La gran mentira: “Los bancos han sido rescatados con dinero público”

Por su interés reproduzco este artículo de Gregorio Hernández Jiménez originalmente publicado aquí.

En España hay dos tipos principales de entidades financieras.
Los bancos, que son entidades privadas, y que en la mayoría de los casos cotizan en Bolsa y cuentan con miles o millones de accionistas, según su tamaño.

Las cajas de ahorros, que son entidades públicas gestionadas por políticos y sindicalistas.

Los bancos no han sido rescatados con dinero público en ningún caso, salvo la excepción del Banco de Valencia. El Banco de Valencia era una filial de Bancaja (nombre comercial de la Caja de Ahorros de Valencia, Castellón y Alicante), y por tanto era un banco semipúblico. Los gestores del Banco de Valencia eran elegidos por los políticos y sindicalistas que gestionaban Bancaja.
A principios de 2013 cotizan en la Bolsa española los siguientes bancos: Banco Santander, BBVA, Banco Popular, Bankinter, Banco Sabadell y Banesto (que en el primer semestre de 2013 será absorbido por el Banco Santander).
Ninguno de estos bancos ha recibido ayudas públicas.
En los últimos años han desaparecido varios bancos que antes de la crisis cotizaban en Bolsa, absorbidos por otros bancos. El Banco Popular absorbió a sus filiales (Banco de Andalucía, Banco de Castilla, Banco de Vasconia, Banco de Galicia y Banco de Crédito Balear) y al Banco Pastor. El Banco Sabadell absorbió al Banco Guipuzcoano. Tampoco estos bancos absorbidos recibieron ayudas públicas.
Todas las entidades que han recibido ayudas públicas eran cajas de ahorros, y por tanto estaban gestionadas por políticos y sindicalistas: Bankia (Caja Madrid, Bancaja, Caja de Canarias, Caixa Layetana, Caja Rioja, Caja Ávila y Caja Segovia), Caja Castilla la Mancha, Caja de Ahorros del Mediterráneo, Caixa Catalunya, Novacaixagalicia (Caixa Galicia y Caixanova), Unnim (cajas de ahorros de Sabadell, Tarrasa y Manlleu), etc.
Muchas cajas de ahorros han cambiado su nombre para incluir en él la palabra “banco”, o algo similar, pero no por ello se convierten en lo que no son.
Un ejemplo es Bankia.
Otro es Novacaixagalicia Banco, que es el nombre que ha adoptado Novacaixagalicia. Esta misma caja de ahorros ha creado una filial, Evo Banco, con las sucursales que tenía fuera de Galicia, Asturias y León.
Banco Ceiss es la unión de Caja España y Caja Duero.
Liberbank es la unión de Cajastur, Caja de Extremadura, Caja Castilla La Mancha y Caja Cantabria
Banco Caja 3 es la unión de CAI (Caja de Ahorros Inmaculada, de Aragón), Caja Círculo (de Burgos) y Caja de Badajoz.
Banco del Mare Nostrum es la unión de Caja Granada, Caixa Penedés, Sa Nostra (también caja de ahorros) y Caja Murcia
Como ve, la tantas veces oída y leída frase “¡Están rescatando a los bancos con nuestro dinero!” es rotundamente falsa.
Lo que ha sucedido en realidad es que los políticos y sindicalistas han cogido el dinero de los ciudadanos para ayudarse a sí mismos, inyectándolo en las cajas de ahorros, que eran las entidades financieras que ellos mismos gestionaban, y que en muchos casos han llevado a la quiebra por una mezcla de corrupción e incompetencia.
Y, por otro lado, ese clamor popular de “¡que sean los accionistas de los bancos los que paguen los errores de los bancos!” se está cumpliendo a rajatabla.
Porque, por desgracia, los “accionistas” de estas entidades corruptas e ineficientes que son las cajas de ahorros somos todos los contribuyentes, ya que son entidades públicas. Así que los “dueños” de estas cajas de ahorros, los ciudadanos, estamos pagando “nuestros” errores con nuestro dinero (este “nuestro” ya sin comillas, porque el dinero nos lo han quitado de verdad), a través del dinero que nos quitan con los impuestos.
Y es evidente que no puede ser de otra forma, porque es imposible encontrar a alguien que pague estos agujeros voluntariamente de su bolsillo, como cualquiera puede entender fácilmente. Los agujeros de la caja de ahorros X no los van a pagar los accionistas de Bankinter, ni los del Popular, ni los de Iberdrola, ni los socios del Betis, ….
Por todo ello creo que debería prohibirse la existencia de la banca pública, y que los hechos que se han producido en el pasado en las cajas de ahorros deben ser investigados penalmente.

Gregorio Hernández es autor en el blog Invertirenbolsa.info

Más:

La banca privada tuvo que aportar 60.000 millones de euros para el Fondo de Garantía de Depósitos cuando las cajas entraron en colapso.

Prescindiendo de líneas de liquidez y de emisiones avaladas por el Estado, el primer concepto que debemos incluir es el dinero público que se ha inyectado a través del FROB (salvo en CCM, que se intervino cuando todavía no existía el FROB) en forma de capital en cada entidad para cubrir sus pérdidas y sanear su balance.

Esto asciende a los 61.366 millones citados, según cálculos del BdE.

Este dinero se han entregado en tres fases: el FROB 1, las ayudas concedidas en 2010 a las entidades que tenían «debilidades transitorias pero eran viables» para que se fusionaran como panacea para solucionar sus males; el FROB 2, las inyecciones directas de capital cuando se nacionalizaron al 100% CatalunyaCaixa, NovaGalicia y Unnim en septiembre de 2011; y el FROB 3, el dinero del rescate europeo recibido en 2012 para tapar los agujeros detectados en los test de estrés, por un importe que dejaba ridículas las cifras de las dos ocasiones anteriores.
Sumando los tres procesos, Bankia ha recibido 22.424 millones, Catalunya Caixa se ha llevado 12.052 y NovaGalicia, 8.981; en realidad, el FROB inyectó 9.052, pero ha recuperado 71 por la venta de acciones. En un segundo escalón aparecen Banco de Valencia, 5.498 millones y CAM,  tras cubrir el agujero patrimonial de 5.249 con dinero público. En un tercer nivel tenemos a Liberbank, que entre las ayudas por la compra de CCM y los CoCos del rescate europeo ha recibido 1.808 millones; BMN, con 1.645, que otorgan al FROB el 65% de su capital; Ceiss (Caja España-Duero), que lleva 1.129 a la espera de que Unicaja se decida o no a absorberla; Banca Cívica, que recibió 977 millones que su comprador, La Caixa, ya ha devuelto; y Unnim, con ayudas de 953 millones. Completan la lista Caja3, absorbida por Ibercaja, con 407 millones, y Banco Gallego (también comprado por Sabadell), con 245.

«Las cajas no eran públicas»

¿No son públicas? Los políticos nombraban a los gestores y administradores y además lo hacía según su representación en el parlamento autonómico. Busque un solo sector no público donde los políticos decidan a los gestores y además según un reparto en base a resultados electorales.

¿No son públicas? No tenían accionistas privados ni pagaban dividendos. ¿Qué eran, ONGs?

¿No son públicas? Si no eran públicas ¿por qué no acudieron a ampliar capital a sus accionistas? Porque no los tenían.

Lo que pasa es que los defensores de la banca pública, ante su evidente fracaso, siempre te dirán que lo que falla no es público. Porque niegan la evidencia: las empresas públicas no son del pueblo, son de los políticos.

Proteccionismo y devaluación, camino de depresión

16/2/2013 El Confidencial

“Protectionism teaches us to do to ourselves in time of peace what enemies seek to do to us in time of war”. Henry George

El G20 se presenta divertido. Guerra de divisas, proteccionismo, represión financiera y todos diciendo que la culpa es del otro.

«No escucho nada más que devaluación, desconfianza e intervencionismo». Estas palabras me las decía ayer un ex-colega de Citadel que vive en Moscú y está invitado a la reunión de los ministros de finanzas de los veinte países más poderosos del planeta. «Nadie se fía de nadie. Todos los países quieren que los demás dejen de intervenir, pero seguir haciéndolo ellos».

Y es que no me creo el espejismo del acuerdo de «libre comercio» con la UE que anunció Obama a bombo y platillo (léanse el post de McCoy). ¿Por qué?.

– Porque lo que esconde bajo el titular es proteccionismo bilateral, y los otros estados del mundo, de los que dependen nuestras exportaciones y la energía que consumimos, no lo van a consentir fácilmente.

– Porque empobrece a los países en vías de desarrollo, que son el futuro de dichas exportaciones. Arruinar a tus clientes nunca es una buena política.

– Porque la historia nos ha demostrado que los acuerdos bilaterales entre administraciones intervencionistas nunca fructifican porque las dos partes quieren lo mismo, pan para mí, promesas para ti. La administración Obama y la Unión Europea han multiplicado por cuatro sus medidas restrictivas al comercio durante los últimos siete años, y además las dos partes necesitan de la debilidad del otro para tapar el agujero de desindustrialización que comentamos aquí. Un agujero que se agranda precisamente por las medidas intervencionistas y restrictivas, aunque se nieguen a admitirlo.

La gente se asusta con la crisis, pone demasiada fe en unos estados obesos e incompetentes y espera soluciones milagrosas.

Queremos proteccionismo en casa, defender nuestros derechos adquiridos y salir de nuestra crisis exportando a los mismos países a los que les negamos acceso («protect at home, stay open abroad», World Trade Organization). Primero entregamos el futuro de nuestras economías al crecimiento chino y brasileño, proteccionistas donde los haya, y ahora estamos en el callejón sin salida. Hemos caído en la trampa, y queremos ser China, pero con sueldos y privilegios americanos. Y no funcionará.

Según el instituto Nielsen, el 40% de la población europea pide medidas que restrinjan las importaciones del extranjero. Todos sabemos cómo termina esta carrera, pero la gente –asustada- pide repetir los mismos errores del pasado. Devaluaciones competitivas, proteccionismo, acusaciones mutuas… 1930.

Todo esto enmascara un problema de unos países que van perdiendo competitividad a medida que el peso del estado fagocita más del 50% de la economía y, consecuencia de ello, el endeudamiento se dispara. No es casualidad que los más endeudados y con más gasto público «exijan» que su modelo se financie gratis, pero«los que quieren vivir del estado olvidan que éste vive de todos los demás», como decía Bastiat.

En vez de entender que creamos estructuras que consumen más de lo que producen, y cuya productividad marginal empeora, buscamos proteger el bienestar del estado –que no el estado del bienestar- poniendo puertas al campo. Directos a 1930 con el aplauso del pueblo, sin el pueblo.

Verán ustedes como las conclusiones del G-20 son que no hay guerra de divisas y que no se deben poner barreras al comercio mundial. Y el lunes volverán todos a casa intentando devaluar y restringir.

Proteccionismo es negar la realidad

Una economía de alta productividad sobrevive un mercado globalizado y genera sectores ganadores que venden incluso en países «proteccionistas». ¿Ven ustedes a las empresas de alta tecnología y fuerte valor añadido –no dependientes de subvenciones y favores estatales- preocuparse por restricciones en algunos países? No. Pero seguimos empeñados en sacar la última gota de sangre a un modelo industrial global obsoleto.

Si todos los estados quieren pelearse por defender las migajas de una tarta decreciente, por fabricar coches baratos, planchas de aluminio, ladrillos, molinillos o tubos de plástico, la carrera es hacia cero. Nunca se gana. Se enmascara la realidad. Pero lo pagan los ciudadanos empobreciéndose. El que no se empobrece es el monstruo estatal, que crea más y más comités para regular.

Intentar proteger industrias y sectores indefendibles no solo niega la realidad, sino que imposibilita que los países en vías de desarrollo crezcan. Somos tan arrogantes y avariciosos que endeudándonos y devaluando, o subvencionando a granjeros para que no produzcan, dejamos que la inflación y la pobreza hundan a nuestros vecinos. Fastidiar a tus clientes. Luego mandamos unas ONG a estudiar el problema. Pero eso sí, queremos «exportar para salir de la crisis».

El proteccionismo y la intervención son el problema. Gobiernos miopes que solo saben parar y entorpecer, cobrando, no facilitar.

Guerra de divisas global: cuando todos suspenden, solo pasa de curso el menos malo

Siempre lo digo, una economía de alta productividad sobrevive a una moneda fuerte. Sin embargo, una economía de baja productividad no sobrevive ni siquiera con una moneda débil. Los bancos centrales siempre niegan que haya guerra de divisas, igual que el chaval al que pillan haciendo una trastada. Siempre dice que no es culpable.

Si piensan que los otros países del G-20 se van a quedar tranquilos con elcomunicado vacío de este fin de semana y no contraatacar haciendo lo mismo –devaluar y restringir-, piénsenlo de nuevo. ¿Unos países que han aumentado sus medidas restrictivas en periodos expansivos van a dejar de hacerlo en periodo de crisis? Sí, todos saben que saldrán perdiendo a medio plazo, pero a pesar de la evidencia empírica (lean «This time Is Different», de Ken Rogoff), prefieren llevar a cabo medidas de «shock» que den la apariencia de «acción» y «protección».

Devaluar es una excusa para sostener un gasto político excesivo y no soluciona un modelo productivo de bajos márgenes. Es una salvajada que crea inflación,empobrece a los ciudadanos y transfiere rentas de los trabajadores y ahorradores al gobierno y a sectores en decadencia. Se empobrece a los ciudadanos, enriqueciendo solo a unos pocos porque suben los activos de riesgo -inflación-… La ilusión de crecimiento económico falso. Nuestras devaluaciones «competitivas» de los 90.

Dónde invertir

Ojo. Cuando todos hacen lo mismo, el efecto «enriquecimiento falso» bursátil no funciona y cuando lo hace, dura poco… Pero cuando añadimos intervencionismo, los resultados empresariales se desploman –represión financiera-, bajan los márgenes y se contraen los múltiplos. Eviten los valores en sectores «estratégicos», que pasan a ser «cajeros para los estados». ¿Materias primas?. Solo aquellas donde se controle el suministro –petróleo, por la OPEP- porque proteccionismo con devaluación implica demanda decreciente. Y no olvidemos las palabras de Jim Rogers: «Tras las guerras de divisas vienen las guerras comerciales, y detrás de ellas las guerras convencionales». Ojala nos equivoquemos y paremos esta locura. Pero no olviden el riesgo geopolítico en esas empresas tan «diversificadas», porque las valoraciones sufren.

¿Más estado y devaluación? Desastre seguro

Ante esta situación, el modelo que nos proponen nuestras «plataformas ciudadanas de prime time TV» está en Latinoamérica. Gasto público, modelo social y devaluación. Chávez sin petróleo. Las devaluaciones como las de Venezuela o Argentina, no son consecuencia de la guerra de divisas ni de ataques especulativos. Chávez ha hecho cuatro devaluaciones desde que ha llegado al poder por el gasto excesivo; ha arrasado la caja de la petrolera nacional, PdVSA, en «proyectos sociales» (11.000 millones de dólares al año), convirtiéndola en la petrolera más endeudada del mundo; y vaciando de dólares sus arcas no ha mejorado la pobreza de un pueblo devastado por la inflación del 22% y entregado a la economía sumergida. En Argentina, un empleo subvencionado y la intervención masiva de la divisa han disparado la inflación al 27%. En 1997, los empleados del sector público eran 720.000. En 2011, 1,5 millones, más del doble (Idesa). Un 5% del PIB son subsidios, con un gasto de estado hipertrofiado. «Demanda interna» lo llaman. Un éxito social. Devaluación constante e inflación desbocada.

…Y esos países tienen petróleo.

En España, para poder exportar cualquier bien hay que importar energía y materias primas, y al devaluar, éstas se encarecen. Correr para quedarse en el mismo sitio, el cuestionable efecto positivo a corto plazo se disipa a medio («Contractionary Effects of Devaluation», Journal of International Economics).

Si todos los países intervienen, la economía global se estanca. La velocidad del dinero, que ha caído estrepitosamente, se desploma, y la inversión también. Pocos invierten en proyectos a largo plazo cuando se manipula las monedas y se introducen medidas restrictivas. Si devaluar e intervenir fuera la solución, Venezuela, Argentina o Zimbabwe serían los reyes del mundo.

De donde no hay no se puede sacar. Tanto que critican algunos a Reino Unido, aprendamos de sus errores y de la inutilidad de imprimir moneda. No reduce los recortes, ni mejora la deuda -porque se sigue generando déficit – ni soluciona el modelo productivo.

https://mail.google.com/mail/u/0/images/cleardot.gifMientras tanto, la demanda mundial de oro alcanzó un récord de 236.000 millones de dólares en 2012. Los bancos centrales compraron a niveles no vistos desde 1964. Confianza incuestionable.

Espero ansioso ese comunicado del G-20 diciendo que no hay guerra de divisas ni proteccionismo y que todo es mentira.

La verdadera crisis de Europa: desindustrialización, el «Depardieu silencioso»

2/2/2013 El Confidencial

“When you act like Europe, you get growth rates like Europe” Rick Santelli

«La periferia europea seguirá en recesión durante al menos 10 años» Instituto IFO

Hace unos días me invitaron a dar una charla en la London Business School y un alumno me preguntó cuál era el mayor error de la política europea. “La decisión consciente de incentivar de manera masiva a sectores obsoletos, caros e ineficientes, en vez de promover un proceso de sustitución por calidad, precio y competitividad”. ¿Por qué? Porque el dinero público no es de nadie, la demanda crecerá en 2020 y el coste no importa… Mientras, echábamos hasta al inversor más paciente. El Depardieu silencioso.

Admiro a Gerard Depardieu, un excelente actor. Tras años de contribuir con decenas de millones en impuestos, decidió libremente abandonar su país ante la asfixia impositiva. Es su derecho. Pues bien, yo utilizo el término de “Depardieu silencioso” para ilustrar el proceso de desindustrialización europeo, que es esencial para entender el entorno económico en el que estamos y, por la pérdida de PIB potencial, hacia dónde vamos.

 

El proceso de desindustrialización de Europa no se puede achacar a políticas liberales. De hecho, si por algo se caracteriza es por la implementación de “políticas industriales”, planes semi-soviéticos de gasto público en infraestructuras y por el apoyo gubernamental a campeones nacionales-dinosaurio en sectores “estratégicos”. Lo que nuestros políticos llaman “planes de crecimiento”. Centenares de miles de millones… de deuda.

El problema que se ha generado es un gasto que pagan los ciudadanos enimpuestos y tarifas excesivas, y un efecto “retirada” de las empresas, porque los costes se disparan y se penaliza a las empresas nacientes. Ahora piden más. Nada como repetir lo que no funciona.

“Government’s view of the economy: If it moves, tax it. If it keeps moving, regulate it. And if it stops moving, subsidize it.” R. Reagan

Patalear echándole la culpa a China o a la India, maldecir la globalización o promover el proteccionismo nos lleva a donde estamos. Estancamiento y rezar a que el año que viene “mejore”.

Los gobiernos tienen un papel en la transformación económica de los países, claro. Pero su misión no debe ser mantener a toda costa los sectores de baja productividad decadentes. Su trabajo es entender un mundo globalizado y facilitar la transición a modelos de alta productividad, incentivar la innovación –no subvencionarla- y promover la educación. El problema es que todo esto no gusta, porque no da oportunidades de foto inaugurando puentes.

El modelo actual de “intervenir-subvencionar-error-deuda-empobrecimiento-subvención” nos lleva a competir solo por devaluación interna. Ese es nuestro gran éxito. Ya podemos fabricar coches baratos para otro. Exitazo.

Cuando el modelo productivo es la política del avestruz de esconder la cabeza y esperar a que vuelva 2005, que el mundo nos reconozca nuestros privilegios adquiridos –que les negamos a otros países-, la salida solo es recesión y devaluación. Empobrecimiento.

No, las exportaciones de productos de bajo valor añadido y la destrucción de la demanda interna no son éxitos económicos, son la consecuencia de engañarnos al solitario sosteniendo el PIB con gasto inútil, manteniendo estructuras inútiles y superar a China en infraestructuras innecesarias y ciudades fantasma. China se lo puede permitir. Nosotros, no.

Maquilar –producir para otros-, construcción y servicios de baja productividad, buscar la competitividad por el lado del coste solo pone un parche, pero empobrece. Siempre va a haber un país dispuesto a producir el mismo bien por un precio menor. La cuestión es que la producción de ese bien no solo tenga un coste monetario adecuado, sino una ventaja tecnológica y logística. Crecimiento por margen. Hay que aprovechar un modelo en decadencia para promover un cambio, que no es volver a 1977.

La solución no es hacer componentes para otro país europeo, que entonces se empobrecerá igual para competir por ser el taller de Pepe Gotera de Europa. La carrera hacia cero siempre termina en nada.

Los planes industriales promovidos por España y la Unión Europea se han caracterizado por:

– Un enorme coste para las arcas públicas. Siempre se han hecho en su mayoría a través de gasto, pagado con deuda y no deducciones de impuestos. Casi toda Europa por encima de 90% deuda sobre PIB.

– Decisión caprichosa –política- y no económica de “qué sectores son los ganadores”. Incentivar industrias no-competitivas y caras.

 Defender sectores decadentes para “sostener el empleo” y mantener vivo al zombi donde se conceden subvenciones, para luego quitarlas, con lo que ni se fortalece a los “campeones nacionales” ni se crea riqueza o empleo. Crear empresas gordas, no fuertes, como digo siempre, crea “funcionarios privados” y clientelismo.

– Cuando fluye el dinero, los estados gastan en sectores de baja productividad y se olvidan de invertir en I+D –real, no informes sobre el sexo de los ángeles para financiar partidos por la puerta de atrás. Cuando deja de fluir, se olvidan también. Vean el gráfico. Mejor que no gasten, solo que den incentivos fiscales.

Todo esto no sería grave si la deuda no se disparase y la política impositiva y costes para las empresas fueran asumibles. Sin embargo, al cargar a las arcas públicas con cantidades que superan el 5-10% del PIB de Europa en subvenciones y gastos inútiles, la presión fiscal se multiplica junto a los costes –energéticos, por ejemplo-.

 

“Planes de crecimiento” que luego no crean empleo, los subvencionan durante un periodo cortísimo… dejando la deuda detrás. Por cada euro invertido, según nuestras estimaciones, 1,25 euros de deuda desde 2006 y creación de empleo neto imperceptible. “Hubiera sido peor”, dicen. No, cuando hemos creado semejante agujero de deuda. Ni de suerte.

Un sistema que en recesión aumenta en cinco puntos la presión fiscal y, además, hace que las tarifas energéticas (Alemania, España) se disparen un 30% por encima de cualquier materia prima, es inaceptable para una empresa, sobre todo las pequeñas y medianas, que suponen el 70% del valor añadido en nuestro país. Cierran o se van.

Una Unión Europea –y España- parasitaria donde hay mucho “supervisor” y poco “creador”… hacen que el “Depardieu silencioso” siga tirando la toalla ante la agresión al emprendedor, que es el que crea riqueza y empleo. Los demás consumen.

No es solo el dinero que se gasta en mantener sectores en decadencia, es la deuda acumulada y el coste de oportunidad de seguir perdiendo la carrera de la innovación.

Por eso que hay que bajar impuestos, garantizar seguridad jurídica y reducir el tamaño del sector público. Esos tres problemas están fagocitando cualquier opción de recuperación real y de inversión productiva a largo plazo.

Lo ha alertado en varias ocasiones el instituto IFO y el informe de Natixis “The Vicious Cycle for Europe”. Cuando, en el caso de España, no permitimos el acceso a nuestros recursos naturales, ni somos punteros en tecnología y el modelo productivo es la subvención y la maquila, nuestra competencia son los países de mano de obra barata.

Es por eso que la única salida a un modelo de baja productividad termina siendo contraer. Nuestro éxito. Hundir la demanda interna, bajar sueldos e intentar ser China creyéndonos Sillicon Valley.

Hemos comprobado durante décadas que “estimular” –darle a la chequera estatal con deuda- no funciona. Debemos saber ahora que la “devaluación interna” solo trae más impuestos, menos renta disponible, menos consumo, la deuda no se reduce, caída adicional del sector financiero, paro estructural y empleo precario.

Y, por supuesto, ante la deuda adicional… falta de recaudación fiscal, nuevo reajuste y vuelta a empezar. Hasta que el ajuste sea de tal calibre que la incapacidad de poder comerciar con el exterior -no solo balanza comercial, sino la de transferencias y salidas de capital- haga subir el consumo y mercado interno. Un éxito. Dar cinco pasos hacia atrás para dar un paso hacia delante. No es casualidad que el circulo vicioso lo acaparen los países periféricos, empeñados en sostener sectores en decadencia y en promocionar sectores no competitivos mediante subvenciones monstruosas.

 

La solución es, y siempre ha sido, atraer capital, no echarlo.

El nuevo modelo productivo no se va a crear en un comité ni en una cumbre. Lo pondrán en marcha inversores privados. El Estado solo debe facilitar la transicióninvirtiendo en educación de verdad –no en títulos universitarios sin valor-, bajando impuestos a emprendedores, reduciendo trabas y, sobre todo, no subvencionando lo caro e ineficiente.

Al final de mi charla en Londres, un chico me preguntó: «¿Por qué en España no se crea un Spotify, o un Core Labs?» Es estudiante de Ingeniería Tecnológica y está preparando un “start-up”.

Le pregunté: “¿Tú dónde vas a crear tu empresa cuando termines, aquí o en España?”

Me dijo: “En Westminster me han dicho que no pago impuestos durante los tres primeros años, así que probablemente aquí… ¿Por qué?”.

“Ya te has contestado solo”.

Independencia: desastre para Cataluña y España

3/11/2012 El Confidencial

“Tens els ulls plens de flors i la boca, nas i orelles per ignorar el crit i el plor, tu vols sants, roses i estrelles”. Pau Riba, 1970

Tras mi artículo “el rescate catalán, bono basura y riesgo crediticio”, me parece que seguimos minimizando en toda España los riesgos de la política depredadora y excluyente, y la carrera hacia cero que Estado y Comunidades Autónomas están llevando a cabo.

No hay un solo inversor que yo conozca que vea la independencia como algo positivo porque:

– El acceso al mercado de capitales de Cataluña y del resto de España se reduciría dramáticamente. En el mercado de deuda, dos países separados no tienen el mismo crédito que uno. No ha ocurrido jamás. Cataluña existiría, igual que Chipre, Malta o Macedonia. No digamos que es imposible. Pero el crédito disponible anualmente caería tranquilamente a los niveles de esos países, al menos un 35-40%. Si comparamos con Finlandia, una caída del 15-20%. Impacto similar sufriría España.

– El acceso a deuda de las empresas privadas se resentiría aún más. ¿Qué viene después de la independencia? Impuestos. Recortes a ingresos regulados. Impagos. Seguridad Social y pensiones cercenadas. Ni de lejos piensen que las empresas privadas, de las dos partes, iban a tener acceso al mercado de capitales hasta que se supiera con certeza el impacto en su generación de caja de la voracidad política.

– El diferencial gastos e ingresos sería insostenible. Sea como sea, ambos países gastarían un 16% y un 25% más de lo que ingresan. Con la previsible caída de los ingresos impositivos, la prima de riesgo se dispararía en los dos. Metan ustedes los déficits fiscales que quieran –si se los creen-, pero deduzcan los costes de pagar a la UE y la OTAN y de más estructuras estatales nuevas.

Los políticos de uno y otro lado hacen sus análisis sobre la independencia como un balance de suma cero –o peor, expansivo- y eso es incorrecto. El saldo no es cero, es negativo.

Ningún inversor se sienta a esperar si el impacto de la independencia sobre el PIB es 5% o 10% o 15%. Se va. Adiós. El beneficiado de este desastre no es ni Cataluña ni Madrid. Es Londres o Nueva York, entre otros, mientras los políticos hablan de brotes verdes y alegrías independentistas.

Si vamos a un entorno secesionista en España, tendrá efectos muy negativos, tanto para la región separada, como para el resto del Estado y para la economía global –por el nivel tan elevado de endeudamiento exterior público y privado de España en su conjunto, y Cataluña y sus empresas en particular-.  No ha habido ni un solo caso en el pasado en el que la independencia no haya venido acompañada de una caída enorme del PIB y de las prestaciones sociales. Vean el  estudio sobre la independencia de los países bálticos del European Journal of Political Economy. Cinco años de media de recesión.

En Inglaterra dicen “hope for the best, but prepare for the worst” -espera lo mejor, pero prepárate para lo peor-. Sin embargo, aquí estamos vendiendo la moto de que la independencia generará oro. Pero no es cierto. Desastre conjunto.

La independencia de una región o un país podrá defenderse por razones personales o culturales –yo ahí no me meto- pero no económicas. No se trata de decir si es es viable como país independiente, que lo sería, pero a muy largo plazo y tras una factura imposible de asumir. Se trata de qué coste estamos dispuestos a asumir por esa independencia. Al menos en mi época en Navarra se decía “la independencia nos costará 100 años de pobreza pero seremos libres”. Honestidad. Suicida, pero honesto.

Nos prometen que aumentará la esperanza de vida –lo juro-, las pensiones y que el paro desaparecerá si Cataluña es independiente. Y desde Madrid se nos asegura que es malísimo para Cataluña, pero que al resto de españoles les beneficiará si se separan porque las empresas catalanas emigrarán a otras regiones y todos nos repartiríamos la misma tarta sin coste. Falso. El capital se irá. De todos.

Al día siguiente de la independencia, agárrense porque en los dos lados vienen curvas:

* El efecto Irlanda: el problema de Cataluña y de España es que el endeudamiento público y privado es insostenible y la estructura gubernamental hipertrofiada. Juntas y separadas. No atacar ese problema antes de entrar en aspiraciones nacionales es suicida. Lo que mis amigos nacionalistas dicen de “eso se arreglará después cuando seamos libres” es falso. La hipertrofia estatal, el destrozo de la seguridad social, servicios y pensiones y la corrupción se disparan siempre después de procesos secesionistas. Y lo pagan los ciudadanos. Siempre.

Cataluña gasta un 15% más de lo que ingresa. Si se independiza bajarían los ingresos y subirían los gastos. La Generalitat suele comparar a Cataluña con Irlanda o Finlandia. El “efecto desplazamiento” (crowding out) del Estado y de los rescates bancarios –a ver quién iba a pagar el rescate de los bancos catalanes ante la avalancha de morosidad- es muy relevante. A ver quién iba a cubrir las  necesidades de refinanciación de una Generalitat que gasta 15.000 millones al año, cada mes 400 millones de euros en sueldos y facturas, con más de 150 coches oficiales y un “país” cuyo gasto publico hoy es de 33.500 millones anuales.

Para que se hagan una idea, la primera empresa industrial de España, que es siete veces más grande que Cataluña en PIB equivalente, paga dentro del país unos 700 millones de euros de sueldos, incluida alta dirección, y tiene siete personas con derecho a coche.

El mismo acceso a crédito que Malta, Chipre, Macedonia, Estonia… ¿De dónde va a sacar 8.000-9.000 millones de crédito anual? Ante una independencia, la dificultad de acceder al mercado de capitales haría que todas las pocas posibilidades de financiación fueran destinadas al Estado para tratar de evitar el impago y mantener su estructura. Y ningún inversor apoya un país, España o Cataluña, que emplea sus recursos financieros en gasto corriente y clientelismo.

* España a nivel de Portugal. En el resto de España pasaría lo mismo. Financiarse a muy corto plazo con cantidades ínfimas. Ya ocurre hoy y se está llevando por delante el acceso a crédito de empresas y familias. El efecto multiplicador sería, cuando menos, inasumible.

 

* El efecto Macedonia: Macedonia es un Estado independiente que está vetado en la UE por Grecia. Si España veta mientras se enzarzan en el “cuanto me debes, donde está lo mio” –y ocurriría- tienen un país independiente con una moneda en caída libre. Desplomaría también los ingresos de España, al quebrar muchas empresas catalanas que “exportan” al resto y tienen deuda en euros. Y, por supuesto, hundiría el PIB y los ingresos de Cataluña, que tendría que hacer impago sobre su deuda, llevándose por delante a la deuda de España, que incluye garantías y avales a entidades catalanas.

El efecto Estonia: adiós derechos sociales. Me parto leyendo que la independencia mejoraría las pensiones. Todos los países que se han independizado –y entre ellos muchos son ricos en petróleo y gas, que nosotros solo tenemos en sueños- han visto sus sistemas de pensiones y de Seguridad Social colapsar. Pero es que el efecto sobre la deuda del Estado español sería devastador, hundiendo la Seguridad Social y pensiones, que están invertidas hasta un 80% en deuda soberana.

El efecto Azerbaiyán: uno de mis colegas, Ilkin, que ha visto a una generación empobrecerse en las independizaciones de los países de la URSS y bálticos, me permite darles a ustedes el ejemplo de lo que pasa tras la independencia. El pillaje político y la corrupción se disparan aún más. “¿Se quejan ustedes de clientelismo y corrupción? Aumentarían. Todo para decrecer durante cinco o diez años, empobrecerse y luego crecer”.

 

El efecto Escocia: David Cameron lo ha dicho claro: “se quedan su parte de la deuda del Reino Unido, pero no la libra”. UBS en su informe “Can Catalonia Leave? Hardly”, estima que la deuda de Cataluña pasaría a ser un 78,4% del PIB tras absorber la parte correspondiente de la deuda del Estado. Incluso si esto no fuera así y declarase la parte que le corresponde del Estado como “odiosa”, su déficit anual superaría el 3,7% actual, porque los supuestos “déficit fiscales” se gastarían con creces en cubrir los gastos nuevos –UE, OTAN, nuevas estructuras estatales y el incremento del coste de la deuda- que rondaría el 10% solo extrapolando la prima de riesgo de la deuda de Cataluña actual. Lo interesante es que se llevaría por delante al Estado español, cuya deuda probablemente vería a la prima de riesgo a 600/700 puntos básicos al aumentar el déficit.

* El efecto Gales: si Cataluña declara odiosa la deuda correspondiente del resto del Estado, ya puede decir adiós a transferencias, avales y a recuperar el déficit fiscal. Cuando casi la mitad de las “exportaciones” de Cataluña son a España, un efecto reducción de comercio “normal” entre las dos partes implica una caída del PIB de 10-15% en Cataluña y de 2-4% en el resto de España, con lo que la deuda de las dos partes se dispararía y la solvencia se desplomaría.

España y Cataluña separados. “Short and Shorter”

Los números son absolutamente atroces para los dos. No es suma cero. Dos menos uno aquí es igual a menos que uno. Porque no descontamos la fuga de capital, el “crowding out” de los Estados y la pérdida de acceso de las dos partes al mercado de capitales.

El déficit fiscal que Cataluña reclama -aunque en 2010 fuese superávit fiscal- se lo gastaría en gran parte en crear más estructuras estatales, pagar a la UE y la OTAN y cubrir el incremento del coste de deuda. Y seamos claros, ningún inversor que yo conozca se cree ese déficit.

Fíjense qué casualidad que los bonos catalanes, a pesar del aval y rescate del Estado, y de las cifras optimistas sobre la independencia, siguen cotizando una prima de riesgo de casi 900 puntos básicos y sus bonos a vencimiento 2015-2016 cotizan con una media de descuento del 16%. Esto no indica ningún tipo de credibilidad institucional.

 

Pero es que España tras la independencia se iba a encontrar con una situación que haría imposible tener un déficit menor al 8%. Short and Shorter. Y no quiero decirles donde se iban a ir en bolsa las empresas catalanas cotizadas y las españolas con exposición a Cataluña ante la muy previsible voracidad recaudatoria “haciendo país” de los dos monstruos burocráticos.

El problema de España y de Cataluña es el derroche de recursos escasos, el ‘morrazo político’. Pero la independencia no soluciona eso. Lo acrecienta. Oigo independencia y a más de uno se le ponen los ojos como platos pensando en la comisión de urgencia que van a crear –gasto- en el consejo de evaluación de las relaciones bilaterales –gasto- y las agencias de cooperación sindical –subvención-.

Hay que atacar este desastre despilfarrador antes de decidir qué modelo de Estado queremos, y el ejemplo de Inglaterra y Escocia nos prueba que se puede hacer sin estridencias. No me extraña que se indignen de que su dinero se vaya a Invercarias, Unnim, cúpulas de Barceló, subvenciones, estudios sobre la oveja y la “equidad a la acción sindical en salud laboral en las bananeras de El Salvador». Pero no duden ni un solo minuto de que al día siguiente de la independencia ustedes pagarán por los costes y los 1.650 millones que Cataluña gasta en diputaciones y consejos comarcales, o los que gasta el Estado en diputaciones, seguirán.

Les dejo con las palabras de Marc Vidal: «Estamos en manos de gente que no ha montado una empresa jamás, que nunca han pagado una nómina de su bolsillo y entran a trabajar cuando quieren (“en mans de gent que no ha montat una empresa mai, no ha pagat una nòmina i entran a treballar quan volen«). Todos queremos una gestión más eficiente de los recursos, una fiscalidad más cercana al ciudadano que paga. Para ello hay que independizarse, juntos, pero independizarse del monstruo que todo lo fagocita que es la estructura política hipertrofiada, subvencionada y clientelar.