate de Cataluña  ha generado mucha polémica en el mercado, pero todo lo que expongo en este artículo es aplicable a cada una de las regiones-nacionalidades españolas.

A pesar de la enorme cantidad de esfuerzos de comunicación hacia inversores llevados a cabo por las distintas comunidades autónomas -todas con más PIB que Luxemburgo y menos deuda que Japón, todas con derecho a endeudarse indefinidamente-, no tienen acceso al mercado de capitales. Y pone de manifiesto que, en toda Europa, seguimos pensando que el crédito es gratis, que el dinero inversor es ilimitado y que, además, lo merecemos sin preguntas. Y capital ilimitado no hay.

La excelente presentación a inversores que la Generalitat hizo en 2011, muy completa y detallada, nos muestra algunos de los problemas -comunes al Estado y las otras regiones- por los que los inversores no se fían ni de unos ni de otros y que conviene atacar.

. Estimaciones que resultaron muy optimistas: “Nuestros ingresos no pueden bajar”. “En 2012 con estimaciones muy prudentes se aumentarán los ingresos un 10,5%”.

. Un calendario de vencimientos que implica necesidades anuales de 3.000 millones de euros añadidos a las necesidades de financiación corrientes, de casi 9.000 millones. Sumado a ello, financiar gastos corrientes con deuda a largo y deteriorar los ingresos a futuro -ha recibido adelantos sobre transferencias por más de 10.000 millones a Junio de 2012- que se gastan hoy y no se cobrarán después.

. Los vencimientos medios de la deuda catalana son de seis años. Más del 71% entre dos y cinco años. Siempre les comento la importancia de no acumular vencimientos a corto plazo en épocas de bonanza porque en épocas de recesión se dispara el riesgo. La acumulación de vencimientos muy por encima de la demanda institucional marginal es un problema de toda la periferia europea que parte de la percepción errónea de que “hay hueco” en el mercado de crédito para todos, mientras EEUU y los grandes países acumulan casi toda la capacidad de mercado.

. Unas expectativas de fuentes de financiación internacional que no se cumplieron y solo han podido cubrirse parcialmente con inversores minoritarios locales.

. Un déficit primario -el déficit entre ingresos y gastos excluido el coste de la deuda- que no ha hecho más que crecer.

. Unas estimaciones de dinero a recibir por balanza fiscal del Estado que, incluso si se asumen como válidas, no cubren el agujero creciente de gastos corrientes. El problema es, por tanto, la acumulación de gastos y deuda previa y que, en cualquier caso, el inversor percibe esa cifra de déficit fiscal como exagerada, ya que no asume ningún coste por transferencias a la UE o por IVA al Estado. Además, de 2007 a 2011, la recaudación de impuestos del Estado en Cataluña se ha desplomado en un 35% mientras los gastos y subsidios pagados por el Estado en Cataluña se han incrementado.

. Los rescates a CatalunyaCaixa y Unnim (2.300 millones de euros) no se cuentan como un coste en el que hubiera incurrido la Comunidad.

Pero el verdadero problema, el meollo de la cuestión por la que los inversores no se lanzan a comprar bonos catalanes que dan una rentabilidad de casi el 12% a 2016,es que se ha probado desde 2004 que cualquier aumento de ingresos lo fagocita la administración y, por tanto, el riesgo de impago implícito es mayor al de sus empresas y su financiador, sea el Estado o Alemania.

Como me decía mi compañero de renta fija “un país que dobla sus gastos corrientes en cuatro años mientras bajan sus ingresos, o tiene petróleo, o tiene oro o no tiene mi dinero”.

El bono a 10 años de Cataluña tiene una prima de riesgo respecto a España de casi 600 puntos básicos y 1.100 puntos básicos con respecto a Alemania. Esa diferencia no la hace ni la dependencia de España, ni la balanza fiscal. La hace el deterioro de los gastos e ingresos y la acumulación de vencimientos muy por encima de la demanda institucional. Y es importante decirlo, es una de las comunidades autónomas con mejor estructura crediticia. Así que, imagínense el resto. 

De hecho, si el inversor percibiese una oportunidad de arbitraje tan atractiva entre el estado español y el catalán -¡casi el doble!- como injustificada por fundamentales empezaría por cargarse hasta la mochila de bonos patrióticos. Cualquier hedge fund de arbitraje de crédito estaría cargado.

Ahora varios expertos nos dicen que la culpa es del “otro”. España culpa a Alemania, Cataluña culpa a Madrid, Andalucía culpa a los bancos, etc. Y mientras tanto, a base de revisiones a la baja del PIB pasado, de no cumplir en la ejecución presupuestaria y de seguir creyendo en el mantra del crédito eterno porque lo merecemos, hundimos el barco con la tripulación y el pasaje dentro.

En las Comunidades Autónomas y el Estado, cada euro recibido en ingresos adicionales, sea a través de impuestos, fondos estructurales o de trasferencias desde 2004, se ha convertido inexorablemente en un euro y diez céntimos de deuda. Es decir, lo que nos dan, lo gastamos… y más. Véanse las transferencias a las CCAA. Todo el dinero recibido se ha gastado, y, además, se ha ampliado el déficit primario de cada una de ellas. En 1993, las CCAA gestionaban un 20,1% del gasto público, hoy casi el 60%. Sin embargo, todas gastan muy por encima de sus posibilidades y de sus ingresos, tengan la actividad empresarial y económica que tengan. Aquí no hay Alabama ni estados pobres. Somos los Estados Unidos donde todo el mundo es Washington o California.

Esto nos lleva al comentario hecho por mi apreciado Xavi Sala i Martin, que dice que el problema del acceso a los mercados de deuda de las empresas españolas y de Cataluña es por culpa de España, y que si Cataluña fuera un país independiente “sería considerada una de las economías más sanas del mundo y los mercados financieros se pegarían por prestarle dinero”.

Me uno en este post a mi compañero de renta fija para darles una idea de cómo funcionan los mercados de deuda, porque es falso que la deuda sobre PIB y el déficit sean los indicadores que valoran los inversores para comprar deuda, y me viene a la mente las palabras que pronunció uno  de los inversores británicos cuando el presidente de la Generalitat hizo la presentación de sus bonos en Londres. “If Catalonia was an independent country it would have the same access to credit as Andorra”.

Pero me sorprende aún más que, como inversor en renta fija y variable, me digan que a una Cataluña independiente “los mercados financieros se pegarían por prestarle dinero”.  No es cierto, como se ha visto en país tras país “separado” desde Yugoslavia a la antigua URSS. O tienes materias primas en abundancia o el crédito se evapora hasta que se tengan años de experiencia como estado independiente.

Cuando invertimos en bonos, la deuda sobre PIB -que es un indicador inflado precisamente por la burbuja de gasto público y la inmobiliaria- no es relevante, lo que importa es la credibilidad institucional, la aceleración de los gastos comparados con los ingresos, la calidad de los mismos, el peso del gasto público, la estabilidad monetaria y el déficit o superávit primario.

Partamos de la base de que Cataluña cuenta con la credibilidad institucional, no tengamos polémicas estériles:

. Una Cataluña independiente sería una economía que depende en un 57% de España en sus “exportaciones”. De hecho, dado que el saldo de la balanza comercial con el exterior “no español” es negativa (importa más que exporta), la dependencia “crediticia” -el impacto sobre el riesgo de los bonos de la supuesta Cataluña independiente- no solo se vería afectado por el riesgo España de manera muy superior a lo que creen, sino que el coste de pertenecer al club europeo, que hoy en día no paga como Comunidad Autónoma, ampliaría su déficit.  En recesión española, la Cataluña independiente también cotizaría de manera agresiva dicha recesión.

Es por eso que, a pesar de los enormes atractivos y excepcionales elementos positivos en Cataluña – economía dinámica, apertura al exterior- el inversor percibe como el mayor problema la propia estructura de un estado-comunidad que fagocitaría cualquier ingreso adicional como lo ha hecho desde 1996, haciendo los ratios de solvencia y de liquidez muy ajustados -y con ello su acceso a crédito-. De hecho, es precisamente el ratio de liquidez -incluso si asumimos esas balanzas fiscales debidas- el que asusta a los inversores. Porque el deterioro de ingresos, con la desindustrialización de la región hacia áreas mas competitivas y menos burocráticas, como Marruecos, va acompañado de unos gastos “que son el chocolate del loro”, que se perciben como intocables y que no tienen en cuenta que la economía de esa gran región es muy cíclica precisamente por su perfil exportador y de servicios.

Terminamos con un apunte al “impacto negativo de España” para la financiación de las grandes empresas. Dice que “la razón (de no tener acceso a crédito) no tiene que ver con el sector en el que operan o con el estado de su salud económica. La razón es pura y simplemente que son españolas”. Primero, no es cierto, hemos visto emisiones de deuda, desinversiones y acceso a híbridos por parte de varias de esas empresas, y todas cotizan con menos riesgo de impago que España o Cataluña. Lo hemos comentado en esta columna muchas veces, el endeudamiento medio de las empresas del Ibex es muy alto con respecto a sus comparables por la fiesta estratégica de adquisiciones a precio de oro, pero hemos visto en las empresas un ejercicio que no han llevado a cabo ni las comunidades autónomas, ni el Estado. Prudencia por parte de casi todas, reduciendo costes agresivamente, cercenando inversiones innecesarias, recortando dividendos, financiándose a muy largo plazo desde 2007 para evitar el “credit crunch”. Es decir, lo contrario de lo que ha hecho el Estado y las CCAA. Preservando la generación de caja como política esencial ante un futuro incierto, tanto en su negocio principal como, esto es muy importante, en sus “mercados de crecimiento”.

Es sorprendente que mi admirado Xavi tome como ejemplo de la mala influencia del Estado español a tres empresas casi monopolísticas en servicios nacionales, telefonía, gas natural y construcción-concesiones. Empresas estupendas, por descontado, que han financiado su expansión internacional con deuda –muchísima- que han podido acumular gracias a los ingresos espectaculares y grandes rentabilidades generadas en nuestro país -nada malo en ello-, que les permitieron disfrutar de mejores crecimientos que sus comparables, rentabilidades reguladas o concesiones muy atractivas -con pleno derecho- con un acceso a endeudamiento del que no hubieran podido disponer sin el apoyo de esos ingresos domésticos y del Estado, que las apoyaba ante aventuras estratégicas de alto riesgo y coste.

No se es empresa española para lo bueno y no para lo malo. Las grandes empresas, que disfrutan de una muy cómoda renta de posición en nuestro país, no sufren falta de crédito “por ser españolas”, es como decir que France Telecom, Veolia, EDP, Telecom Italia o Areva sufren por ser francesas, portuguesas o italianas y no por sus errores estratégicos de expansión a precio de oro y de endeudamiento.

Cataluña es una maravilla y se merece todo lo bueno que tiene y más. Y merece un rescate, y veinte si hacen falta. Tenemos unas “regiones-naciones-países-unidades de destino en lo universal” -como quieran llamarlas- maravillosas, con posibilidades inmensas. El problema era, es y seguirá siendo una estructura insostenible de administraciones duplicadas que fagocitan cualquier ingreso extra que llegue. Cada uno tiene derecho a reclamar independizarse por razones románticas, o lo que quiera, pero que no diga que los mercados se lanzarían a financiarle. Separadas, en otros cinco años tendríamos a la ciudad de Madrid queriéndose separar de Guadalajara, a Barcelona de Lleida, hasta la implosión final en la Argentinización de un país con un gasto político que no es asumible. Oportunidad de oro para cambiar y para unirnos en la solución, no separarnos en la debacle. Pero no echemos la culpa al otro. La solución la tenemos nosotros.