Vivir por el BOE, morir por el BOE

20/7/2013 El Confidencial

“Central planning is as futile as trying to strap on wings and fly like a bird – and potentially as calamitous” – Don Boudreaux

Recuerdo que hace décadas me dijo un ejecutivo de una empresa energética: «No hay nada peor que un activo cautivo». Es la definición de una inversión que depende de unos ingresos garantizados por el Estado. Una vez invertido, no te puedes escapar. Y la historia está plagada de regulaciones cambiadas, revisadas o eliminadas.

La política de planificación de burbuja que se ha llevado a cabo en España ha sido muy dañina. Y su coste, brutal. Hoy la sobrecapacidad cuesta… a todo el mundo. Y la decisión salomónica a la bola de deuda recibida ha sido que todos la paguen.

– La capacidad excedentaria construida con las sucesivas políticas de apoyo todas las tecnologías, sin permitir que se retirase ninguna, supera el 40%

– La electricidad ha subido un 70% en seis años

– Las empresas eléctricas y renovables se encuentran entre las más endeudadas (3,9 veces el EBITDA) y con más baja rentabilidad sobre el capital empleado en su negocio doméstico (4%) de Europa

– Los bancos acumulan más de 40.000 millones de euros de préstamos, muchos de ellos de difícil cobro, al sector renovable.

Los gobiernos crearon efectos llamada con suculentas subvenciones, estimaciones de demanda de fantasía y permisos descontrolados, para luego retirarlos, creando sobrecapacidad, clientelismo, sobrecoste y deuda. Lo comentaba, ofreciendo soluciones, en mi artículo El problema de fijar el precio de la luz en los despachos y no en los mercados.

Y dejó empresas entrampadas. Se presume erróneamente que de esos efectos llamada se benefician los malvados capitalistas, porque la gente no valora el impacto de la deuda y la bajísima creación de caja libre. Olvídense del beneficio contable y miren los balances y flujos de caja de todas las empresas de estos sectores.

¿Cómo puede ser que los costes se hayan disparado pero las rentabilidades sean pobres? Acumulación y dispersión. Como con nuestras Comunidades Autónomas, municipios y presupuestos del Estado. Muchos pequeños chocolates del loro, que suben cada año o se actualizan con la inflación por ley, y luego suman mucho. Lo que yo llamo el chocolatón. Y mucha deuda.

¿Que sobra capacidad? Que quiebre el que tenga que quebrar y se limpie el sistema. Ah, no. Bajo ningún concepto. Ninguna región permite que se cierren plantas. Y pregúntele a los sindicatos qué les parece que una de las empresas quiebre y mande a 20.000 empleados a la calle.

La sobrecapacidad cuesta. Mucho dinero. Unos 5.000-6.000 millones anuales en el sector energético desde la fiesta de «a crecer que superamos a Alemania», según fuentes del sector.

Ante esta situación, con una herencia atroz y consciente de que no hay muchas alternativas, en el Gobierno han optado por la «jibarización del sector completo». Ha sido una decisión de urgencia, cercenando costes, y a la vez intentando que se repartiera salomónicamente.

Sin embargo, la última reforma eléctrica tiene un impacto de entre el 9% y el 23% del beneficio de las empresas afectadas, acumulando un recorte medio desde 2011 del 25-40%, dejando a grupos que ya estaban muy endeudados aún más débiles. Pero lo más importante es que ninguna de las empresas va a generar caja libre en España y puede poner en peligro su calificación crediticia, como comentabaFitch. Además, sitúa la rentabilidad de muchos proyectos afectados por debajo del coste de capital de muchas de ellas. No lo duden, veremos quitas y pérdidas en los proyectos más endeudados.

Sin embargo, llevamos con el riesgo de inseguridad jurídica y cambios regulatorios constantes desde 2004. Cada vez que se anuncia un decretazo alguien se lleva las manos a la cabeza diciendo que nadie va a invertir en España, y sin embargo… no pasa. De hecho, a pesar de cambios brutales de regulación y derechos reconocidos en el BOE, se construyeron decenas de miles de megawatios de nueva capacidad.

¿Por qué? Los cuatro errores que han llevado al sector eléctrico europeo a hundir su rentabilidad.

– «A mí no me va a pasar»: el error más típico de las grandes multinacionales energéticas en los países es llegar y decir que a ellos no les van a tocar. El sector europeo que ha tenido que dotar provisiones por pérdidas de más de 30.000 millones desde 2005.

– «Tengo renta de posición»: invertir sabiendo que la rentabilidad es pobre o el riesgo es alto, pero por lo menos tomo cuota de mercado y así, si las cosas van mal, tengo influencia sobre el regulador y me da subvenciones. 22.000 megawatios construidos sabiendo que la demanda se había estancado.

– «Si gasto hoy, ya me lo reconocerán mañana»: inversiones de 10.000 millones anuales que no se justifican económicamente pero se espera que en algún momento se apruebe una mejora retributiva.

 

– «Que recorten a otro, no a mí»: sectores que son conscientes de que sus rentabilidades son sospechosamente generosas y esperan que, cuando salte el problema, se le pase la factura a otro.

El problema de esta última reforma, en mi opinión, es queel Gobierno no podía hacer más sin llevar a la quiebra a algún operador, y busca lidiar con la herencia del sobrecoste, pero no lo cercena. En el escenario más optimista que he leído (Morgan Stanley), las tarifas tendrán que seguir subiendo a razón del 2-2,5% anual, y a pesar de ello se seguirá generando un déficit –pequeño-, pero todo cuenta. En el escenario más conservador, las tarifas tendrán que subir aún otro 3% anual hasta 2017 para acabar con el déficit… en 2018. Todo si la demanda crece un 1,4% anual. Como no crezca, vendrán nuevas revisiones. Lo avisé en este mismo medio en 2007, 2008 y 2009.

Porque esto nos lleva a la siguiente fase de riesgo regulatorio:

Hasta ahora los países europeos han buscado lidiar con reducir el aumento de tarifas. Pero eso no es suficiente para mejorar la competitividad de nuestras industrias. Las tarifas van a tener que bajar, se lo aseguro, y lo terminará exigiendo la UE. Por eso nadie en Bruselas se ha lanzado a criticar la retroactividad de las medidas de España. Porque la siguiente ola es forzar las bajadas para competir con EEUU, que tiene unos costes de electricidad medios un 45% inferiores.

Los gobiernos europeos saben que la inseguridad jurídica no ha tenido coste para el estado porque siempre hay alguien dispuesto a aceptar más riesgo por menos rentabilidad. Y en nuestro caso particular, porque la amenaza de no invertir es más bien un alivio cuando superamos las necesidades de 2020. En el ministerio de Industria deben pensar «ojalá». Si no ven que esa inseguridad jurídica tiene un impacto, les dará igual.

¿Y cuando vuelva a crecer la demanda? No se preocupen, que sobra. No es solo eficiencia, sino la desindustrialización que provoca precisamente el coste desorbitado de la energía subvencionada (lean El Depardieu silencioso) y que no vuelve.

Los gobiernos deben entender que la planificación optimista y la sobrecapacidad hunden a los países por sus costes acumulados. Las empresas deben entender que participar de esos efectos llamada tiene un enorme coste a medio plazo –corto incluso-. Si una de las dos partes o juntas lo evitan, ambas ganan.

La energía debe ser barata y abundante. Nada más, y nada menos. No hay costes chocolates del loro, ni estimaciones por si acaso. Como no entendamos esos factores como esenciales, estamos abocados a cambios regulatorios eternos.

 

Me dicen que hay preocupación porque las empresas que han perdido entre un 40% y un 65% de valor en bolsa en los últimos años pueden ser objeto de una OPA. No se preocupen. No solo los compradores están también sufriendo en su situación financiera, sino que hachazo regulatorio tras hachazo, han llevado a este sector a ser inexpugnable. No por su fortaleza y calidad, sino por su debilidad y falta de rentabilidad. Evitemos –todos- la planificación de burbuja y con ella la inseguridad posterior. Buen fin de semana.

Hiper-Regulación: El problema de la banca

29/6/2013 El Confidencial

“The rules enshrined in countless pages behind the Basel Capital Accords did not prevent the crisis… In effect, faith in markets has given way to faith in regulation” – David T Llewellyn

“Vamos a ser los más sanos del cementerio», decía un banquero tras escuchar las conclusiones del acuerdo europeo de esta semana.

Cuento en un capítulo de Nosotros los Mercados que, en medio de la crisis financiera, un banquero francés me comentó lo siguiente: «Al Estado no se le estudia un crédito, se le concede». Por eso no es extraño que, acostumbrados a no sufrir nunca la falta de crédito y disponer siempre de recursos financieros, gran parte de nuestros políticos europeos simplemente no entiendan que la banca no puede soplar y sorber a la vez.  Es decir, reducir deuda –recapitalizarse- y dar crédito a diestro y siniestro mientras, por supuesto, les atiborran de deuda soberana.

Sin embargo, eso es exactamente lo que se le pide al sector financiero. Soplar y sorber.

Esta semana, otra resolución. Unos cientos de páginas más de reglas.

El proceso de cambios regulatorios constantes no fortalece los balances del sector financiero, sino que los debilita. Porque se torpedea el proceso de desinversiones, se introduce incertidumbre, que espanta a la demanda, y se sigue erosionando valor ahondando en la recesión.

Sí, la crisis financiera europea no es una crisis de «poca regulación» ni de sectores privados –un 50% de las entidades financieras europeas eran semi-estatales o controladas por políticos en 2006-. Miles de páginas de regulación publicadas cada año desde la creación de la Unión Europea y la Asociación Bancaria Europea (EBA).

Es una crisis de un modelo económico bancarizado -320% del PIB de la Eurozona- muy intervenido. Excesiva, compleja y burocrática regulación que ha prolongado la agonía del sector durante muchos años, en vez de facilitar las condiciones de mercado para las ampliaciones de capital y ventas de activos necesarios.

A pesar de la regulación más detallada y compleja de la OCDE, entre 2008 y 2011 Europa gastó 4,5 billones (un 37% del PIB de la Unión Europea) en ayudas a instituciones financieras, una gran parte de ellas –las cajas, por ejemplo- públicas y muy supervisadas.

Más regulación no lo va a solucionar.

Es lo que se llama «el problema endógeno» -«endogeneity problem»– (lean el excelente análisis Regulation of European Banks and Business Models del Centre for European Policy Studies). Y es precisamente ese exceso de intervención lo que impide una solución rápida y quirúrgica a las dificultades del sector financiero. La regulación debe ser efectiva y sencilla.

bank regulation

 

Otra patada hacia delante…  El acuerdo del Eurogrupo.

La resolución del Eurogrupo esta semana es otro ejemplo de dicho problema endógeno. Se ha vendido como un éxito, que recupera la solución Chipre que comentaba yo aquí en El precio de la estupidez para la resolución de problemas de capitalización de la banca.

«El triunfo del rescate interno», me decía un analista. No, no lo veo así. Porque no cierra las puertas a la intervención de los estados unilateralmente y además no permite que la banca se adelante y cree sus propios mecanismos de defensa.

Es un acuerdo que debilita, pero no elimina, la necesidad de rescates o de dinero del contribuyente.

¿Por qué?

– Al llevar a cabo constantes revisiones regulatorias –ya van más de veinte en seis años- y crear incertidumbre, el Eurogrupo no ayuda, porque los bancos no pueden llevar a cabo la limpieza de sus balances lo suficientemente rápido.

– Esa zancadilla sin mala intención –nunca la tienen- ocurre a la vez que los estados se endeudan más, tirando del balance de la propia banca, que llega a acumular hasta el 45% de la deuda soberana de cada país. Por ello, el «circulo vicioso» –palabras del BCE, no mías- de riesgo financiero-soberano se dispara.

– Los precios de los activos y de la cartera de créditos se deterioran a la vez que la situación económica empeora por las constantes subidas de impuestos y reducciones de renta disponible, creando un efecto nada sorprendente. La represión financiera empeora la mora en el sector financiero.

– Para evitar ese deterioro, se introducen nuevos tomos de cientos de páginas de regulación que vuelven a retrasar cualquier solución de mercado para la banca.

Hace ya más de seis años que la banca europea tenía que haber reducido su endeudamiento agresivamente. Según BNP, no llega al 30%.

Nuestro ministro, Luis De Guindos, tenía razón al buscar a toda costa que se protegiesen los depósitos de más de 100.000 euros y se evitasen declaraciones maximalistas de solución Chipre. Porque sabe que primero hay que atraer inversión, compradores y depósitos para que la banca pueda aumentar su capitalización y desapalancarse. Hacer lo contrario, poner encima de la mesa el palo antes que la zanahoria, lleva a nuevos shocks.

De hecho, al debilitar a una banca tocada poniendo énfasis en los riesgos para accionistas, bonistas y depositantes, pero sin haber promovido antes la recapitalización y el mecanismo de colchón, se generan aún más probabilidades de rescates con dinero público, porque corren el riesgo de que no haya suficiente dinero privado cuando se necesite, creando el efecto perverso de acelerar lo que el acuerdo busca evitar.

 

Los números son claros. Sin recapitalización y atraer inversión primero, la solución a lo Chipre que defiende el Eurogrupo simplemente es imposible. Porque no hay suficiente dinero entre accionistas, bonistas y depósitos mayores de 100.000 euros en caso de que un gran banco tenga dificultades. Ni de lejos, en una banca endeudada entre 25 y 40 veces.

El sistema bancario europeo tiene un volumen de activos de 26 billones de euros, de los cuales Francia es el mayor (€8,5 billones) y Alemania el segundo (€8 billones), seguido de Italia y España, con 4,1 y 3,5 billones aproximadamente.

Francia es el país donde el sector financiero ocupa mayor peso, tanto comparado con los depósitos que lo soportan, como en relación al PIB.

Y es el sistema bancario de Francia la razón por la que Europa no llega a un acuerdo de solución de mercado, no España –tercer país de Europa donde la banca tiene mayores depósitos con respecto a sus activos-.

¿Por qué? Porque Francia quiere estar en misa y repicando. Mantener el control férreo y estatizado de su sector financiero, no recapitalizarlo con ampliaciones, fusiones o inversión extranjera, y que además se lleve a cabo una unión bancaria en la que los problemas se repartan.  No es el único país que quiere seguir teniendo su sector financiero «atado y controlado» pero, además, con acceso al monedero de los demás. Por eso es imposible la «recapitalización directa».

La banca europea ha sido un arma esencial de los estados para expandir artificialmente las economías más débiles y, como el instrumento ya no les sirve adecuadamente, hoy –sin pretenderlo- lo ponen en peligro sin pensar en las consecuencias. Bueno, aun peor, pensando que no va a pasar nada y que en Bruselas «generan confianza».

La cumbre de esta semana, donde se trató el espinoso asunto de las recapitalizaciones bancarias, ha sido un ejemplo más de desconocimiento absoluto de los mecanismos de riesgo a los que se enfrenta el sistema financiero después de casi seis años de pasos en falso.

– Un desconocimiento preocupante de lo que es el capital de un banco y lo rápidamente que se extingue si no se dan condiciones económicas y de mercado positivas.

– Que a pesar de la crisis de Chipre y su mala resolución, aun piensen que entre bonistas, accionistas y grandes depósitos se cubren las pérdidas.

 

– Pensar que la deuda soberana no sufriría un brutal shock cuando los bancos con problemas tengan que vender sus carteras.

 

Vasos comunicantes

Lo he dicho muchas veces, el sector financiero europeo depende peligrosamente de que la deuda estatal sea segura. Pocos bancos de la Unión Europea sobrevivirían a una quita en la deuda soberana de su país, y el impacto sobre empresas y ciudadanos sería enorme. Sin embargo, la deuda soberana no hace más que crecer en casi todos los países miembros porque se torpedea el crecimiento, el consumo y la inversión con represión financiera.

Permitir el crecimiento y abrir las puertas al capital inversor es la solución de todos estos vasos comunicantes que confluyen en el sector financiero. Atrayendo capital, creando un entorno inversor favorable, con aumento de renta disponible y crecimiento económico, la banca se recapitalizaría, sus activos recobrarían valor, empresas y familias pagarían sus deudas y todo el sistema reduciría su deuda.

Sin embargo, con represión financiera, regulación depredadora e intervencionismo, podemos acordar lo que queramos en otro comité que el agujero de la economía y de los estados endeudados, crecerá, y con ellos el agujero de la banca, en una espiral descendente, The Downward Spiral recordando a Trent Reznor.

Comentaba el lunes en una conferencia que el modelo de absorción de la banca inviable que se está llevando a cabo en España es positivo. Un modelo de reducción del sistema que se llevaría a cabo más rápida y eficientemente si en Europa se preocuparan menos de dar titulares diciendo que los contribuyentes están salvados, porque primero no es cierto y segundo es imposible de conseguir si seguimos creando una Europa intervenida y sin crecimiento.

Europa necesita ser un centro de atracción de capital, no de susto o muerte. La banca tiene una responsabilidad incuestionable en la crisis, pero no se puede desligar el empuje y la intervención de los estados en esa expansión de crédito artificial y excesivo. No lo olvidemos. Son dos caras de la misma moneda. La solución a una década de exceso no se iba a dar en dos años, pero tampoco perpetuemos el problema eternamente.

El Pacto del diablo

15/06/2013 El confidencial

“Consensus is the process of abandoning all beliefs, principles, values, and policies in search of something in which no one believes, but to which no one objects” Margaret Thatcher

Las soluciones mágicas no existen. Y, como todos los trucos de magia, la ilusión se convierte en decepción cuando se ven los cables que sostienen al que levita sobre el escenario. La ilusión, por ejemplo, de pensar que los tipos de interés se van a mantener bajos eternamente. O los pactos de consenso, como el coro de Nabucco, para mantener el chiringuito.

Descontar tipos bajos eternamente es un peligro

Nos hemos lanzado a endeudarnos más, mientras bajaban los tipos. Hoy los incentivos perversos de la política económica LOGSE, donde todos pasan de curso suspendiendo, nos llevan a encontrarnos un escenario complicado… sin los deberes hechos.

La Reserva Federal de Estados Unidos lleva una semana intentando calmar a los inversores para que no «reaccionen exageradamente» ante una reducción de la compra masiva de bonos y activos de riesgo que lleva a cabo. Sin éxito. Esperar que el mercado no vaya a reaccionar tras una manipulación tan agresiva es, cuando menos, voluntarista.

Lo comento en mi libro Nosotros, los mercadosNo podemos ignorar los riesgos de una subida de tipos de interés. Jim O’Neill, de Goldman Sachs, lo ha dicho esta semana: «Prepárense para ver los bonos del Tesoro americano (10 años) al 4%». Mientras tanto, el «consenso» repetía una y otra vez «no se preocupen».

El mercado de bonos está globalizado. Si el tipo de EEUU sube, también lo hace Alemania y…

Vasos comunicantes de deuda. Si la rentabilidad del bono americano subiese a niveles fundamentales, acorde con la deuda del país y su déficit.… ¿dónde creen que irían las primas de riesgo de los países europeos endeudados en una carrera sin frenos a ver quién gasta más y reforma menos? Ya saben que la prima de riesgo es el diferencial sobre el activo que se percibe de menor riesgo. La española cotiza respecto al bono alemán. Pues bien, dicho bono alemán sufriría también –aunque menos- si se dispara el americano. El problema está en los que no hemos aprovechado las barras libres de liquidez y tipos bajos para preparar el invierno. Y el invierno llega.

El impacto de una subida del 2% al 4% en el bonos a 10 años de Estados Unidos, según mis calculos, puede superar un 1% del PIB de la eurozona en costes adicionales de deuda. Un impacto que no puede cubrir el BCE, como repitió Draghi en la televisión ZDF esta semana.

El problema es que el endeudamiento público de los países de la eurozona no baja, solo sube. En 2012 la deuda aumentó en casi todos los países, mientras el gasto público sobre PIB crecía del 49% al 49,4%. A esto hay quien lo llama «austericidio» y «neoliberalismo».

Exportamos muy bien… pero los mercados emergentes ya descuentan tipos superiores

El enfriamiento de los principales mercados emergentes, liderados por China, en las últimas semanas, no es una casualidad. La expansión de crédito en China, un 58%, solo genera 23 puntos básicos de PIB cuando la cifra rondaba 80 puntos básicos hace tres años. ¿Qué significa? Que expandir balances –endeudar- cada vez genera un efecto menos relevante en la economía.

España ha visto aumentar sus exportaciones de manera ejemplar a máximos historicos. Es importante monitorizar que el efecto gasto-deuda de nuestros socios no haga pinza con la ralentizacion de los países emergentes y afecte a nuestras exportaciones.

España, a día de hoy, se beneficia más de la austeridad en la UE que del gasto, al contrario de lo que predican ciertos partidos y medios. Si la Unión Europea deja de endeudarse para pagar gasto político y baja impuestos, mejora la actividad y el consumo, y con ellas nuestras exportaciones.

Nuestro sector exportador funciona gracias a la capacidad de competir interna y a la renta disponible de nuestros socios. Si nos dedicamos todos a alimentar el gasto público, la deuda, y restamos renta disponible subiendo impuestos, las inversiones y comercio de todos se desploman. Y no, no se puede sustituir con «planes de crecimiento» –deuda- estatales, enormes planes E de multiplicador cero –por no decir negativo-.

Y es que no hay que olvidar que la expansión masiva de crédito estatal no genera una mejora relevante de la actividad comercial, como muestra el gráfico inferior, en un mundo que expande su base monetaria casi un 4% anual. Si algo demuestra la fortaleza de nuestro sector exportador es que crece en un entorno de desaceleración del comercio global, a pesar de los que critican la fortaleza del euro. Prueba de que“devaluar” y “expandir” eternamente no sea la solución.

El pacto compacto

Todo esto nos lleva a las noticias que leo en El Confidencial sobre el pacto entre Gobierno y oposición para crear un «frente común» en la UE. ¿Suena bien, no? Un pacto para fortalecer a esos exportadores que nos sacan del hoyo, bajar impuestos y aumentar la renta disponible de las familias para reactivar el ahorro y el consumo… Ah, ¿no? Pues no, un pacto de salvaguardia y protección de la burbuja estatal que no queremos pinchar.

No es un pacto para cercenar el gasto político de la España Enron que esconde deuda en miles de pequeñas entidades, que siempre son el chocolate del loro, pero suman cada vez más.

La deuda pública ha marcado otro récord a marzo al llegar al 88,2% del PIB. La deuda de las CCAA se ha incrementado un 29,51%, hasta 189.589 millones, el 18,1% del PIB, con los gastos aumentando. “Austericidio”.

«No se puede hacer todo de una vez»; «hace falta tiempo»;  «no es el momento»;  «no hay margen».

España se lanza a un gasto público –fundamentalmente gasto corriente- de unos 500.000 millones en 2013. Sin embargo, jamás ha recaudado más de 410.000 millones. Añádale los gastos que quieren pactar «para crecer» y ¿qué déficit vamos a acumular? ¿Un 8% eterno? Supongan –y es mucho suponer- un multiplicador positivo de 2x de ese gasto en tres años. ¿Qué soluciona? Nada. Y luego vienen los costes de esos «planes de crecimiento». No les tengo que contar el «efecto divisor» del despilfarro.

Por eso, inversores como PIMCO temen que algunos países europeos se lancen sin red hacia un impago que el BCE no puede contener, porque el peso de la deuda acumulada y los países en dificultades aumenta. Y en cualquier caso, el balance del BCE lo paga usted también, no lo dude. Tenemos que evitarlo. Es imperativo.

Leo los ocho puntos del supuesto pacto, y cinco suponen más deuda, más gasto y rescates bancarios con el dinero de otros, por supuesto. Otros 60.000 millones de «crecimiento» para invertir en…. Ah, ya se verá, usted deme el cheque, que tengo más de 3.000 empresas públicas y cuarenta y tantos entes regionales y diputaciones a los que alimentar. Cuando uno va a invertir, presenta un plan de negocio. Aquí se pide primero y luego se piensa en qué farolas vamos a reemplazar. Uno, solo uno de los puntos, es «libre comercio». Bien. Supongo que el punto del pacto en el que exigen que no se extorsione a ciudadanos con más impuestos lo están redactando.

Tengan en cuenta el riesgo de las subidas de tipos de interés y de la ralentización del comercio global, y cuiden los sectores que nos están sacando de la crisis como si fueran oro. Recuerden que mirar hacia otro lado y los planes de «crecimiento» –deuda- han extendido la crisis, no la han solucionado. Luchen por aumentar la renta disponible de todos, no el gasto de burbuja de unos. No hace falta un pacto para tomar las decisiones duras que todos sabíamos y sabemos que deben tomarse. Para cortar costes superfluos como exige el BCE, la UE, los españoles o los inversores. Para defender a los ciudadanos de nuevas subidas de impuestos o para bajarlos, que es lo que necesitan las empresas y familias para reactivar la economía y el consumo.

El consenso es la mediocridad. Este país de relativismo enganchado a supuestas soluciones mágicas no necesita pactos, y luego decir que «no se hizo suficiente», «hubiera sido peor» o «hay que repetir». Necesita liderazgo, firmeza y decisión para cortar un sistema caro y rentista. Así salimos, seguro.